Lo que esconde Vaca Muerta

Detrás de uno de los yacimientos de no convencionales más importantes del mundo se esconde un anticipo del país que se viene. Pero no escapa de la controversia. Por Florencia Pulla. 

19 mayo, 2015

El año pasado el Grupo Clarín organizó un ciclo de debates bajo el nombre “Democracia y Desarrollo”, en el que diferentes personalidades de la cultura y la política debatieron temas de interés público para pensar “la Argentina que se viene”. El tercero de ellos trató un tema que no está, generalmente, en la agenda de discursos públicos de la oposición pero que, sin embargo, resultará de vital importancia para el próximo Gobierno: la independencia energética. 

Con ese fin reunió, en los primeros días de agosto de 2014, a un grupo interesante de presidenciables: Sergio Massa (Frente Renovador), Julio Cobos (UCR-FAUNEN), Hermes Binner (PS-FAUNEN) y al gobernador neuquino, Jorge Sapag (Movimiento Popular Neuquino). Todos, sin excepción, estuvieron de acuerdo: Vaca Muerta es una oportunidad histórica y el consenso político –en el que hay unas pocas voces disidentes– implica poner en marcha engranajes para que su explotación resista cualquier vaivén político. En otras palabras y como dice la canción: pasan los radicales, los peronistas… quedan, no los artistas, sino Vaca Muerta. El antiguo grito de batalla –”hay que pensar un proyecto de país”, “debe haber una política de Estado”– se resume en el eslogan “sacarinoso” de YPF: orgullosos –el “todos” es tácito– del producto de nuestro suelo. 

 

 

El debate cae en un buen momento. 2014 amaneció con la ratificación del acuerdo con la estadounidense Chevron –cuyos términos completos aún no se conocen– para explorar el yacimiento no convencional de la cuenca neuquina. Y agosto cerró con la noticia de que la malaya Petronas invertirá US$ 550 millones para hacer lo mismo. En el contexto de un default selectivo, como calificó Standard and Poor’s al del Estado, la buena nueva no deja de sorprender. 

La aceleración de estos acuerdos en el tiempo se debe más a las particularidades de la situación energética argentina que a cualquier otra variable. El autoabastecimiento perdido hace una década-atribuido, por un lado, al crecimiento “a tasas chinas” de los últimos años que aumentó la demanda industrial y el consumo interno y, por el otro, a las escasas inversiones de Repsol para potenciar la extracción lo que devino en una baja en las reservas, es la principal preocupación. Lo cierto es que, en un contexto de escasez de divisas, el déficit que enfrenta el sector es preocupante.  

La explotación de yacimientos no convencionales es presentada por las empresas petroleras –y otras tantas de servicios vinculadas indirectamente– como una oportunidad histórica para revertir esta tendencia, convertirse en exportador de energía y servicios, atraer inversiones extranjeras que potencien el circuito público-privado y utilizar esos recursos financieros en mejorar infraestructura y estrechar la desigualdad social. 

Miguel Galuccio, titular de YPF, así lo entiende y lo expresó en una reunión en la Unión Industrial Argentina. “La Argentina será un país si logra desarrollar el no convencional y otro si no lo hace. Por eso tenemos dos opciones: el camino de la dependencia o el camino de la independencia energética”. 

Cortina. Aplausos. Nada mal. Entonces, ¿por qué tanta controversia?


Pablo Pereira

El debate ambientalista 

Se abusa mucho en Internet del término “Fucking fracking” para denostar la práctica de estimulación hidráulica, especialmente entre los grupos ambientalistas más radicales que son, no asombra, muchos. 

La cara más pública del debate en la Argentina es la del cineasta y actual senador de FAUNEN Fernando “Pino” Solanas. En pocas palabras: no es fan de la práctica. Algunos lo tildan de un antiextractivista romántico y quizás la realidad no esté lejos de eso. Su discurso antiminería y antipetróleo es parte de una corriente política “green” que en nuestro país encuentra eco en agrupaciones de izquierda y ONG ambientalistas. 

