Bajo la lupa de la AFIP: el opaco mercado del arte

Hay que transparentar el movimiento comercial y patrimonial de más de 300 galerías, por lo menos unos 10.000 artistas activos y una cantidad similar de compradores de cuadros y esculturas.

17 julio, 2017

Por Rubén Chorny

“Hacer dinero es arte”, decía el artífice del pop art, Andy Warhol, en los años 60, y medio siglo después se lo repetía el subdirector de Fiscalizaciones de AFIP, Horacio Curien, a su jefe Ricardo Echegaray.

A partir de este verano, en consecuencia, vio la luz el Registro Fiscal de Operadores de Obras de Arte creado por la resolución 3.730 de la AFIP, que desde el primer plazo del 28 de febrero cuenta con apenas un puñado de voluntarios inscriptos, según reconocen las autoridades.
El funcionario asegura que, con el equipo de Alfredo Samperi, llevaban un año y medio escarbando el mercado interno del arte “en las 300 y pico galerías y remates de los fines de semana, sea camuflados entre el público o identificándonos. Verificamos los volúmenes operados e hicimos un estudio estructural del medio antes de proyectar la registración, al igual que se había puesto en monitoreo recientemente, como se hiciera con otros sectores, como el de la pesca, o el agro”. 
Con este ya suman medio centenar los registros de información que lleva implementados AFIP para crear un nuevo y más extendido ambiente de control, que pone en práctica mecanismos de sanciones formales, intimaciones, identificación, manifestación económica, facturación electrónica online. Complementa al régimen de obligatoriedad de reportar a la Unidad de Información Financiera (UIF), dependiente del Ministerio de Justicia, operaciones que por el origen de los fondos sean consideradas sospechosas de lavado de dinero.


Ignacio Gutiérrez Zaldívar

 

Conmoción sectorial

En la AFIP aún no salen del asombro porque la medida sobre el mercado del arte haya provocado más alboroto en la opinión pública que la simultánea obligatoriedad dictada para los rematadores de declarar antes y después inventarios y condiciones de los bienes en juego.
Aplacada la primera reacción, los especialistas “bajaron un cambio”, como se dice en lenguaje coloquial: “Es que el momento en que salió la resolución no tuvo en cuenta la estacionalidad. El 24 de febrero es época de vacaciones y la confusión que generó despertó dudas que hicieron que se suspendieran cuatro subastas en el mes, justo cuando vienen escaseando las ventas”, reconocen.
En contraste, aunque movilice intereses mucho más extendidos, las “ligas”, que tienen menos y mala prensa, guardaron prudente silencio.
“No es nada contra los galeristas o los artistas –se atajó Curien–. Solo se trató de establecer en los lugares dedicados al comercio del arte si se cumple con las cargas administrativas públicas y relevar ganancias entre los operadores, que es una técnica normal mediante la cual determinamos quiénes son habitualistas”, explica Curien. 
De acuerdo con los dichos del fiscalizador, el organismo recaudador ni se enteraba de lo que movilizaba el mercado local del arte, aunque las magnitudes que dan vueltas en el hasta ahora brumoso circuito varían en un amplio rango, tras el salto de 35% en ventas que dio el sector en 2011. 
El funcionario se encoge de hombros cuando se le pregunta por el volumen previsto. “Ni idea; lo primero que quieren saber los periodistas en todas partes es de cuánto es la evasión y la respuesta invariable es que a ciencia cierta nadie puede saberlo”, protesta. 
Ignacio Gutiérrez Zaldívar, de la galería Zurbarán, sintetiza la postura pública de los grandes operadores respecto de la resolución de la AFIP: “Todo lo que haga transparente a un mercado es bienvenido en cualquier país del mundo. Y para nosotros es muy importante que así sea. Siempre las obras consignadas para la venta tienen un documento que así lo acredita o, en el caso de artistas contemporáneos, son ellos los que las dejan para la venta”, asegura.
¿Deparará sorpresas estadísticas dar vuelta la media del arte nacional? Si bien aclara que el volumen del mercado únicamente puede conocerlo la AFIP, Gutiérrez Zaldívar tira la única cifra de la cual afirma tener certeza: en subastas públicas locales, aproximadamente $130 millones.
Si este fuera el total local no daría como para hacerse ninguna película tipo Beverly Hills: representa menos de lo que vale un buen Picasso o una escultura de Giacometti, como acota la artista plástica Mónica Galeotti. 
Para tener una idea de lo que sucede en el mundo, ATEF estimó que se movilizaron € 51.000 millones (Hoy, US$ 54.000 millones) en 2014. 85% lo representan Estados Unidos, China y Reino Unido (con las subastas). En el ranking de ventas, Brasil se entrevera con transacciones por entre US$ 500 y 800 millones.

