EE.UU.: la recuperación parece un truco estadístico

“La reactivación estadounidense es clave para el resto del mundo. De ahí el optimismo creado por nuevas proyecciones –oficiales y privadas- sobre producto bruto. Pero las cifras contienen trucos estadísticos”.

13 septiembre, 2003

Así comienza una evaluación de Kurt Richebacher (ex analista jefe en Dresdner Bank), difundida por el Financial Times. “Gran parte del repunte en el PBI –US$40.600 millones sobre 73.100 millones- se origina en gastos de guerra y posguerra. En verdad, esas partidas han estado creciendo a razón de 44% anual, detalle que Washington y Wall Street pasan por alto”.

Últimamente, el departamento federal de Comercio subraya sólo buenas noticias sobre inversiones de capital. Por ejemplo, “la inversión fija real, excluyendo vivienda, subió 6,9% en el II trimestre, contra una declinación de 4,4% en el primero”. Apelando a la jerga indirecta de moda, se señala que “las estructuras no residenciales aumentaron 4,8%, luego de descender 2,9%. Equipos y software informático se elevaron 7,5%, contra una baja de 4,8%”.

Semejantes números, así barajados, dan idea de una fuerte reactivación en inversiones de capital. “No obstante –apunta el experto alemán-, buena parte de esa imagen se debe a un singular hábito norteamericano: anualizar estadísticas. Por tanto, los datos trimestrales suelen cuadruplicar los de otros países”.

Muy bien, pero ¿y el sector privado? El consumo aumentó en US$ 62.500 millones durante el II trimestre y la inversión fija –vital para un repunte sostenido- lo hizo en 22.400 millones. Un solo componente, el gasto en computadoras, creció US$ 38.400 millones (12%), o sea de 319.100 a 357.500 millones.

“Mucho de ese auge nunca sucedió. El avance aparente resulta de un ‘deflactor hedónico’ usado por estadígrafos del gobierno para medir producción e inversiones en informática. El objeto –describe Richenbacher- es extrapolar mejoras de calidad calculando cuánto habría costado comprar, en 1996, una PC de capacidad similar a los modelos actuales”. Como se sabe, en computación el aumento de potencia hace bajar costos y precios.

Si se midiera el mismo sector en dólares corrientes, sus inversiones habrían subido 8,3%, no 12%. Esto es, de US$ 76.300 millones en enero-marzo a 82.600 millones en abril-junio. Además, habría quedado bastante por debajo de sus propias máximas. Sin el “factor hedónico”, el PBI del II trimestre habría subido US$ 41.000 millones (1,7%), no los 73.100 millones (+43,9%) informados por Comercio.

Lo importante es que “el hedonismo estadigráfico mide dólares que nadie paga ni recibe, lo cual distorsiona toda comparación según cánones internacionales”. Pero las recesiones o las fases de crecimiento lento se dan cuando empresas y consumidores se repliegan corrigiendo excesos cometidos en auges previos. “Por lo mismo, una recuperación real requiere volver a un patrón sustentable de consumo, inversiones y ahorro. Ninguna de las tres cosas ocurre todavía en EE.UU.”.

Por el contrario, el Sistema de Reserva Federal ha estado tratando los resultados de una excesiva lenidad monetaria con más dosis de lo mismo. “Inevitablemente, factores tan básicos como utilidades, ahorro interno, niveles de endeudamiento, balances y déficit (fiscal, comercial, de pagos externos) siguen deteriorándose”, puntualiza el analista.

Las ganancias, calculadas a efectos del PBI y los impuestos, vuelven a ceder. Su total bruto fue US$ 591.500 millones en el II trimestre, 4,9% menos que los 621.600 millones de enero-marzo. Las utilidades no financieras sumaban US$ 359.200 millones, 8,2% bajo el trimestre anterior. Dado que los dividendos suben mientras descienden las utilidades, su parte solventada a crédito se eleva a US$ 102.800 millones en el sector no financiero.

“Técnicamente, el dinamismo privado deriva completamente de una burbuja en el gasto del consumidor”, explica Richenbacher. Pero esa burbuja “ha sido víctima del brusco aumento de tasas largas, provocado por el avance de la T-10 de 3,1 a 4,6% en cuestión de semanas. A su vez, esto refleja una amplia expansión de la deuda pública y tiende a resentir el refinanciamiento de créditos hipotecarios y tarjetas”. Mientras Alan Greenspan convierte en virtud aquella “exuberancia irracional” que solía condenar, “la economía física depende no ya de precios que respondan a condiciones objetivas, sino de activos inflados para promover endeudamiento y gasto. Pero esta ecuación es recesiva, no estimulante.

