El día en que Gran Bretaña saltó al vacío

 Un verdadero terremoto. Ganó el no: salir de la Unión Europea, por 52% a 48%. Renunció el Primer Ministro David Cameron y habrá elecciones en octubre. Ahora, con mercados financieros en franca caída, todos miran el calendario del Brexit. El voto a favor de abandonar la Unión Europea de parte de los británicos tendrá inmensas consecuencias sobre el comercio, la inmigración, las finanzas, la política y el futuro del mismo bloque europeo.  

26 junio, 2016

 

 

Un verdadero terremoto. El voto a favor de abandonar la Unión Europea de parte de los británicos tendrá inmensas consecuencias sobre el comercio, la inmigración, las finanzas, la política y el futuro del mismo bloque continental.

Ganó el no: salir de la Unión Europea, por 52% a 48%. Renunció el primer ministro David Cameron y habrá elecciones en octubre. Ahora, con mercados financieros en franca caída, todos miran el calendario del Brexit.

La primera consecuencia percibida fue una tremenda pérdida en los mercados globales. Ocurrió 24 horas después de la elección, el último día hábil de esa semana, el viernes 24 de junio. Los mercados globales de acciones perdieron más de US$ 2 billones (millones de millones), la caída más pronunciada en una jornada desde 2007. Es otra manera de medir el impacto que tuvo el Brexit.

La caída incluyó US$ 830.000 millones por el descenso en el precio de las acciones estadounidenses (US$ 657.000 millones de ellos pertenecientes al listado de las S&P 500). Dentro de la cifra total de pérdidas, figuran US$ 400.000 millones en que resultó perjudicado el sector financiero global. En los mercados emergentes, los descensos en valor de mercado llegaron a US$ 129.000 millones.
La reacción negativa por el resultado del referendo británico atrapó en una espiral descendente a bancos de Europa y de EE.UU. Morgan Stanley, Citigroup, JP Morgan Chase y Goldman Sachs tuvieron pronunciados descensos en sus cotizaciones.

En España, Banco Santander y Banco Sabadell (ambos con fuerte presencia en la City de Londres) cayeron 14 y 19% en su cotización, respectivamente. En similar nivel cayó la cotización de la acción de Deutsche Bank. En Italia sufrieron el Intesa San Paolo y el UniCredit (que recibió importante apoyo por parte del Banco Central Europeo). 

Finalmente también acusaron fuertes descensos Banco de Irlanda (en torno a 20%) y los grandes bancos griegos que perdieron 30% de su valor en una sola jornada, inolvidable. Todo esto en las primeras 24 horas siguientes a la votación.

 

Peso de la desigualdad

Sería poco preciso atribuir exclusivamente el resultado del voto al tema de los inmigrantes o a la crisis financiera. La razón de fondo –aunque menos visible– es la desigualdad económica geográfica como se advierte al mirar el mapa de los resultados.

Esa realidad pesó en el desenlace y no fue advertida por la clase política hasta que fue demasiado tarde. Es cierto que las consecuencias para todos los británicos, pero en especial para los desencantados que votaron por abandonar la UE, serán pronto peores en términos de futura calidad de vida, efectos sobre el empleo, sueldos y precios, que serán todavía más relevantes que el pronunciado descenso registrado ya en el valor de la libra esterlina o de las acciones bursátiles.
El desenlace electoral –aunque no se advierta todavía con claridad– está muy conectado con cultura, perspectiva sobre la vida, calidad de la vida cotidiana y un fuerte sentido de pertenencia a la sociedad en la que se está inmerso.

Sin duda el proceso de ajustar los estándares de vida desde comienzos del siglo jugó un papel importante en que mucha gente perdiera su fe en la política británica, cuando además se creía con derecho a que la economía les dispensara mejor tratamiento.

No todo se explica, sin embargo, por el pasado reciente. Hacen falta otros elementos y perspectiva histórica para enriquecer la explicación de lo que realmente ocurrió. El impacto de la desigualdad a tener en cuenta no es únicamente sobre lo ocurrido en la reciente recesión, o al efecto de la última emigración europea en la depresión de los salarios.

El efecto negativo de la desigualdad geográfica que ha tenido incidencia sobre el Brexit es mucho más antiguo. Es una desigualdad que ya era más que evidente en los años 80 –cuando no había migración europea–, donde los costos se concentraban en determinadas áreas, sin que hubiera voluntad política o social de corregir esas distorsiones.

Una lección dura: los partidos políticos, a partir de ahora, deberán replantear a fondo estos temas centrales como inmigración, comercio y empleo.

 

 

Alimentos importados 

Este es un nuevo tema que plantea el Brexit para los próximos meses: cómo alimentar a Gran Bretaña. Una cuarta parte de lo que se consume proviene del continente.

El colapso de la libra hará que el costo de estas importaciones sea mucho más pesado. El año pasado, 2015, el Reino Unido exportó alimentos y bebidas por valor de 18.000 millones de libras (entonces US$ 26.000 millones) y compró por valor de 38.500 millones de libras de sus antiguos socios).

Es difícil vaticinar qué pasará con la industria de la alimentación y el sector agrícola del país en el futuro cercano. No hay precedentes de qué ocurre cuando una importante economía se desentiende del bloque geopolítico al que estaba asociado. En gran medida, dependerá de las negociaciones que comenzarán ahora para efectivizar la salida de la UE.

Ambos sectores productivos estaban a favor de permanecer. Una política agrícola común con otros 27 países facilitaba comprar y vender productos. Lo que viene ahora es una laboriosa negociación con cada uno de estos países sobre materias comerciales (los británicos envían 70% de su producción de alimentos y productos agrícolas al continente). 