 

El turno de los asesores

Pero así como la AFIP le echó el ojo, reputados auditores invierten horas de análisis y profesionales de su staff para prestarle debida atención al tema. 
Es el caso de San Martín, Suárez y Asociados Latinoamérica, que acaba de abrir un departamento dedicado al “Mercado de Arte”, con la socia Adriana Piano y el director de Finanzas Corporativas, Ricardo Proganó, al frente, más la incorporación como asesor del profesor de gestión cultural, Julio Suaya. También otros bufetes contables se dedican al tema, como Lisicki Litvin & Asociados.
En este aspecto, un experto en estas lides como el mandamás de Zurbarán da la clave de por qué el punto final de una obra de arte pasa a ser el inicial en el libro contable a partir de la medida que auspició la AFIP: “De ser las obras de arte consideradas por el Código Civil bienes muebles, cuya propiedad se demuestra con la mera tenencia, ahora por resolución fiscal pasan a ser bienes registrables equivalentes, por ejemplo, a los automotores”. 
Hubo un paso intermedio que fue la ley 23.966, en la que sí formaban parte del patrimonio que se debía declarar para pagar, en caso de corresponder, el impuesto a los Bienes Personales. Pero en la práctica, y por diversos motivos, las obras terminaban no siendo declaradas.
En consecuencia, ahora “la Dirección Impositiva desea conocer las tenencias de obras de arte de las personas a los efectos del cobro del impuesto a los bienes personales, y también saber quiénes son los compradores para verificar si tienen el efectivo necesario y justificado para adquirir estos bienes”, redondea.
Adriana Piano interpreta el aserto mediante una ecuación profesional digna del Óptimo de Pareto: “El cliente, no pagar de más; el administrador, cobrar, y los oferentes liquidar lo que corresponde”, expresa. La suma debería dar cero.
Desde esa óptica, los cuadros y esculturas dejaron de pertenecer al mito tradicional elitista que solo reconoce como exclusivas piezas artísticas a las firmadas por un Van Gogh, Gauguin, Rivera, Berni y Duchamp, y que las cree solo privativas de las suntuarias salas de residencias de multimillonarios coleccionistas, como un Eduardo Costantini, los herederos de Amalia Lacroze de Fortabat, Nelly Arrieta de Blaquier, Jorge Helft y Mauro Herlitzka, entre otros.
La socia de SMS advierte en torno de la tenencia que también las sociedades o fundaciones suelen atesorar obras de todo tipo en su patrimonio y que la norma las obliga a declararlas porque cabe tanto a personas jurídicas como físicas. 
“Para la ley de bienes personales son inversiones suntuarias, o sea que podrían tener una base diferenciada, como el oro o las bebidas alcohólicas que se rigen por impuestos internos. La duda se presenta con quien las tiene y es su artífice, en cuanto a si las declara al registro aunque no las haya vendido. ¿Cómo se las considera si el autor muere y heredan sus descendientes? Fue el caso del último cuadro de Berni, que murió sin haberlo terminado”, plantea.
Ya no se las encuadra como lujo para pocos y son concebidas como “un objeto de decoración, algo más accesible y cercano al consumidor”, según asevera la galerista Alejandra Perotti al poner de relieve que actualmente cuatro de cada 10 argentinos compró alguna vez una obra de arte o está por hacerlo.
Esta desclasificación del tradicional elitismo se consolidó el año pasado, considerado récord tanto en ventas como en cantidad de galerías y artistas involucrados en el mercado. 
De ahí que Proganó interprete que “si el mercado del arte entró en el radar tributario será porque, en general, resulta factible captar riqueza entre el público más sofisticado, que es donde el fisco pierde posibilidades de fiscalización”. 
Lo asemeja de alguna forma al caso de los impuestos internos, que son menos regresivos que el resto del sistema y alcanzan al consumo de gente con gustos más sofisticados y que, por lo tanto, pueden considerarse prescindibles, “porque nadie se va a morir por no tomar vodka, dejar de comprar un plasma o un celular smart”, ejemplifica.


