El costado irracional del cambio en management

Desde las últimas décadas del siglo 20 las empresas se esforzaron por cambiar distintas cosas para hacer frente a realidades diferentes. Sus esfuerzos no dieron los frutos esperados. Esta investigación revela que eso pasa porque se descuidan elementos irracionales de la naturaleza humana.

21 marzo, 2011

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<img alt="" src="../../../../mercado/ro/imagenes/foto_nota_1095_11_1.jpg" /></p>
<p>En 1996, John Kotter dec&iacute;a en <em>Leading Change </em>que apenas 30% de los programas de cambio implementados hasta esa fecha hab&iacute;an tenido &eacute;xito. Desde la publicaci&oacute;n de aquel libro fundacional, una inagotable literatura se public&oacute; sobre el tema y proliferaron los cursos dedicados al manejo del cambio en la organizaci&oacute;n. Sin embargo, en 2008, una investigaci&oacute;n que realiz&oacute; McKinsey entre 3.199 ejecutivos de todo el mundo descubri&oacute;, como Kotter, que solo triunfa una transformaci&oacute;n de cada tres. <br />
Tampoco parece haber ayudado mucho la incorporaci&oacute;n de elementos tomados de la psicolog&iacute;a, sobre la que ahora hay consenso. En<em> &ldquo;The Psychology of Change Management&rdquo;, </em>Emily Lawson y Colin Price, de McKinsey, sugieren cuatro condiciones b&aacute;sicas para lograr que los empleados cambien conductas:<em> a) un planteo interesante,</em> porque los empleados deben ver un buen motivo para cambiar; b) <em>dar el ejemplo, </em>o sea, ver a la gente que admiran implementando ese cambio; <em>c) reforzar mecanismos,</em> porque los sistemas, procesos e incentivos deben acoplarse a la nueva conducta; y d) creaci&oacute;n de capacidades, porque todos deben tener las habilidades requeridas para hacer los cambios que les piden. <br />
Esta receta, apoyada en el campo de la psicolog&iacute;a, es totalmente racional. Los gerentes creen que su aplicaci&oacute;n es puro sentido com&uacute;n. Para Carolyn Aiken y Scott Keller (McKinsey) ese es justamente el problema. La receta es buena, pero los gerentes racionales que intentan implementar las cuatro condiciones aplicando &ldquo;sentido com&uacute;n&rdquo; pierden tiempo y energ&iacute;a, y experimentan consecuencias frustrantes con sus esfuerzos para instalar el cambio. Los autores creen que es porque, cuando implementan la receta, descuidan ciertos elementos previsibles &ndash;a veces irracionales&ndash; de la naturaleza humana. El trabajo de estos investigadores de McKinsey (que analizaron empresas que implementan planes de cambio) identifica nueve revelaciones sobre la naturaleza humana que obstaculizan la aplicaci&oacute;n con &eacute;xito de las cuatro condiciones requeridas para el cambio de conducta. <br />
Aqu&iacute;, las cuatro condiciones y las nueve revelaciones del estudio.</p>
<p><strong>a) Un planteo interesante</strong><br />
El planteo debe mostrar el objetivo que justifica el cambio, debe ser bien comunicado y debe tener seguimiento. Todo esto es f&aacute;cil de decir, pero en la pr&aacute;ctica tropieza con tres peligros. <br />
<em>1. Lo que motiva al jefe no siempre motiva a los dem&aacute;s.</em> Las empresas utilizan dos tipos de argumento: <br />
1) Mejorar: &ldquo;estamos bien pero si cambiamos estaremos mejor.&rdquo;<br />
2) Reconvertir: &ldquo;debemos cambiar para sobrevivir&rdquo;.<br />
Ambos argumentos parecen intuitivamente racionales, y sin embargo tampoco logran el impacto que buscan los l&iacute;deres del cambio. <br />
&iquest;Por qu&eacute;? Porque lo que le preocupa al l&iacute;der no preocupa a los dem&aacute;s, al menos en forma significativa. Hace falta, entonces, tener un planteo de cambio que cubra cosas que motivan a los empleados. <br />
<em>2. Le conviene dejar que ellos hagan su propio planteo.</em> Los l&iacute;deres bien intencionados invierten mucho tiempo comunicando el cambio tal como lo ven ellos. Claro que esa visi&oacute;n debe ser comunicada, pero ser&iacute;a mejor escuchar m&aacute;s. <br />
<em>3. Para crear verdadera energ&iacute;a hace falta un planteo con elementos positivos y negativos. </em>El m&eacute;todo basado en el d&eacute;ficit &ndash;que identifica el problema y analiza lo que est&aacute; mal y c&oacute;mo arreglarlo&ndash;, proyecta y luego act&uacute;a, se ha convertido en el modelo m&aacute;s ense&ntilde;ado en las escuelas de negocios y es el gran modelo de cambio en la mayor&iacute;a de organizaciones. Las investigaciones muestran, sin embargo, que un planteo basado en lo que est&aacute; mal invoca culpa y crea fatiga y resistencia.<br />