Mientras esa renegociación ocurre –llevará meses o años– Londres debe decidir qué hará con los pagos de subsidios (que el país, en soledad, no podrá pagar), los seguros al agro y los programas ambientales. Es decir: una nube de incertidumbre sobre este vital sector. Como consecuencia, no habrá nuevas inversiones en estos campos.

 

Lección para EE.UU.

Lo que Brexit dejó en claro es que hay mucha gente que no disfruta de los prometidos frutos de la globalización, con ingresos estancados, y amenazados por el comercio, la tecnología y la inmigración. Y están muy enojados cuando votan.

Las promesas de compensación para los perjudicados por el incesante avance tecnológico, la globalización, el comercio y la inmigración fueron muchas. Pero pocas veces se tradujeron en políticas concretas.

Esa fue la base argumental a la que se aferraron los apóstoles de la retirada de la Unión Europea. Recuperar el poder perdido a manos de una burocracia continental con sede en Bruselas (aunque sea para entregarlo a otra burocracia en Londres).

Es el argumento exacto que le cuadra a Donald Trump que celebró alborozado los resultados que insuflan aire a su alicaída campaña. “En noviembre –dice– volveremos a declarar la Independencia”. Y redondea: habrá oportunidad de rechazar los mandatos de una élite global (en la que, obviamente incluye a Hillary Clinton). Élite en la que estarían académicos, políticos, consultores y los directivos de las grandes empresas multinacionales.

Hay una base para que estos argumentos cautiven. Los estudios económicos demuestran que muchas comunidades estadounidenses fueron vulnerables a la competencia planteada por China y otras economías emergentes. Lo que falló en la dirigencia estadounidense –que tan bien ha detectado Trump– es la elaboración de políticas que mitiguen esos duros impactos para seguir reconociendo los beneficios del comercio global.

Si Estados Unidos no quiere correr el riesgo de provocar un terremoto global de mayor magnitud que Brexit, debe evitar el triunfo de Trump. Y para eso es necesario actuar rápido y hablar a los enojados y empobrecidos con buenos argumentos, y sin condescendencia paternal.

 

Jóvenes que no votaron

El realineamiento político que acaba de ocurrir en Gran Bretaña sigue un claro criterio generacional. Los jóvenes votaron mayoritariamente por permanecer (aunque con muchas ausencias en las urnas). Los viejos, por retirarse de la UE.

Entre 18 y 24 años, 64% votó por seguir en la UE. Del grupo de 25 a 49, lo hizo 45%. De 50 a 64 años, 35%. Y de más de 65 años, 33% (con mayor asistencia a las urnas).

Hay que entender lo que significa en volumen cada grupo etario. Los de 18 a 24 años son apenas 9% de la población británica. Hay 37% de la población que es mayor de 50 años. Entonces, no se pueden entender los resultados únicamente con la edad.

Pero hay una clara tendencia. 21% de la población (13 millones de habitantes) tiene menos de 18 años y no pudo votar. En suma, en pocos años más habrá una enorme mayoría de británicos que vivirá fuera de la Unión Europea sin haber tenido oportunidad de elegir su destino. Como la expectativa de vida es mucho más larga, vivirán muchos años para elaborar otra tentativa de reinserción, o para vivir en aislamiento y reflexionar sobre las decisiones tomadas por sus abuelos.

 

Perjuicios para todos

Uno de los proyectos de integración más antiguos y completos, en avance permanente, ha sufrido un golpe devastador. El voto del Reino Unido por dejar EU tendrá enormes consecuencias para ese país y para el continente.

Entre los 27 socios restantes hay sorpresa y malestar. El temor inmediato es que haya otros intentos de separación. La prensa comienza a hablar de Grexit (por Grecia), de Beljump (por Bélgica) y de Outaly (por Italia). Los italianos pronto tendrán un referendo sobre reforma constitucional y el tema aparecerá sin duda. 

Marina Le Pen se frota las manos en Francia y todos los partidos de extrema derecha que han aparecido en diferentes países en los últimos años sueñan con crecer y llegar al poder. Este nuevo clima, los ayuda.

Los dirigentes de la UE, que en el fondo creían que ganaría el voto por permanecer, ahora quieren impulsar el proceso de desvinculación para tratar de contener posibles efectos dañinos. Con claridad de estadista, Angela Merkel, al frente de Alemania, les recomienda tranquilidad y un tránsito más acompasado y negociador. Pero muchos en Bruselas creen que hay que castigar al Reino Unido para enviar una clara señal a cualquier miembro del grupo que esté pensando en algún referendo por el estilo.

En Gran Bretaña, los que perdieron, adelantan que una estrategia correcta sería lograr un estatus similar al que tiene Noruega con la UE. No es miembro pleno, pero tiene algún acceso y acuerdos con este gran mercado común.

Los que ganaron, y todavía disfrutan de la borrachera del triunfo, aseguran que nada importante pasará y prometen un brillante porvenir para el resto del siglo. Pero lo más probable es que Gran Bretaña sea una nación más cerrada, aislada y menos dinámica que todo el vecindario.
El Reino Unido entra en una etapa de enorme incertidumbre. Probablemente vendrá una recesión importante en los próximos meses. Y tal vez la misma nación se desintegre. Los escoceses claman ya por un referendo para dejar Gran Bretaña e ingresar en la UE.

Además de estos actores centrales, otros países serán golpeados también por este terremoto geopolítico. Incluso China: una Unión Europea debilitada limitará las exportaciones chinas. Un dólar revaluado frente al euro agregará presión sobre el yuan. Nadie gana.

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