Ricardo Proganó

 

Artistas emergentes

Los intermediarios, sean galeristas, rematadores o administradores de ferias artísticas, empezaron a ver cada vez más caras extrañas en las exhibiciones y la mayoría de ellos optó por reforzar el catálogo con los llamados artistas emergentes, que dan opción de precio para casi todos los bolsillos, desde los $3.000. También los conglomerados eventuales se constituyeron en espacios clave para poder ver todas las propuestas en un mismo lugar: artistas contemporáneos generan nuevos públicos.
“Hoy, 60% de los que compran no tienen en su haber más de una o dos obras y conocen muy poco del tema”, opina Gutiérrez Zaldívar. Sin embargo, descarta la existencia de inversores en obras de arte: “Simplemente hay gente que disfruta del arte y le gusta convivir con la belleza”, sintetiza. 
A ese estanque salieron a pescar recaudación los sabuesos fiscales. “Buscar compradores en las listas de las galerías no implica atentar contra la privacidad de nadie; hoy se declaran bienes personales y lo único que hicimos fue relevar los cuadros en los locales, verificar si están en consignación, la recaudación que hacen en las exhibiciones, el monto de las operaciones, con quiénes se concretaron, etc.”, aduce Curien.
Del muestreo que realizaron detectaron que 155 operaciones fueron inferiores a $10.000, que menos de un centenar estuvieron entre $13 y 14.000; hubo 27 entre $100 y 300.000 y nueve mayores a $300.000. De acuerdo con ese resultado, definieron en $10.000 el límite por debajo del cual no se generan obligaciones fiscales, con lo que más de la mitad de lo que infirieron que se comercializa quedaría exenta.
Pero lo que la AFIP en realidad ha puesto en la mira es a los compradores: “Estamos frente a un público especial que decide aplicar esas sumas a adquirir un cuadro para colgar en su casa y nos interesa ver cuál es su posición en ganancias que justifique ese destino de dinero para un gasto que no es muy habitual. Vimos pocas inversiones mayores a $10.000 y el mercado financiero no las releva”, desgrana. 
Como eximio conocedor de este particular mercado que se declara, el director de Finanzas corporativas de la consultora SMS, Ricardo Proganó, pasa en limpio la resolución 3.730 y la divide en tres regímenes: primero, la obligación de los habitualistas, como las galerías, a entrar en el registro y declarar toda operación que supere los $10.000. Vinculado a ello, la presentación de una DDJJ periódica que informe de los movimientos aunque no se haya registrado ninguno. Y tercero, volcar todo en la DDJJ anual que rige para el universo de contribuyentes en ganancias y bienes personales. Los dos primeros implican la inscripción y luego la comunicación de las transacciones. El otro, la incorporación explícita de cualquier obra cuyo valor supere los $10.000, además de la consignación de los stocks valuados por encima de ese importe como bienes personales. Los ingresos al patrimonio son cruzados por el organismo fiscalizador con las ganancias que los justifican para ver si guardan relación.

 

¡Que venga un contador!

