Como un tango, triste final en Copenhague
Un pacto de apuro y sin metas subraya el papelón de Copenhague, como lo reconocieron políticos occidentales. Para Barack Obama, los obreros de Ohio, Michigan e Illinois pesaron más que el dióxido de carbono en el segundo contaminador del mundo.
19 diciembre, 2009
<p>El mismo viernes, el presidente de EE.UU. esperó en vano al primer ministro chino en la reunión a puertas cerradas entre 20 jefes de estado o gobierno. Ni siquiera un principio de acuerdo era posible sin Beijing, el máximo contaminador del mundo. Fue inexplicable que, luego de conversar ambos líderes solos durante una hora, Wen no se presentara al encuentro colectivo. Al punto, casi todos los analistas dedujeron que el primer ministro chino y Obama distaban de coincidir en materia de controles a la emisión de gases tipo invernadero.<br />
<br />
“Debo ser sincero, porque el mundo nos mira. Temo –confesó el mandatario norteamericano- que nuestra capacidad de encarar acciones colectivas se halle en seria duda y penda de un hilo”. Así advertía faltando pocas horas para concluir esta desventurada cumbre. El apresurado documento de clausura confirma la decepción de Obama y el escepticismo de Wen. <br />
<br />
Al exponer ante ocho mil delegados en el plenario, el primer ministro ya se distanciaba de la cumbre. Se limitó a recomendar cooperación global para ir disminuyendo descargas de dióxido de carbono en la atmósfera. No negó que las perspectivas fuesen dramáticas, pero tampoco aportó solución alguna.<br />
Ya en la reunión reservada, los demás escucharon a Obama sin abrir la boca. Entre ellos figuraban Dmitri Medvediev (Rusia), Manmohan Singh (India), Gordon Brown (Gran Bretaña), Yukio Hatoyama (Japón) y Luiz Inácio da Silva (Brasil), único que formuló duros comentarios al salir del salón y recordó que, al menos, Kyoto produjo un documento en 1997.<br />
<br />
El comunicado final, entonces, es un breve catálogo de buenas intenciones, donde faltan alusiones a los US$ 100.000 millones ofrecidos rato antes por Estados Unidos. No hay un solo factor en el texto que lo vincule con la eventual cumbre (otra más) de julio en México. Copenhague dejó, sí, un dato irónico: la masa de aviones y limusinas en la helada capital danesa descargó –según estimaciones de la ONU- 46.000 toneladas de anhídrido carbónico en la atmósfera. Equivalen a cuanto contaminan en un año 2.300 estadounidenses o 600.000 etíopes y son un récord para conferencias del tema.</p>
<p> </p>