Por qué invertir en Rare Earths

Hace 50 años, ¿quien podía imaginarse el valor que tendrían hoy ciertos elementos naturales llamados “tierras raras”? Todos tienen algo en común: aunque se encuentran en la naturaleza, hay muy poca cantidad de ellos. Por Gabriel Holand. 

15 abril, 2015

Hace 50 años, ¿quien podía imaginarse el valor que tendrían hoy ciertos elementos naturales llamados “tierras raras”? Pocos saben qué son aunque podríamos mencionar entre otros al Cerio, Disprosio, Erbio, Europio, Escandio, Gadolinio, Holmio, Iterbio, Itrio, Lantano, Litio, Lutecio, Neodimio, Praseodimio, Prometio, Samario, Terbio y Tulio. Todos tienen algo en común: aunque se encuentran en la naturaleza, hay muy poca cantidad de ellos.

 

Pero desde los años ´60 en adelante se les ha encontrado una utilidad especial en distintos sectores productivos, como la fabricación de equipos de iluminación (chips para Led, por ejemplo), de autos inteligentes o en la industria militar. Con estos elementos se fabrican discos rígidos de computadoras, placas solares, baterías recargables, smart phones, redes eléctricas, dispositivos ópticos y reactores nucleares, entre muchas otros productos que integran las tecnologías del futuro. Entre todos, hay uno de particular importancia: el Litio, mineral clave que se utiliza en la fabricación de baterías para celulares, notebooks y autos eléctricos.

 

Lo cierto es que desde hace 15 años la demanda de estos elementos creció en forma exponencial, superando ampliamente los stocks disponibles. En este momento, la demanda mundial de tierras raras es de aproximadamente 135.000 toneladas anuales, mientras que la producción es de unas 125.000 toneladas al año.

 

Por supuesto, esto llevó a que los principales actores económicos se preocuparan  frente a una posible escasez. Y aunque se generaron proyectos de desarrollo, hasta poder proveer insumos de “tierras raras” en relación con las necesidades de los usuarios potenciales, sus resultados van a demorar unos años en hacerse realidad.

 

Pocos los países afortunados

 

A esto se suma un factor adicional, relacionado con los países donde se hallan estos elementos con una existencia tan acotada. Hasta mediados del siglo XX, la mayor parte de las “tierras raras” se encontraban en Brasil e India. Luego surgió Sudáfrica como productor, y mas tarde se le sumó Estados Unidos, pero hoy el país que lidera la producción de estos carísimos y solicitados materiales es China, que los obtiene en diversas áreas de su extenso territorio y controla un altísimo porcentaje de la producción total.

 

Sin embargo, ante la enorme demanda y como medida para evitar un faltante de esos bienes para su propio uso, el Dragón  prácticamente cerró la exportación de sus tierras raras, elevando aun más los precios internacionales. Así mismo, creció el valor de las acciones de aquellas empresas que cuentan con reservas de estos componentes.

 

Sumando su creciente importancia en las industrias tecnológicas  y la escasa existencia de estos metales poco conocidos, su valor se ha vuelto sumamente atrayente, lo que los convierte en una oportunidad potencial  de inversión que puede generar retornos interesantes a mediano plazo.

 

En la medida en que como es esperable, las distintas ramas de la industria continúen con su desarrollo tecnológico, la demanda de tierras raras – y delas acciones de las empresas que las poseen –  continuará en ascenso. Por ello las compañías internacionales realizan fuertes apuestas en los principales yacimientos de nuestro país, sobre todo en las provincias de Salta y Catamarca.

 

En un contexto como el actual, en que los mercados globales muestran alta volatilidad y bajos rendimientos, esta alternativa se vuelve doblementeinteresante para el inversor que tenga tiempo para aguardar su madurez, y por ese motivo es un área de la actividad industrial global cada vez más considerada por los grandes jugadores.

 

Gabriel Holand es director Ejecutivo y socio de Compañía Consultora en Proyectos de  Inversión y Planeamiento Financiero (www.hrglobal.com.ar). Una versión de este artículo salió en la edición 137 de Alzas y Bajas. 

 

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