La fórmula de la supervivencia

Los especialistas coinciden en que una empresa que no crea valor difícilmente pueda garantizar su existencia a largo plazo.

16 noviembre, 2000

“Si una organización viene obteniendo rentabilidad positiva, pero no cubre el costo financiero del capital –tanto del propio como del que pertenece a terceros– puede decirse que está destruyendo valor. En la Argentina, según la empresa de que se trate, el costo del capital propio normalmente oscila entre 15% y 20% y el de la deuda va de 12% a 15%. Con lo cual, en realidad, una compañía con una rentabilidad menor a 15% está destruyendo valor”, afirma Eduardo Urdapilleta, socio de la consultora McKinsey.

Alejandro Preusche, socio director de la firma explica que “a medida que el capital adquiere más liquidez –como sucede en los mercados de capitales– la cuestión de las empresas que destruyen valor se vuelve apremiante, porque el accionista no sólo ve cómo va evolucionando la creación de valor, sino que puede decidir si quiere tener su patrimonio invertido en esa empresa. En el otro extremo está quien vive de su patrimonio. Es el caso típico del productor agropecuario que tiene medio millón de dólares invertidos en un campo cuya rentabilidad apenas le alcanza para vivir. Según esta definición, claramente está destruyendo valor, pero ¿qué otra cosa puede hacer?”.

Paul Menmuir, director ejecutivo para Sudamérica de la consultora A. T. Kearney, señala que la creación de valor es un concepto que “en las pymes argentinas, o en empresas familiares, no se aplica tanto, porque se manejan según los criterios de sus propietarios, que están muy involucrados en la gestión del negocio. No todos sus objetivos son necesariamente monetarios, sino que pueden ser una combinación de retorno y otros factores. Claro que, seguramente, esos criterios no serían los mismos que tendría esa misma compañía luego de ser comprada por una multinacional”.

La medida que normalmente se utiliza para hablar de creación o destrucción de valor es el llamado Economic Value Added (EVA) o valor agregado económico, que es la diferencia entre el retorno obtenido del capital (propio o proveniente del crédito) y su costo promedio.

“Lo que vimos en nuestro trabajo es que el retorno que una empresa argentina obtiene sobre el capital es muy similar al de compañías de los países desarrollados. Sería de esperar que un país emergente consiguiera retornos mayores, porque tiene un mercado menos desarrollado y costos de mano de obra y servicios menores” afirma Urdapilleta.

La otra parte del problema es el costo del capital que, en la Argentina, es más elevado que en los países desarrollados. “La misma inversión que en Estados Unidos podría estar creando valor, en la Argentina lo destruye. Así llegamos al tema central: el costo del capital, un factor directamente relacionado con la elevada tasa de riesgo país que actualmente tiene la Argentina”, señala el especialista de McKinsey.

En A. T. Kearney argumentan que, normalmente, un país en vías de desarrollo soporta un costo de capital más alto porque la inversión entraña mayor riesgo, aunque como contrapartida se espera que tenga un potencial de crecimiento mayor a largo plazo, porque sus consumos actuales per cápita son más bajos. “El problema es que la aparición de nuevas tecnologías en los países desarrollados ha cambiado el panorama y, en consecuencia, hay muchas más oportunidades para invertir” advierte Menmuir.

Teniendo en cuenta el mayor costo de capital generado por el riesgo país, ¿cuál es la alternativa para un empresario argentino, que no sea salir del negocio? “A corto plazo, debe asegurarse la mayor rentabilidad posible mediante reducción de costos y máxima productividad, que, por otra parte, es lo que mayoría está haciendo. El problema es que reducir costos significa, en muchos casos, achicarse y eso, en un marco recesivo como el actual, limita las posibilidades posteriores de crecimiento, porque hay que deshacerse de recursos humanos valiosos que permitirían crecer más rápido”.

Para Preusche, la cuestión se definirá a largo plazo. “Una cosa será si el escenario para las empresas argentinas es un marco recesivo por muchos años, y otra muy distinta si la Argentina comienza a crecer, el costo del capital comienza a bajar y algún día alcanza el investment grade. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya posibilidades. Hay empresas argentinas que están buscando asociarse con compañías de otros países, lo cual no significa venderse ni fusionarse, sino aliarse para crecer. Sin duda hay otros caminos”.

En A. T. Kearney advierten que el mercado penaliza los malos resultados, pero cada vez otorga menos importancia a la reducción de costos. “Están premiando a las empresas que obtienen sustanciales incrementos de sus ingresos y los mantienen en el tiempo, a través de acciones tales como la internacionalización de la distribución, la clientela y las marcas, el lanzamiento de nuevos productos y la generación de nuevas tecnologías”.

