¿Cuánto vale el trabajo del ama de casa?

Melinda Gates difundió una investigación de McKinsey que cuantifica en dinero contate y sonante el trabajo de la mujer en su hogar. La cifra resultante impacta: equivale casi al PBI de China.

10 noviembre, 2015

Si se pagara un sueldo a todas las amas de casa del mundo que todos los días realizan tareas pesadas, ingratas, repetitivas e invisibles a los ojos de los demás, se llegaría a la increíble suma de US$ 10 billones (o sea 10 millones de millones de dólares).

 

Desde que la humanidad existe, millones de mujeres se han levantado por la mañana para trabajar incansablemente durante todo el día hasta caer exhaustas por la noche sin recibir nunca un centavo de retribución. Durante todos esos siglos han creado un valor que nunca nadie midió. Suena como la injusticia más grande del mundo jamás reclamada por ningún sindicato.

 

Melinda explica la idea central del trabajo: cuando los gobiernos miden sus economías nacionales en el PBI dejan afuera el “trabajo de las mujeres”: atender a su familia, atender las necesidades de su casa y ocuparse de que todo funcione como debe ser. Ese trabajo no está incluido en el PBI. Es un trabajo invisible que no se valora ni en términos de dinero ni en términos de prestigio.

 

Gracias al nuevo informe McKinsey sobre la brecha de género en el trabajo ahora si tiene la cifra de ese trabajo no remunerado: US$ 100 billones. Si todas las mujeres que se ocupan de su familia constituyeran una nación , esa nación sería la cuarta economía del mundo.

 

Con esa medición, sin embargo, se toma en cuenta solo la dimensión física de esa atención. Pero, como dice Anne-Marie Slaughter en su libro Unfinished Business que cita el Financial Times, cuidar de la familia tiene un componente emocional de amor, de crianza, de transformación de un ingreso monetario en enseñanza, disciplina, guía moral, resolución de problemas, apoyo emocional y modelo de rol que exige la crianza de los hijos e invertir en los demás.

 

Reconocer esta carga injusta es el primer paso para comenzar a remediar esto. Mientras las estadísticas económicas sigan borrando el trabajo que hacen ellas será mucho más fácil que todos ignoren la disparidad que está incrustada en el corazón de nuestras sociedades.

 

Es cierto que la tecnología, en los países desarrollados, ha llegado para reducir el esfuerzo que realizan las mujeres en tareas aburridas y repetitivas. Pero en las naciones en desarrollo las mujeres invierten horas yendo a buscar el agua que necesitan para sus hogares. No tienen ni lavarropas, ni planchas ni aspiradoras. Sólo con reducir 61% del trabajo no remunerado de ese tipo de tareas, se puede liberar tiempo para el otro trabajo más valioso que atender a niños y ancianos.

La última etapa del proceso sería redistribuir el trabajo no remunerado, o sea incluir a los hombres equitativamente en el trabajo y los placeres del cuidado familiar. Hombres que se relacionan con sus hijos en la primera infancia sienten una profunda satisfacción con esa relación. Cuando hombres y mujeres con co-padres en igualdad de condiciones ambos exigen acuerdos de trabajo flexible que beneficia a toda la familia.

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