El gasto social es ineficiente y no alcanza

Rogelio Frigerio suena como una posible pata desarrollista en la formula con Macri pero, mientras tanto, entiende los desafios: bajar la inflación sin modificar el gasto social o reinsertarse en el mercado internacional sin perder soberanía.

27 abril, 2015

Por Florencia Pulla

 

 

Rogelio Frigerio vive apurado. Quizás siempre haya entendido su rutina diaria como una serie de reuniones a las que llega, inevitablemente, tarde, o quizás sea un hábito adquirido como presidente del Banco Ciudad. Lo cierto es que mirar el reloj se ha vuelto una costumbre y que no hay lugar físico en un día para tomar decisiones relativas al funcionamiento del banco, al financiamiento de la Ciudad, al funcionamiento de los planes clave que ya forman parte de su legado de gestión o a aparecer en radio y televisión dando su opinión sobre las posibles medidas económicas de Mauricio Macri si llega al sillón de Rivadavia.

 

De hecho, recientemente fue uno de los pocos que respaldó las declaraciones del líder del Pro respecto a una posible eliminación del cepo cambiario luego del 10 de diciembre. “Es perfectamente factible levantar el cepo en un día- dijo- pero depende de la confianza que tendremos a partir de ganar las elecciones de octubre”. No es poca cosa para afirmar públicamente. Quizás por esta lealtad es que Frigerio suena tanto como posible candidato a vicepresidente en la fórmula del Pro para 2015.

 

Como heredero del desarrollismo que mejor supo encarar su abuelo, entiende que hay mucho que probar, especialmente en términos de opinión pública. Sin embargo, como presidente del Banco Ciudad ha hecho bastante para ampliar el acceso de las clases trabajadoras al crédito y la vivienda y también para estimular emprendimientos dentro de los créditos para Pyme. De estos y otros temas relativos a su gestión y a su futuro político, discutió Frigerio con Alzas y Bajas los primeros días de febrero.

 

El sector bancario ha experimentado un crecimiento inusitado en los últimos años pero muchos creen que todavía no ha alcanzado su mayor grado de madurez potencial. ¿Cuál es su visión del sector a meses de que se termine el segundo gobierno de Cristina Kirchner?

 

Creo que el sistema financiero tuvo muy buenos años; no se puede negar que ha tenido buena rentabilidad con este modelo. Pero de un tiempo a esta parte eso dejó de pasar: el 2014 fue el peor año de los bancos desde que comenzó el modelo kirchnerista y el 2015 pinta peor porque, básicamente, además de la inflación existen ciertas regulaciones y normativas del BCRA que afectan la rentabilidad. Hablo del piso para las tasas pasivas, el techo para las tasas activas, regulaciones que van contra comisiones… hay mucha injerencia del BCRA. Y eso es preocupante. Porque creo que esta crisis no tiene que ver  con la solidez del sistema financiero –eso no está en discusión como sí sucedió en otros momentos, de falta de liquidez- sino con el deterioro de la rentabilidad. Sería peligroso que el Gobierno no intentara mantener esta solvencia.

Pero los bancos, con su gran capacidad para afectar el devenir económico, también han sido aceleradores de varias crisis…

Sí, es cierto que en algunos casos el sistema financiero resultó un acelerador de la crisis. Pero en este momento no diría que es así. No es un dique de contención pero ayuda, definitivamente, a contener la crisis. Si se destruyeran esas bases del sistema ya no existirían diferencias con crisis anteriores. De todas formas, el sistema financiero en Argentina tiene escasa penetración en la sociedad, posiblemente sea de las más bajas de la región. Ni hablar del Mercado de Capitales. El próximo gobierno deberá desarrollarlo más más para ampliar la bancarización de sectores clave de la sociedad.

 

Cuando se habla de la falta de penetración del mercado financiero en la sociedad debe hablarse, también, de la falta de acceso al crédito. En ese sentido los bancos no siempre han sabido estar “cerca de la gente”. ¿Es un problema de siempre que no se resuelve?

