La agenda del management para 1999

Aunque no lo confiesan abiertamente, la cuestión que mantiene en vilo a los empresarios es el incierto desarrollo de la crisis financiera global. Especialmente a partir de la devaluación brasileña del mes pasado y del proceso que puso en marcha, cuyo final está lejos de vislumbrarse. Sienten que la moneda está en el aire y que puede caer por cualquier lado. Es una percepción mucho más intensa que la registrada a finales de 1994, con el famoso efecto tequila, e incluso más que a partir de octubre de 1997 con la emergencia de la llamada crisis asiática. En ambas oportunidades, la idea que se tenía era que se trataba de un fenómeno de corta duración. Apenas un tropiezo para el que bastaban algunos ajustes y luego se podría retomar el camino expansivo. Esta vez, hay un convencimiento diferente: se admite que es la misma crisis que no cesa; que está más cerca, como lo demuestra la atención que el mundo entero dispensa a Brasil; y que puede tener efectos más duraderos que los imaginados. El costado oscuro de la globalidad comienza a percibirse con mayor nitidez. Lo interesante es comprobar que el inventario de optimismo a toda prueba exhibido durante 1998, comienza a disminuir. Los mismos empresarios que permanecieron inmunes a los ríos de tinta escritos sobre la crisis global en todo el mundo, recurren ahora con avidez a pronósticos e interpretaciones sobre el escenario mundial. Aunque, es justo reconocerlo, con una dosis de prudencia. En la Argentina se entendió hace tiempo que las predicciones apocalípticas se transforman en las profecías que se autocumplen.

17 noviembre, 2012

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