Gazprom: un oso ruso que se cierne sobre la mitad del mundo

Hace un año, el candidato de Rusia para presidir Ucrania perdía ante Víktor Yushchenko, a quien Vladyímir Putin había mandado envenenar, sin éxito. Ahora, en venganza, Moscú -vía Gazprom- le quintuplica el gas natural a Kíyev.

27 diciembre, 2005

En vez de intrigas estilo Alejandro VI (el segundo papa Borgia), se emplea Gazprom, un arma más sutil pero mucho más poderosa, capaz de perturbar el abasto de hidrocarburos a un país con 60 millones de habitantes. Ubicado ya en el centro de una ambiciosa estrategia internacional, es el mayor holding ruso y produce un tercio del gas disponible en el mundo.

Como explicaba semanas atrás sólo este sitio y puede leerse en la última edición de “Mercado”, Gazprom aspira a rivalizar con gigantes como Exxon Mobil -primera petrolera global- y British Petroleum. Pero la meta de Putin es doctrinaria y de corte geopolítico: recobrar el antiguo liderazgo tsarista, luego soviético, en el “continuum” que va del este europeo y Asia occidental al Pacífico y China. “No en vano -señalaba no hace mucho Eric Hobsbawn-, el imperialismo moscovita fue una reacción a la férula mongol sobre media Eurasia”.

El plan en marcha tiene, claro, una diferencia clave: no se basa en poder militar (o sea, no comete el actual error de Estados Unidos), sino en peso económico y “logístico”. Así indican los grandes gasoductos bajo los mares Negro y Báltico o el proyectado del mar Caspio a China. De paso y según subraya el caso ucraniano, el abasto de hidrocarburos podría usarse para presionar o seducir a la propia Unión Europea, hoy distante de Estados Unidos y sus sueños imperiales.

Entretanto, el golpe sobre Kíyev coincide con un gesto simétricamente opuesto: abrir el paquete Gazprom a inversores institucionales del exterior. Fue una idea del ex canciller alemán Gerhard Schröder, ahora jefe del “lobby” económico ruso en el mundo.

Irónicamente, las presiones a Ucrania podrían beneficiar a los accionistas del conglomerado bajo control estatal. Sólo subiendo tarifas, Gazprom puede ganar más de US$ 3.000 millones durante 2006. En este plano, varios analistas occidentales creen que la propia empresa influye en la política hacia Kíyev, en aras de mejorar sus utilidades. Por otra parte, quien tenga o tome acciones del gigante, lo hace sabiendo –y aceptando- que es un instrumento geopolítico del gobierno ruso.

El megaholding representa 10% del producto bruto interno, pero necesita ir eliminando varios vicios genéticos (era una repartición estatal). Por ejemplo, ineficiencia, excesos de burocracia y actividadas secundarias que van desde la edición de periódicos hasta la cría de gallinas. También suele funcionar como fuente de fondos políticos y corrupción en diversos niveles.

No obstante, Gazprom es una de las mayores empresas de hidrocarburos -no “energía”, como está en boga decir- en el mundo. Controla más crudos y su equivalente en gas natural que Irak. Además, tiene derechos sobre vastos, inexplorados yacimientos de Siberia oriental que, facilidades tributarias mediante, proyecta desarrollar desde abril próximo.

Por de pronto, los gasoductros del Báltico y el Negro redibujarán el mapa europeo compitiendo con firmas occidentales y vendiendo gas licuado a la UE y Levante. En Asia oriental, Gazprom se ha comprometido a abastecer de gas a China, Japón. Surcorea e India. En teoría, Aramco, la estatal saudí –que no está en la bolsa-, posee más reservas que su rival rusa. Pero, al abrir el paquete, ésta puede convertirse en la mayor cotizante bursátil internacional de su sector.

El conglomerado espera ingresos por US$ 66.000 millones en 2006. Su capitalización de mercado, US$ 159.000 millones, equivale casi a la mitad de la de General Electric, que encabeza la lista con 373.000 millones. En ese marco, el 23 de diciembre salió un decreto que elimina el techo de 20% a la participacion extranjera en el paquete Gazprom. Tiempo antes, Putin puso a cargo una cúpula totalmente renovada, con el viceprimer ministro Dmitri Medvyédyev como director ejecutivo.