Uno de los mayores desafíos de ingenio contable consistirá en actualizar en las DDJJ la valuación histórica de los bienes declarados, que por ley toma el pago original en pesos que la convertibilidad dolarizó: una obra de arte declarada por aquel entonces en $5.000 pasó a ser de US$ 5.000, lo cual la diferencia de las casas o los autos, que se comparan con valores fiscales y tablas de la DGI muy inferiores a las cotizaciones de mercado. En este caso representa un ingreso al patrimonio que debe conciliarse en el balance con la moneda histórica de aquel valor original. 
“Un cuadro hecho por un artista podría valer hace tres años $20.000, pero si lo realiza hoy ya no es lo mismo. Si el precio de mercado supera los $10.000 que marca la ley a las personas físicas a los efectos de la inclusión en la DDJJ anual, al ser para el artista patrimonio de su creación, recién cuando se venda la AFIP podrá fiscalizar el recorrido que haya hecho hacia intermediarios o el comprador final”, sostiene Proganó.
El asesor en gestión cultural de la consultora, Julio Suaya, agrega que el valor también se podría establecer a partir de los seguros que rigen para los coleccionistas. “Porque si el precio al que fue adquirida una obra entre los años 90 y el año 2.000 se expresó en pesos argentinos, seguramente va a superar los actuales $10.000 convertibles”, razona.
Este asoma como uno de los puntos de controversia entre contadores y fiscalizadores que el devenir de las declaraciones irá decantando, porque los sabuesos malician bicicletas financieras evolucionando detrás de las bambalinas de la informalidad generalizada del mercado del arte.
Echándole un vistazo a cuentas de almacenero archivadas, una obra de alguno de los artistas de galería vendida a principios de la década de 2000 a US$ 1.000 hoy se cotiza en US$ 15.000, lo que representa una ganancia anual aproximada de US$ 1.160. O una pieza de 2006 ó 2007 vendida en US$ 1.500, en la actualidad se cotiza a US$ 6.000, o sea un incremento de US$ 750 al año más.
Gutiérrez Zaldívar lo ratifica: “El arte como inversión tiene una gran rentabilidad. Sube 12% anual acumulativo. Nada tiene ese retorno. El arte argentino tiene precios bajísimos y gran calidad. Pero para tomarlo como inversión hay que comprar con audacia y vender con paciencia”.
Y ahí es donde surgió en el ámbito del arte una franja de pequeños ahorristas que antes recorrían inmobiliarias para posicionarse en ladrillos de poca superficie. Afirman los operadores que se plantan entre $5.000 y 10.000 por pieza ante la ilusión siempre latente de capitalizar la inversión. Comprar barato y vender caro, en dólares, es la apuesta de los compradores emergentes para con los artistas emergentes.
La penetración del arte que viene de afuera hacia adentro se ve en el movimiento: mientras en el año 90/91 había en total 15 ferias en todo el mundo, hoy se multiplicaron a 180 acontecimientos internacionales por año.
Alejandro Dávila, presidente de AAGA, corrobora que en el país estamos frente a una tendencia que viene creciendo a pasos agigantados desde hace dos años y que, si bien no desplaza las inversiones tradicionales, está cobrando cada vez más fuerza.
Así que, con, sin o a pesar de este nuevo e indeseado jugador en el mercado del arte local, que es la AFIP, los consultores, asesores, casas de subastas, coleccionistas, críticos, investigadores, historiadores del arte, los medios y los mismos artistas ahora tendrán que construir los verdaderos valores domésticos. Se formarán en cuanto le encuentren la vuelta a una pregunta que suelen escuchar puertas adentro: “¿Qué es lo último, lo más nuevo, lo que buscan todos?” 
Puede ser la respuesta del millón, claro que para entonces, declarado.

 

Los precios de los famosos

Algunos de los precios tentativos de los artistas más buscados: 
Julio Le Parc (reside en París), US$ 140.000; 
Luis Tomasello (también en París y con 93 años); USS 70.000. 
Guillermo Roux (no tiene ni galería, ni marchand), US$ 70.000; 
Guillermo Kuitka, US$ 60.000; 
Juan Lascano, US$ 48.000; 
Antonio Seguí (vive en Paris), US$ 40.000; 
Nicolás García Uriburu, US$ 40.000.
Luis Felipe Noé, US$ 30.000; 
Mario Pérez (vive en San Juan), US$ 24.000; 
Adolfo Nigro, US$ 20.000. 
Pablo Siquer, US$ 16.000; 
Ernesto Bertani, US$ 14.000, y 
Juan Doffo, Antonia Guzmán, Daniel Kaplan, Graciela Genovés, US$ 10.000.
Lo que cuestan 16 obras de estos grandes maestros no alcanza para comprar una pintura de la brasileña de 52 años Beatriz Milhazes, quien acaba de vender hace dos meses en US$ 2,1 millones.