Surge entonces el &ldquo;m&eacute;todo construccionista&rdquo;, en el cual el proceso de cambio se basa en descubrir una mejor situaci&oacute;n, so&ntilde;ar (c&oacute;mo ser&iacute;a), dise&ntilde;ar (c&oacute;mo deber&iacute;a ser) y avanzar hacia ella. El &uacute;nico problema con este m&eacute;todo ser&iacute;a que tanto &eacute;nfasis en lo positivo puede conducir a frustraciones.</p>
<p><strong>b) Dar el ejemplo</strong><br />
La gesti&oacute;n convencional del cambio sugiere que los l&iacute;deres deber&iacute;an convertirse en modelo para el cambio deseado. Y que luego bastar&aacute; con que movilicen al grupo de &ldquo;l&iacute;deres influyentes&rdquo; para lograr un cambio profundo en la organizaci&oacute;n. Lamentablemente, esto no siempre logra el impacto deseado.<br />
<em>4. Los l&iacute;deres creen, equivocadamente, que ellos &ldquo;ya son el cambio&rdquo;.</em> Muchos altos ejecutivos entienden y generalmente compran el famoso aforismo de Ghandi: &ldquo;S&eacute; t&uacute; el cambio que quieres ver en el mundo&rdquo;. Se comprometen personalmente a modelar el rol de las conductas deseadas. Y luego, en la pr&aacute;ctica, no cambia nada importante. <br />
Esto es as&iacute; porque ellos no se cuentan entre los que deben cambiar. Los seres humanos siempre creen que son mejores de lo que en realidad son.<br />
<em>5. &ldquo;Los l&iacute;deres influyentes&rdquo; no son una panacea para lograr el cambio. </em>Casi toda la literatura sobre el cambio insiste en la importancia de identificar y movilizar a aquellos en la organizaci&oacute;n que, bien por rol o por personalidad, ejercen una gran influencia en c&oacute;mo los dem&aacute;s piensan y act&uacute;an. Si bien esto es importante, no es una panacea para el cambio. Ellos deben ser muy persuasivos y los dem&aacute;s, muy receptivos.</p>
<p><strong>c) Reforzar mecanismos</strong><br />
El gerenciamiento convencional del cambio subraya la importancia de reforzar e incorporar cambios deseados en estructuras, procesos, sistemas objetivos e incentivos. Correcto. Para ser eficaces, sin embargo, esos mecanismos deben tener en cuenta que la gente no siempre se comporta en forma racional. <br />
<em>6. El dinero como motivador es el recurso m&aacute;s caro.</em> Las empresas que tratan de ligar los objetivos de sus programas de cambio con la remuneraci&oacute;n del personal descubren que eso raramente mejora la motivaci&oacute;n para cambiar en la medida deseada. La raz&oacute;n de esto es tan pr&aacute;ctica como psicol&oacute;gica: es muy dif&iacute;cil incorporar una conexi&oacute;n significativa entre el cambio y la remuneraci&oacute;n. <br />
<em>7. El proceso y el resultado deben ser justos.</em> Los empleados deber&aacute;n contrariar sus intereses personales si la situaci&oacute;n viola otras ideas que tienen sobre justicia y equidad.<br />
Al introducir cambios de cualquier tipo a las estructuras, procesos, sistemas e incentivos de la compa&ntilde;&iacute;a, los administradores deben prestar mucha atenci&oacute;n al sentido de justicia de los empleados sobre el proceso de cambio y el resultado que se busca. Mucho cuidado deber&aacute; ponerse all&iacute; donde los cambios afectan la forma en que ellos interact&uacute;an entre s&iacute;.</p>
<p><strong>c) Creaci&oacute;n de capacidades</strong><br />
La literatura del cambio insiste en la importancia de crear las habilidades y talento necesarios para el cambio deseado. Aunque es dif&iacute;cil de negar esto, en la pr&aacute;ctica hay dos reflexiones que hacer.<br />
<em>8. Los empleados son lo que piensan, lo que sienten y lo que creen.</em> Cuando los gerentes intentan mejorar desempe&ntilde;o cambiando la forma en que se comportan los empleados, suelen descuidar los pensamientos, sentimientos y creencias que, a su vez, impulsan la conducta. <br />
<em>9. Las buenas intenciones no alcanzan. </em>Los buenos programas de desarrollo de habilidades no olvidan que la gente aprende mejor haciendo que escuchando. Esos programas est&aacute;n llenos de simulaciones interactivas, dramatizaciones y promesas que hacen los participantes de &ldquo;practicar&rdquo; lo aprendido con el trabajo. Pero al d&iacute;a siguiente es f&aacute;cil olvidar las promesas. En esta falta de seguimiento no hay mala intenci&oacute;n. Se debe a que no se ha hecho nada formal para practicar las nuevas habilidades. El tiempo y energ&iacute;a requeridos para hacer algo adicional, o incluso para hacer algo de otra manera no se encuentra en un d&iacute;a lleno de obligaciones para todos. Pero sin embargo hay que encontrarlo, porque la capacitaci&oacute;n no debe ser algo que se hace una vez y se pasa a otra cosa.</p>
<p><img alt="" src="../../../../mercado/ro/imagenes/foto_nota_1095_11_2.jpg" /><br />
John Kotter</p>

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