Su último esfuerzo es un documental que tituló “La guerra del fracking”. Allí expone sus razones por las que la explotación de yacimientos de petróleo y gas no convencionales –hablamos específicamente de shale oil y gas, porque existen otros– sería una mala idea. Entre ellas: contaminación de las napas de agua, extracción de recursos naturales por parte de potencias extranjeras (lo que Solanas llama “neocolonialismo”) y un aprovechamiento de tierras pertenecientes a pueblos originarios, que sufren también las consecuencias. 

Lo acompaña la socióloga e investigadora del Conicet Maristella Svampa quien, recientemente, publicó un ensayo sobre el tema en el que explica las relaciones entre el “centro” y “periferia” capitalista: el rol de la Argentina como perpetuo exportador de materias primas que produce siempre un déficit a escala local, tanto en términos económicos como ambientales. 

Para Ernesto Gallegos, doctor en Geología y profesor en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, estas afirmaciones son producto de una mala filosofía de la ciencia. Además de profesor y experto en la materia, Gallegos es una de las voces más firmes dentro del proyecto colectivo “Independencia Energética Argentina” que trata de exponer mitos y verdades sobre el fracking y los llamados no convencionales. 

“El fracking no es algo nuevo. Se viene aplicando para la extracción de shale oil y shale gas desde la década de los años 40 y con los avances en la tecnología hoy, más que nunca, es comercialmente viable convertir el recurso en reserva. Pero además la tecnología lo hizo más seguro: hoy el uso del agua y de los llamados fluidos de sostén es más eficiente”. 

La estimulación hidráulica –o fracking, como se resisten a llamarla las petroleras, quizás por su mala prensa– se usa desde hace tiempo para mejorar la permeabilidad de los yacimientos convencionales. Consiste en inyectar –”uno o dos días como mucho”, aclara Gallegos– agua a alta presión con arena y unos 12 aditivos. “Hay mucho mito con respecto a los químicos que se usan. No es veneno, son cosas que se usan todos los días en las casas”. 

Fuentes dentro de YPF confirmaron esto. “Es totalmente transparente lo que hacemos con los químicos que no son diferentes de otros que tenemos dando vueltas por ahí. Un shampoo está lleno de químicos pero no por eso es dañino”. La arena está ahí para que la fisura no se cierre, para que por las microfisuras fluya el hidrocarburo. 

¿Qué hay del agua? “Es reutilizable”, apunta Gallegos. Desde YPF agregan otro dato: la explotación solo utiliza 0,1% del caudal de ríos de Neuquén. “Más de 90% del caudal del río Colorado termina en el mar. En comparación el agua utilizada para riego es de 3%”, explica la fuente. 

Pero quizás más importante a la hora de contrarrestar el mito de la contaminación de las napas es el análisis de la geología particular de Vaca Muerta. Mientras que en otros yacimientos de no convencionales los acuíferos se encuentran relativamente cerca de las piedras a las que hay que practicarles fracking, en la Argentina hay 2.000 metros de roca que los separan. “Además no es que se hace el agujero y se deja así –dicen desde YPF– sino que cuando se abre se baja acero y cemento, se lo entuba”. 

“Vaca Muerta se encuentra en promedio a una profundidad mayor a 2.000 metros y las fracturas siempre son de menos de 100”, agrega Gallegos. 

“Todas las industrias tienen impacto pero hay que lograr la sustentabilidad”. Así lo expresa Pablo Pereira, socio de Accenture para Recursos Naturales y Energía. Sabe una cosa o dos del asunto. Su división contribuyó en varios informes sobre no convencionales y participó en infinidad de proyectos para petroleras. “No es menos segura que cualquier otra industria de capital intensivo. Diría, incluso, que es más segura que muchas. Creo que históricamente la industria de energía tuvo y tiene mala prensa. Siempre se van a encontrar grupos que opinen lo que sea con extremos opuestos y más si el nivel de conocimiento que hay respecto a lo que es un recurso no convencional es bajo. Pero hay que entenderlo: nunca se va a encontrar el consenso de 100% respecto a este tema”. 

¿Qué hay, entonces, sobre las energías alternativas que, en principio, son limpias y más seguras que los hidrocarburos de origen fósil?