Estamos trabajando para eso. No solamente con créditos hipotecarios como Primera Casa sino con una línea para quienes necesitan alquilar, no solo en la Ciudad de Buenos Aires sino también a escala nacional. La idea es financiar las garantías que mucha gente no tiene cuando necesita alquilar, el anticipo y el depósito. Nos hacemos cargo de las restricciones más generales para que la gente acceda a alquilar la vivienda. También tenemos una empresa de microfinanzas, es decir de microcréditos, para emprendedores que se radiquen en lugares más difíciles de la ciudad. El éxito del negocio bancario depende de transformar la informalidad en formalidad.

 

Con la suba del precio de las propiedad, hay quienes dicen que el plan Primera Casa ha perdido competitividad. Que las restricciones que aplican con alcanzan para hacerse de una primera propiedad y, por lo tanto, que su alcance es poco significativo. ¿Cómo se puede pensar en un crédito a 30 años?

 

Nuestro país adolece de políticas de largo plazo y en un contexto de alta inflación y gran incertidumbre –y mas aún con el cepo cambiario- es prácticamente imposible que las personas tengan acceso a créditos hipotecarios y solucionar así el problema de la vivienda. El próximo gobierno tiene, entre otras cosas, la tarea de corregir la inflación y de generar certidumbre para que los depósitos de largo plazo y con bajas tasas de interés generen la posibilidad de créditos largos y también con tasas bajas, como hacen la mayoría de los países de la región. Nada de eso está pasando. El Banco Ciudad es público pero no puede corregir estos problemas de la macroeconomía. “Primera Casa” es nuestra línea más popular, que apunta a un segmento desfavorecido de la población que le cuesta tener un techo propio. Pero repito, no somos Gobierno, no podemos hacer nada sobre los problemas del mercado inmobiliario. Podemos ayudar a la gente en el medio de clima hostil y nada más.

 

Hace un rato apuntaba a la falta de desarrollo del Mercado de Capitales. ¿Existe un perfil del inversor argentino o apunta, como siempre, a resguardar su capital en ladrillos?

Al inversor en Argentina se lo ha golpeado y mucho y entonces ha convertido en un inversor cada vez mas cauteloso. Lo que hace falta es previsibilidad y reglas de juego estables en el tiempo, dos cosas que faltan en nuestro país y que atentan contra toda posibilidad de desarrollo, pero sobre todo del Mercado de Capitales y del sistema financiero que quizás necesitan más que otros sectores esta previsibilidad. No hay cultura del inversor, hay que crearla para alejarlo de los ladrillos.

 

Es difícil separar al Banco Ciudad de los vaivenes políticos porque este es un banco público. De la misma manera que cuando se piensa en Marangoni se piensa también en Scioli, cuando se habla de Frigerio también se habla de Macri. ¿Cómo fue la experiencia del Banco, por ejemplo, para acceder a créditos internacionales siendo agente financiero del Gobierno de la Ciudad?

 

Desde hace un año que venimos desarrollando un área de finanzas especifica para este tema porque necesitamos poder brindarle este servicio al Gobierno de la Ciudad que es también nuestro principal accionista. Estamos empezando a participar de las colaciones que hace el Estado municipal y también otros gobiernos; haciendo nuestras primeras armas pero con bastante éxito.

 

Evidentemente no escapa a las duras tasas internacionales a las que tiene acceso la Argentina hoy en el mercado mundial.

La Ciudad sacó un bono de US$ 500 millones a una tasa alta pero que, comparada con las expectativas de otros gobiernos, fue bastante buena. Lo cierto es que la Ciudad no tiene cómo romper la barrera, o mejor dicho el piso, que impone el riesgo país. Cuando alentamos la posibilidad de que Argentina se reconcilie con el mundo y vuelva a formar parte del mercado voluntario de deuda no pretendemos que el país se endeude por cualquier cosa sino para que se pueda invertir en mejorar también el crédito para estados subnacionales, empresas y también individuos… sin eso no podemos salir de esta trampa. Se ha llegado a estigmatizar el endeudamiento per se, sin entender que muchas veces conseguir financiamiento es parte fundamental de un proyecto de desarrollo. El tema es para qué endeudarse y en qué condiciones y en general Argentina se ha endeudado mal, en pésimas condiciones y con objetivos errados; no hemos tenido endeudamiento para financiar proyectos de inversión a bajas tasas de interés y a largo plazo sino todo lo contrario.

Más allá del enfrentamiento con los holdouts, el Gobierno Nacional parecía estar dando señales de amigarse con los organismos de crédito internacionales. La reconciliación y negociación con el Club de París, por ejemplo, ¿no fue un sinceramiento también de estas condiciones que marcas?

Ibamos camino a eso, sí, aún con acuerdos muy onerosos para los argentinos porque se negoció mal con el Club del París. Pero sí, entendimos que el Gobierno quería reconciliarse con el mercado voluntario de deuda y nos equivocamos, no fue así, y creo que el gobierno va a terminar su mandato sin acceso al crédito, o por lo menos a las tasas que nuestros países vecinos se están endeudando a 10 años.

En una economía que adolece de dólares y que los necesita para su desarrollo, la estrategia del Gobierno respecto a los organismos internacionales de crédito parece haber sido evitar una sangría a cualquier costo.

El Gobierno suele actuar más por miedo que por convicción y en este caso el miedo a quedarse sin dólares puede haber impulsado este proceso frustrado de reconciliarnos con el mercado de crédito. Pero, por otra parte, somos casi el único país en el mundo en donde faltan dólares; donde siempre existe una demanda irrefrenable. Creo que una de las oportunidades perdidas que tuvo esta década fue haber dejado pasar la ocasión de pesificar la economía que es muy importante para poder empezar a pensar en pesos. Teníamos viento a favor, crecimiento y un dólar que estuvo como nunca por el piso. Las condiciones para comenzar a convencer a la gente de que piense en pesos estaban dadas pero se despreció el valor de la moneda nacional.

Con aciertos y errores, estos últimos 10 años tuvieron esta lógica. Pero en Diciembre habrá un cambio de manos. ¿Cómo imagina que serán los cambios?

Depende quién gane, claro. Pero creo que los mercados internacionales están esperando que les demos excusas para poder invertir. Por ahora venimos dando claras señales para que hagan lo contrario. El próximo Gobierno tendrá que ponerse al hombro esta tarea de reconciliarnos con el mundo, que deberá empezar con nuestros países vecinos. Tenemos vínculos estratégicos con Brasil y con China y la próxima administración deberá tenerlos en agenda. Si ganase Mauricio Macri creo que cambiaríamos rápidamente la tendencia porque direccionaríamos el barco hacia otro horizonte. La rapidez de la recuperación dependerá de cómo el mundo nos acompañe y las señales que podamos darle.

El macrismo siempre marca como fundamental el sinceramiento sobre la inflación y marca una reducción del gasto público. ¿Cómo se puede reducir la inflación, en este caso, sin disminuir muchos planes sociales?

Pero la inflación es la fiebre, lo que muestra que el cuerpo está enfermo. Pero si no se va al médico… Argentina y Venezuela son los dos únicos países de la región con alta inflación y no es casual que sean los dos que tampoco crecen. La inflación favorece a los políticos  que a veces deciden hacer ajustes a través de la inflación cuando las cosas se les van de las manos o utilizan la inflación para recaudar más, pero la inflación siempre es perniciosa y además afecta a los que menos tienen. Además no es solamente bajando el gasto público que se reduce la inflación.

Pero en concreto, ¿el macrismo piensa que hay que reducir el gasto en planes sociales?

No, creemos que hay que aumentar el gasto en Argentina. Uno de cada tres argentinos es pobre y uno de cada 10 se va a dormir con hambre. Lo que ocurre es que el gasto social es ineficiente y no alcanza. Hay que eliminar el derroche fiscal que se acumuló en estos años y pensar, al discutir el presupuesto, cuáles son los gastos que valen la pena sostener y cuáles no. Claramente el gasto social no solo hay que mantenerlo sino que hay que aumentarlo: no alcanza con la AUH. Sin reducir el gasto social hay muchas cosas para hacer como, por ejemplo, eliminar subsidios al sector privado que claramente favorecen a los estratos más altos.

O gravar la renta financiera.

Se puede. Pero teniendo en cuenta la pentración del sistema financiero y del Mercado de Capitales, que es baja, no sé cuánto podría recaudarse con eso. Es un tema complejo pero se puede tratar.

 

 

Una versión de esta nota salió en la edición 138 de Alzas y Bajas. 

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