 

AFIP: ver para cobrar

 

El proceso de fiscalización y control recién empieza con el registro informativo. El paso siguiente para ampliar la base emulará la presión ejercida sobre el padrón de contribuyentes al implementarse el régimen para el personal doméstico. Luego les tocará a las verificaciones in situ.
Casi como respuesta al abogado del estudio Negri & Pueyrredón, Juan Javier Negri, quien en declaraciones a La Nación vaticinó que la medida de AFIP “va a alimentar una sensación de inseguridad por el conocimiento público de bienes de alto valor”, que “seguramente habrá un mercado paralelo de obras para evitar el impacto impositivo” y que “es probable que bajen los precios a los cuales se cotizan las obras de numerosos artistas para evitar su posible incidencia fiscal”, el subdirector de Fiscalización de AFIP, Horacio Curien, se indigna: “Era una locura pensar que haríamos allanamientos en las casas y que violaremos la confidencialidad respecto de los datos que recogemos”. 
En todo caso, “las verificaciones se realizarán a partir del régimen de informaciones vigente para muchas actividades, con el cual se hacen cruces de datos a fin de detectar irregularidades. Y el mercado de las obras de arte no tiene por qué ser la excepción; si rige un régimen informativo para una lata de tomates, no veo por qué no tenga que aplicarse para una obra valuada en más de $10.000”, manifiesta.
Y detalla el modus operandi que viene: “Este es un primer paso para que lleguemos a fin de año y podamos saber, a través del registro, el monto que conste en las declaraciones juradas específicas y en las DDJJ anuales de ganancias y bienes personales, cuyos detalles en cuanto a las obras de arte no disponemos actualmente, ya que no se requería información específica, ni había declaración registrada, ni apartado en la general”. 
Agrega que “los galeristas deberán informar ahora las operaciones que superen los $10.000 y van a quedar al descubierto las obras omitidas en las DDJJ por la inexistencia de una obligación bien precisada. Tendrán también que diferenciar las obras que les entregan en consignación de las que compraron para su reventa”.
Esta primera pasada en limpio de la actividad dará los elementos para que AFIP siga, a través de los medios, el destino de las obras que se exhiben y publicitan. A partir de visitas o de puntos fijos de verificación que disponga en los lugares de comercialización, podrán comparar con los registros, las que están y las que no, y en este último caso, hacer que sean incorporadas con el correspondiente monto de la operación y los datos del comprador.
“Para el fisco las obras son mercaderías, que tienen un costo de fabricación al que se agrega la creatividad, pero el verdadero valor comercial de las obras es el que la gente está dispuesta a pagar”, dice Curien.
“La cadena se mueve en la informalidad, el patrimonio no tiene un valor medible”, añade Samperi, y completa: “Es un error clásico pensar que las cosas valen la suma de los costos, dice, o que la obra de arte cotice calculando el tiempo más el material que usa el artista”.


Ricardo Etchegaray

 

Mecenas, del modelo renacentista al inclusivo

 

Por más que estén escaseando las ventas en las galerías y que las ferias muevan algo más pero por las promociones que realizan, la brújula del mercado apunta a un “nicho” autofinanciado con el refuerzo de recursos de ONG.
El arte existe desde el mismo momento que los hombres. Los reyes protegían a los artistas y los colmaban de prebendas para que deleitaran a la corte, lo cual desde el Renacimiento se trocó en un sistema de comercialización. Hoy es considerado un bien cultural y económico, así como también un símbolo de estatus social. 
Julio Suaya, cofundador de una feria de galerías que difunde el arte primario de galerías a secundario de remates, Arte Ver, la pondera como una auténtica vía de sustentabilidad porque brinda mayores beneficios a los artistas contemporáneos, quienes entregan las obras a participación, de acuerdo con la salida que tengan de ventas. 
Aunque no se contabilizan muchas operaciones, subraya como ventaja que la comisión que se les cobra suele ser de 15% contra el 30/50% de las galerías, si bien admite que estas tienen que afrontar los costos de la promoción de los artistas, gastos de alquiler, mantenimiento, catálogos, cócteles, prensa, etc.
Van en esa dirección Arte BA o Ego, que congregan al arte argentino, los artistas emergentes y se movilizan por el interior con los colectivos culturales o a través de la organización de jornadas de talleres abiertos para generar galerías. 
Suaya no lo considera suficiente y así es como, cuando le toca opinar sobre esta última resolución de AFIP, aprovecha para asegurar que no está en contra, sino que está bien que el coleccionista justifique el origen del dinero que destinó a comprar y que se verifique que el incremento de su patrimonio tenga correlato con las ganancias. También coincide con que las galerías y los comercializadores sean controlados y que todos los años se vea que no se hayan revertido las tres operaciones por $50.000 que le confieren la habitualidad.