La guerra del fracking

Una falsa dicotomía 

“La apuesta por el fracking implica la profundización de la matriz energética actual, basada en los combustibles fósiles y, en consecuencia, un fuerte retroceso en términos de escenarios alternativos o de transición hacia energías limpias y renovables”, escribió Svampa en el suplemento cultural ñ aunque no respondió a los pedidos de Mercado para una entrevista. 

El ingeniero en petróleo Eduardo D’Elía piensa sobre las mismas líneas. Escribió: “Otras energías limpias pueden satisfacer nuestras necesidades energéticas con menos costo, pero principalmente con muchísimos menos impactos ambientales y sin necesidad de recurrir al consumo irreversible de nuestro patrimonio natural. El sol provoca la circulación del viento (energía eólica), produce las olas en el mar (energía undimotriz), garantiza el ciclo del agua para que existan los ríos (energía hidráulica), aun guarda calor dentro de la corteza terrestre (energía geotérmica), nos aporta luz (energía fotovoltaica) y calor (energía térmica). Sin embargo seguimos agachando la cabeza para buscar en el suelo, exprimiendo las rocas para extraer la última gota de energía, siendo que la más grande fuente de energía que nunca acabará la encontraremos con solo alzar la cabeza y comenzar a mirar al cielo”. 

Aunque varias empresas –argentinas y del exterior, más precisamente de origen estadounidense y chino– han encontrado la manera de abaratar costos respecto a la fabricación en serie de paneles solares y las potencialidades de la energía eólica en nuestro país son muy buenas, la parte de “alternativa” en este tipo de energías las hace, todavía, inviables. Es decir, la dependencia de la matriz energética en 90% en hidrocarburos no se da como decisión estratégica sino, más bien, por las dificultades de almacenamiento de estas energías que tienen al sol como protagonistas. 

“El problema tiene que ver con el almacenamiento cuando es de noche. O cuando no hay viento. Digo, el viento no siempre va en la misma dirección ni tiene la misma potencia. Son fuentes de energía discontinuas y por lo tanto no son confiables para que las usemos todos los días. Lo que producen los aerogeneradores no se puede conectar a la red eléctrica, se tiene que usar o si no almacenar. Y, lamentablemente, mientras que los paneles son más baratos, las baterías todavía no lo son. Si no todos estaríamos manejando autos híbridos”, plantea Gallegos. 

Además, dice, “es una falsa dicotomía plantear la discusión en términos de energías alternativas versus no convencionales. Porque por poner recursos en Vaca Muerta no se mueren los proyectos de energías alternativas en otros lugares del país”. Habla, seguramente, de proyectos como el Parque Eólico Antonio Morán, en Comodoro Rivadavia, el más grande de Sudamérica. “Además si hablamos de baterías, otra industria extractiva como es la minería puede ayudar a generar baterías más baratas. Y no hay que olvidar que el litio, el componente más importante en su producción, se produce en la Argentina”. 

“Se puede tratar de ejecutar la explotación de manera que el impacto sea marginal versus el beneficio que trae aparejado –enfatiza Pereira–¿Que hay posibilidad de contaminación? Sí, si se hace mal, lo mismo que con cualquier otra actividad. La industria del gas es bastante consciente de cómo debe hacer para que el impacto sea mínimo. Pero que existan las discusiones es sano. Es parte del proceso de educación porque hay que explicar algo, demostrarlo fácticamente. Si aun así la posición es cerrada, es otra cosa”.

Exportar know-how

Si el primer objetivo es el autoabastecimiento, el segundo es exportar know-how para el sector energético, especialmente a aquellas empresas que quieran explotar no convencionales del tipo de Vaca Muerta. 