Así comienza una evaluación de Kurt Richebacher (ex analista jefe en Dresdner Bank), difundida por el Financial Times. “Gran parte del repunte en el PBI –US$40.600 millones sobre 73.100 millones- se origina en gastos de guerra y posguerra. En verdad, esas partidas han estado creciendo a razón de 44% anual, detalle que Washington y Wall Street pasan por alto”.

Últimamente, el departamento federal de Comercio subraya sólo buenas noticias sobre inversiones de capital. Por ejemplo, “la inversión fija real, excluyendo vivienda, subió 6,9% en el II trimestre, contra una declinación de 4,4% en el primero”. Apelando a la jerga indirecta de moda, se señala que “las estructuras no residenciales aumentaron 4,8%, luego de descender 2,9%. Equipos y software informático se elevaron 7,5%, contra una baja de 4,8%”.

Semejantes números, así barajados, dan idea de una fuerte reactivación en inversiones de capital. “No obstante –apunta el experto alemán-, buena parte de esa imagen se debe a un singular hábito norteamericano: anualizar estadísticas. Por tanto, los datos trimestrales suelen cuadruplicar los de otros países”.

Muy bien, pero ¿y el sector privado? El consumo aumentó en US$ 62.500 millones durante el II trimestre y la inversión fija –vital para un repunte sostenido- lo hizo en 22.400 millones. Un solo componente, el gasto en computadoras, creció US$ 38.400 millones (12%), o sea de 319.100 a 357.500 millones.

“Mucho de ese auge nunca sucedió. El avance aparente resulta de un ‘deflactor hedónico’ usado por estadígrafos del gobierno para medir producción e inversiones en informática. El objeto –describe Richenbacher- es extrapolar mejoras de calidad calculando cuánto habría costado comprar, en 1996, una PC de capacidad similar a los modelos actuales”. Como se sabe, en computación el aumento de potencia hace bajar costos y precios.

Si se midiera el mismo sector en dólares corrientes, sus inversiones habrían subido 8,3%, no 12%. Esto es, de US$ 76.300 millones en enero-marzo a 82.600 millones en abril-junio. Además, habría quedado bastante por debajo de sus propias máximas. Sin el “factor hedónico”, el PBI del II trimestre habría subido US$ 41.000 millones (1,7%), no los 73.100 millones (+43,9%) informados por Comercio.

Lo importante es que “el hedonismo estadigráfico mide dólares que nadie paga ni recibe, lo cual distorsiona toda comparación según cánones internacionales”. Pero las recesiones o las fases de crecimiento lento se dan cuando empresas y consumidores se repliegan corrigiendo excesos cometidos en auges previos. “Por lo mismo, una recuperación real requiere volver a un patrón sustentable de consumo, inversiones y ahorro. Ninguna de las tres cosas ocurre todavía en EE.UU.”.

Por el contrario, el Sistema de Reserva Federal ha estado tratando los resultados de una excesiva lenidad monetaria con más dosis de lo mismo. “Inevitablemente, factores tan básicos como utilidades, ahorro interno, niveles de endeudamiento, balances y déficit (fiscal, comercial, de pagos externos) siguen deteriorándose”, puntualiza el analista.

Las ganancias, calculadas a efectos del PBI y los impuestos, vuelven a ceder. Su total bruto fue US$ 591.500 millones en el II trimestre, 4,9% menos que los 621.600 millones de enero-marzo. Las utilidades no financieras sumaban US$ 359.200 millones, 8,2% bajo el trimestre anterior. Dado que los dividendos suben mientras descienden las utilidades, su parte solventada a crédito se eleva a US$ 102.800 millones en el sector no financiero.

“Técnicamente, el dinamismo privado deriva completamente de una burbuja en el gasto del consumidor”, explica Richenbacher. Pero esa burbuja “ha sido víctima del brusco aumento de tasas largas, provocado por el avance de la T-10 de 3,1 a 4,6% en cuestión de semanas. A su vez, esto refleja una amplia expansión de la deuda pública y tiende a resentir el refinanciamiento de créditos hipotecarios y tarjetas”. Mientras Alan Greenspan convierte en virtud aquella “exuberancia irracional” que solía condenar, “la economía física depende no ya de precios que respondan a condiciones objetivas, sino de activos inflados para promover endeudamiento y gasto. Pero esta ecuación es recesiva, no estimulante.

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