Zanahorias y palos

Pero que, en todo caso, pretendería que los fines fiscales sean cohesionados con las políticas de estímulo a la industria cultural. En ese aspecto, se manifiesta como un entusiasta promotor de la ley de mecenazgo en el ámbito del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde existe un registro de los artistas que contribuyen con el arte y están en condiciones de recibir donaciones de particulares. Se hace una puesta en valor en la comunidad de las obras y se determina la necesidad de fondos que repercuta en los benefactores indirectos. El producto de las actividades devenga 2% de descuento sobre ingresos brutos que van a parar a CABA. 
Las inventivas formales y proyectos son calificados y seleccionados para luego participar en una muestra. Parte de las ganancias que se generan se vuelcan al arte, lo cual dota de mayor confianza tributaria al sector. 
“La industria cultural es una actividad omnicomprensiva de mano de obra, y requiere de incentivos fiscales para su financiamiento. Brasil, que tiene una ley de mecenazgo, está a la vanguardia en la materia”, afirma Suaya.
La socia del estudio SMS Latinoamérica, Adriana Piano, recuerda que España desde principios de año aplica un capítulo fiscal dedicado al fomento de las artes visuales y culturales, aunque desvincula de ello a la AFIP, porque su función es cobrar impuestos sin afectar los derechos de los particulares. 
Algo es algo, la actividad ya tiene como incentivo un IVA diferencial, recuerdan en SMS: 10,5%, por estar bajo una ley especial que lleva a la mitad el gravamen por el consumo de bienes promocionados. De este modo, la galería paga 21% cuando factura comisión y 10,5% cuando hace el denominado líquido-producto, 10,5% al que compra a comisión, al monotributista o inscripto en IVA, y la comisión corresponde al intermediario, como sucede con los cereales. Factura el mandatario, al pintor y al coleccionista, con 10,5%, mientras como galerista tributa 21% por el servicio de venta.
Pero un mecenazgo va más allá: “Tiene que surgir de una legislación que mire por el beneficio del conjunto de la sociedad, desde abrir grandes museos para las colecciones de pinceles a estimular a jóvenes con buena capacidad adquisitiva para que compren obras”, puntualiza Piano.

¿De qué vive un artista hoy?

El escenario del arte se pobló de una creciente cantidad de artistas emergentes, que tienen viento a favor con auspiciosas posibilidades económicas. Empezaron a proliferar ferias y exposiciones que les permiten ampliar el acceso a vidrieras regionales y hasta globales. 
Como la capacidad de producción de un pintor puede estimarse en 26 obras al año (una cada dos semanas) y en el caso de los escultores no llegan a las 10, la pregunta que se hace Samperi de AFIP es: ¿cuánto necesita vender un artista para vivir, si se habla de precios que oscilan entre los $3.000 y 5.000 para la mayoría, y hasta $10.000 para los que excepcionalmente acreditan alguna trayectoria? 
La cuenta así no da, como tampoco en los años 90 cuando surgió “una camada de artistas jóvenes, que hoy tienen 43 años, que vendían sus obras a $300 o 400 sin recibo”, según argumenta Suaya, para proponer que de acá en adelante sea ordenado de a poco el sistema. “Está el monotributo y los artistas pueden obtener recibo, pero la informalidad en las artesanías emergentes tiene que revertirse en apoyo al artista”, diferencia. 
Por ahora, las matemáticas les auguran en bruto el ingreso a categorías intermedias del monotributo. Pero otro cantar sería lo que les queda neto. Tomás Rawski, creador y gestor de la web Té de obras, una suerte de “MercadoLibre del arte” que invita a los noveles a subir sus cuadros y venderlos al precio que quieran, sin que nadie les cobre comisión, recuerda que “cuando hay una muestra nadie paga un flete, pero el pintor, el diseñador, el curador, el carpintero, etc., todos les cobran por su trabajo”.
La Asociación Argentina de Galerías de Arte propone ponerles ruedas al mercado y salir al interior a buscar a la potencial demanda, ya que en el país más de 54% de la población habita en las provincias donde no hay tanta actividad comercial en la materia. “Estamos desarrollando un plan de trabajo destinado al intercambio, produciendo nuevas ferias EGGO en Córdoba, San Juan y otras que están en vías de concreción, un desafío al que estamos dispuestos a enfrentar”, afirma Dávila, titular de la AAGA.

 

Esta nota es parte de la edición de la revista Mercado de Abril 2015 – Nº1166

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