Roberto Salvarezza, presidente de Conicet, explicó a Mercado la importancia de la unión público-privada en la creación de la empresa Y-Tec, en la que se reparten casi 50-50 las acciones: 51% para YPF, 49% para Conicet. “La idea desde un principio fue crear una empresa de base tecnológica que permita vender tecnología a todo el sector de energía. Tenemos investigadores dentro de la empresa trabajando codo a codo con gente de YPF de toda la vida”, dijo a Mercado.
“Si miramos lo que pasó con Brasil en temas de aguas profundas es lógico que la idea de YPF sea esa. Hoy achicó su negocio en otras partes del mundo pero, a su vez, se volvió un especialista en la materia de aguas profundas. Es perfectamente posible pensar que Vaca Muerta, por su tamaño, inspire para crear tecnología de extracción”, explica Pereira. 

Parte del plan estratégico 20-20 es potenciar las carreras que, como geología o ingeniería, pueden ayudar a desarrollar áreas claves. Sin embargo, hoy son solo nueve los geólogos que se reciben con una especialidad relacionada al petróleo por año. 

Pereira es claro. “Es un fenómeno relativamente nuevo. Hace cuatro años el tema fetiche era “peak oil”, ver cuándo se iba a terminar el petróleo. No es casualidad que no haya sido un área de interés en ese momento. Hoy existe la tecnología para hacerlo comercialmente viable pero todavía faltan afinar muchas variables para que esta explotación se dé en el mejor de los contextos. El recurso geológico está, pero falta logística, facilidad de acceso, incentivos, capital. Y claro, el recurso humano. Hay que repensar cómo atraer gente. Pero no hay dudas de que es una oportunidad histórica para estrechar lazos con instituciones académicas. Hay muchos beneficios mutuos. Nunca nadie perdió invirtiendo en esa relación”. La articulación de Accenture con el MIT va en esta dirección: ver cómo se pueden aplicar técnicas de analytics a problemas operativos propios de los no convencionales.

La discusión siempre es política

Si el plan estratégico de YPF logra su cometido, explotar solo 15% de Vaca Muerta podría acabar con el problema de la importación de energía. Y lo que eso significa a escala macroeconómica es claro. En 2014 es posible que la mitad de las escasas reservas del Estado se vayan en importar energía. En el escenario inverso, habría una mayor disponibilidad de divisas para mejor batallar una crisis, preparar programas que mejoren el rendimiento académico en los más chicos o, incluso, para invertir en rutas que se necesitarán si se pretende exportar energía a países de la región. En un contexto de encarecimiento del barril de crudo, la balanza comercial argentina tampoco sufriría los embates del precio del petróleo y eso establecería un mejor piso para que las empresas radicadas en el país puedan prosperar y el mercado interno, florecer. Ya lo dijo Galuccio: “Vaca Muerta ofrecerá un espacio grande de oportunidades para el desarrollo local de proveedores y empresas vinculadas a la cadena de valor”.

Para las provincias petroleras, el tema no es menor. Se estiman US$ 8.500 millones para la provincia de Neuquén solamente en el proyecto de Loma Campana, que YPF está desarrollando junto con Chevron. Y esa es solo una parte marginal de un territorio que pone a la Argentina entre quienes más tienen recursos de shale oil y shale gas. Fueron las cláusulas de confidencialidad las que levantaron las cejas de políticos y de buena parte de la opinión pública. 

“Que haya confidencialidad en el acuerdo tiene sentido en un principio porque si se quieren atraer más inversiones es lógico que otras empresas no conozcan los beneficios del acuerdo; exigirían lo mismo. Es igual que en cualquier otro negocio; por más que YPF tenga una participación estatal sigue siendo una sociedad anónima”, dijo una fuente cercana a la empresa y agregó “también firmamos un acuerdo similar con Dow Chemicals pero no se los ve muy preocupados por saber todos los detalles en ese caso”. Ambos argumentos son controvertibles. 

Si todavía falta afinar todas esas variables –logística, servicios tecnológicos asociados, recursos humanos, incluso un marco legal que beneficie los intereses locales y por eso se impulsa, dice el argumento una modificación a la Ley Nacional de Hidrocarburos– es lógico pensar que serán esas las áreas más beneficiadas de poder explotarse mejor Vaca Muerta. Pero se necesita, más allá de cualquier cosa, una visión. “Como en todo negocio habrá gente dispuesta a correr riesgo y otros que no. Ellos serán quienes tengan, al final, una mayor recompensa”.

 

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades