Dolarización: a favor y en contra

Practicamos con entusiasmo una especie de extremismo económico. Cuando somos estatistas, lo somos en grado sumo. Cuando abrazamos el privatismo, lo convertimos en un tótem intocable. Hartos de un Estado plagado de industrias que gerenciaba en forma ineficiente, resolvimos que lo mejor era que el Estado casi desapareciera. Si alguien hablaba de políticas proactivas, la mayoría fruncía -o frunce- el ceño. Un buen día encontramos la convertibilidad, una herramienta formidable que logró dominar la inflación y, al principio, acompañó un ciclo de crecimiento económico y de mayor competitividad.

17 noviembre, 2012

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