El flamante CEO arrancó con un desafío a Wall Street y Washington: “Entre los inversores que soñamos figura Calpers”. O sea, el fondo manejado por el sistema jubilatorios de empleados públicos califorianos, con 1.400.000 afiliados y una de las carteras más grandes del planeta.

En vez de intrigas estilo Alejandro VI (el segundo papa Borgia), se emplea Gazprom, un arma más sutil pero mucho más poderosa, capaz de perturbar el abasto de hidrocarburos a un país con 60 millones de habitantes. Ubicado ya en el centro de una ambiciosa estrategia internacional, es el mayor holding ruso y produce un tercio del gas disponible en el mundo.

Como explicaba semanas atrás sólo este sitio y puede leerse en la última edición de “Mercado”, Gazprom aspira a rivalizar con gigantes como Exxon Mobil -primera petrolera global- y British Petroleum. Pero la meta de Putin es doctrinaria y de corte geopolítico: recobrar el antiguo liderazgo tsarista, luego soviético, en el “continuum” que va del este europeo y Asia occidental al Pacífico y China. “No en vano -señalaba no hace mucho Eric Hobsbawn-, el imperialismo moscovita fue una reacción a la férula mongol sobre media Eurasia”.

El plan en marcha tiene, claro, una diferencia clave: no se basa en poder militar (o sea, no comete el actual error de Estados Unidos), sino en peso económico y “logístico”. Así indican los grandes gasoductos bajo los mares Negro y Báltico o el proyectado del mar Caspio a China. De paso y según subraya el caso ucraniano, el abasto de hidrocarburos podría usarse para presionar o seducir a la propia Unión Europea, hoy distante de Estados Unidos y sus sueños imperiales.

Entretanto, el golpe sobre Kíyev coincide con un gesto simétricamente opuesto: abrir el paquete Gazprom a inversores institucionales del exterior. Fue una idea del ex canciller alemán Gerhard Schröder, ahora jefe del “lobby” económico ruso en el mundo.

Irónicamente, las presiones a Ucrania podrían beneficiar a los accionistas del conglomerado bajo control estatal. Sólo subiendo tarifas, Gazprom puede ganar más de US$ 3.000 millones durante 2006. En este plano, varios analistas occidentales creen que la propia empresa influye en la política hacia Kíyev, en aras de mejorar sus utilidades. Por otra parte, quien tenga o tome acciones del gigante, lo hace sabiendo –y aceptando- que es un instrumento geopolítico del gobierno ruso.

El megaholding representa 10% del producto bruto interno, pero necesita ir eliminando varios vicios genéticos (era una repartición estatal). Por ejemplo, ineficiencia, excesos de burocracia y actividadas secundarias que van desde la edición de periódicos hasta la cría de gallinas. También suele funcionar como fuente de fondos políticos y corrupción en diversos niveles.

No obstante, Gazprom es una de las mayores empresas de hidrocarburos -no “energía”, como está en boga decir- en el mundo. Controla más crudos y su equivalente en gas natural que Irak. Además, tiene derechos sobre vastos, inexplorados yacimientos de Siberia oriental que, facilidades tributarias mediante, proyecta desarrollar desde abril próximo.

Por de pronto, los gasoductros del Báltico y el Negro redibujarán el mapa europeo compitiendo con firmas occidentales y vendiendo gas licuado a la UE y Levante. En Asia oriental, Gazprom se ha comprometido a abastecer de gas a China, Japón. Surcorea e India. En teoría, Aramco, la estatal saudí –que no está en la bolsa-, posee más reservas que su rival rusa. Pero, al abrir el paquete, ésta puede convertirse en la mayor cotizante bursátil internacional de su sector.

El conglomerado espera ingresos por US$ 66.000 millones en 2006. Su capitalización de mercado, US$ 159.000 millones, equivale casi a la mitad de la de General Electric, que encabeza la lista con 373.000 millones. En ese marco, el 23 de diciembre salió un decreto que elimina el techo de 20% a la participacion extranjera en el paquete Gazprom. Tiempo antes, Putin puso a cargo una cúpula totalmente renovada, con el viceprimer ministro Dmitri Medvyédyev como director ejecutivo.

El flamante CEO arrancó con un desafío a Wall Street y Washington: “Entre los inversores que soñamos figura Calpers”. O sea, el fondo manejado por el sistema jubilatorios de empleados públicos califorianos, con 1.400.000 afiliados y una de las carteras más grandes del planeta.

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