“Si una organización viene obteniendo rentabilidad positiva, pero no cubre el costo financiero del capital –tanto del propio como del que pertenece a terceros– puede decirse que está destruyendo valor. En la Argentina, según la empresa de que se trate, el costo del capital propio normalmente oscila entre 15% y 20% y el de la deuda va de 12% a 15%. Con lo cual, en realidad, una compañía con una rentabilidad menor a 15% está destruyendo valor”, afirma Eduardo Urdapilleta, socio de la consultora McKinsey.

Alejandro Preusche, socio director de la firma explica que “a medida que el capital adquiere más liquidez –como sucede en los mercados de capitales– la cuestión de las empresas que destruyen valor se vuelve apremiante, porque el accionista no sólo ve cómo va evolucionando la creación de valor, sino que puede decidir si quiere tener su patrimonio invertido en esa empresa. En el otro extremo está quien vive de su patrimonio. Es el caso típico del productor agropecuario que tiene medio millón de dólares invertidos en un campo cuya rentabilidad apenas le alcanza para vivir. Según esta definición, claramente está destruyendo valor, pero ¿qué otra cosa puede hacer?”.

Paul Menmuir, director ejecutivo para Sudamérica de la consultora A. T. Kearney, señala que la creación de valor es un concepto que “en las pymes argentinas, o en empresas familiares, no se aplica tanto, porque se manejan según los criterios de sus propietarios, que están muy involucrados en la gestión del negocio. No todos sus objetivos son necesariamente monetarios, sino que pueden ser una combinación de retorno y otros factores. Claro que, seguramente, esos criterios no serían los mismos que tendría esa misma compañía luego de ser comprada por una multinacional”.

La medida que normalmente se utiliza para hablar de creación o destrucción de valor es el llamado Economic Value Added (EVA) o valor agregado económico, que es la diferencia entre el retorno obtenido del capital (propio o proveniente del crédito) y su costo promedio.

“Lo que vimos en nuestro trabajo es que el retorno que una empresa argentina obtiene sobre el capital es muy similar al de compañías de los países desarrollados. Sería de esperar que un país emergente consiguiera retornos mayores, porque tiene un mercado menos desarrollado y costos de mano de obra y servicios menores” afirma Urdapilleta.

La otra parte del problema es el costo del capital que, en la Argentina, es más elevado que en los países desarrollados. “La misma inversión que en Estados Unidos podría estar creando valor, en la Argentina lo destruye. Así llegamos al tema central: el costo del capital, un factor directamente relacionado con la elevada tasa de riesgo país que actualmente tiene la Argentina”, señala el especialista de McKinsey.

En A. T. Kearney argumentan que, normalmente, un país en vías de desarrollo soporta un costo de capital más alto porque la inversión entraña mayor riesgo, aunque como contrapartida se espera que tenga un potencial de crecimiento mayor a largo plazo, porque sus consumos actuales per cápita son más bajos. “El problema es que la aparición de nuevas tecnologías en los países desarrollados ha cambiado el panorama y, en consecuencia, hay muchas más oportunidades para invertir” advierte Menmuir.

Teniendo en cuenta el mayor costo de capital generado por el riesgo país, ¿cuál es la alternativa para un empresario argentino, que no sea salir del negocio? “A corto plazo, debe asegurarse la mayor rentabilidad posible mediante reducción de costos y máxima productividad, que, por otra parte, es lo que mayoría está haciendo. El problema es que reducir costos significa, en muchos casos, achicarse y eso, en un marco recesivo como el actual, limita las posibilidades posteriores de crecimiento, porque hay que deshacerse de recursos humanos valiosos que permitirían crecer más rápido”.

Para Preusche, la cuestión se definirá a largo plazo. “Una cosa será si el escenario para las empresas argentinas es un marco recesivo por muchos años, y otra muy distinta si la Argentina comienza a crecer, el costo del capital comienza a bajar y algún día alcanza el investment grade. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya posibilidades. Hay empresas argentinas que están buscando asociarse con compañías de otros países, lo cual no significa venderse ni fusionarse, sino aliarse para crecer. Sin duda hay otros caminos”.

En A. T. Kearney advierten que el mercado penaliza los malos resultados, pero cada vez otorga menos importancia a la reducción de costos. “Están premiando a las empresas que obtienen sustanciales incrementos de sus ingresos y los mantienen en el tiempo, a través de acciones tales como la internacionalización de la distribución, la clientela y las marcas, el lanzamiento de nuevos productos y la generación de nuevas tecnologías”.

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