Este año, la economía norteamericana penderá del sector privado

“Pese a esporádicas reacciones, la burbuja inmobiliaria se agota junto con sus estímulos especulativos. Los bonos, cuyas tasas largas casi igualan las cortas, viven una curva inversa de rindes, síntoma de desaceleración económica”.

1 enero, 2006

Así se inicia un diagnóstico del analista neoyorquino Louis Uchitelle, que incluye un Wall Street incapaz de prolongar el repunte del primer trimestre. Todo 2005 fue melancólico para el Dow Jones industrial: lo empezó en 10.800,3 puntos, tocó máximo en 10.940,4 y llega al final en poco más de 10.800. En claro contraste, Tokio ganaba más de 55%, Londres 18%, San Pablo 46% y 30% Fráncfort.

Perfecto, pero entonces, ¿por qué tantos augures predicen un ritmo sostenido en el producto bruto interno? Quizá “porque confían en otros sectores, que se han mostrado hasta ahora relativamente débiles. En esencia, la inversión privada real”. Curiosamente, Uchitelle supone que, en los últimos treinta meses, la economía norteamericana “experimenta una sólida expansión”, aunque el PBI siga entre +3,3 y +3.8% anual, lejos del 4,5% legado por William J.Clinton a George W.Bush.

Un informe de Morgan Stanley (PBI a 3,5% este año) se acerca a una encuesta sobre 53 analistas, hecha por la consultora Blue Chip Economic Indicators. Ese grupo cree que la economía avanzará algo menos de 3,7%. Ambas fuentes dan por hecho que, aun si la burbuja inmobiliaria se pinchase finalmente, el consumo del público no cedería gran cosa. Pero el comportamiento moderado del público durante las fiestas -no se produjo la gran ola de ventas pronosticada por los minoristas- sugiere otra cosa.

Hay una clave más bien voluntarista: pese a los niveles astronómicos de deuda (la del público pasa los US$ 7,5 billones, más de 6,2% del PBI), Uchitelle y otros se aferran a una especie de “sapiencia convencional al revés”. Consiste en creer que los norteamericanos seguirán comprando a crédito y que los hidrocaburos cederán. Pero, al concluir 2005, los crudos volvían a superar los US$ 60 el barril, en una versión posmoderna del mito de Sísifo.

Algunos se pasan de líricos. Así, Richard Curtin –universidad de Michigan- afirma: “la gran noticia del momento es que la gente se siente conforme con la nafta a dos dólares el galón” (alrededor de 52 centavos el litro, casi el doble que a fin de 2004). El estadígrafo no dice quién publicó esa noticia. Tampoco de dónde sacó su universidad el gran salto en confianza del consumidos que detecta su índice. En realidad, sólo se trata de expectutivas a tres/seis meses.

El propio Uchitelle recueda, al respecto, que “los pronosticadores son notorios por no prever los grandes puntos de clivaje en la economía”. Uno de ellos podría ser –o no- la inversión en sectores tan “duros”como siderometalurgia, maquinaria, equipos y otros componentes de la producción industrial.

Durante el auge de 1997/2000, el capital privado se colocó masivamente en equipos de vanguardia tecnológica y, por supuesto, hardware informático. Luego sobrevino el desinfle bursátil de las puntocom y segmentos vinculados. Lógicamente, economía e inversiones se debilitaron. Ahora, “se percibe cierto repunte –señala Uchitelle- surgen esperanzas de que las empresas norteamericanas (una “corporate America” que no es corporativa ni continental).

Así se inicia un diagnóstico del analista neoyorquino Louis Uchitelle, que incluye un Wall Street incapaz de prolongar el repunte del primer trimestre. Todo 2005 fue melancólico para el Dow Jones industrial: lo empezó en 10.800,3 puntos, tocó máximo en 10.940,4 y llega al final en poco más de 10.800. En claro contraste, Tokio ganaba más de 55%, Londres 18%, San Pablo 46% y 30% Fráncfort.

Perfecto, pero entonces, ¿por qué tantos augures predicen un ritmo sostenido en el producto bruto interno? Quizá “porque confían en otros sectores, que se han mostrado hasta ahora relativamente débiles. En esencia, la inversión privada real”. Curiosamente, Uchitelle supone que, en los últimos treinta meses, la economía norteamericana “experimenta una sólida expansión”, aunque el PBI siga entre +3,3 y +3.8% anual, lejos del 4,5% legado por William J.Clinton a George W.Bush.

Un informe de Morgan Stanley (PBI a 3,5% este año) se acerca a una encuesta sobre 53 analistas, hecha por la consultora Blue Chip Economic Indicators. Ese grupo cree que la economía avanzará algo menos de 3,7%. Ambas fuentes dan por hecho que, aun si la burbuja inmobiliaria se pinchase finalmente, el consumo del público no cedería gran cosa. Pero el comportamiento moderado del público durante las fiestas -no se produjo la gran ola de ventas pronosticada por los minoristas- sugiere otra cosa.

Hay una clave más bien voluntarista: pese a los niveles astronómicos de deuda (la del público pasa los US$ 7,5 billones, más de 6,2% del PBI), Uchitelle y otros se aferran a una especie de “sapiencia convencional al revés”. Consiste en creer que los norteamericanos seguirán comprando a crédito y que los hidrocaburos cederán. Pero, al concluir 2005, los crudos volvían a superar los US$ 60 el barril, en una versión posmoderna del mito de Sísifo.

Algunos se pasan de líricos. Así, Richard Curtin –universidad de Michigan- afirma: “la gran noticia del momento es que la gente se siente conforme con la nafta a dos dólares el galón” (alrededor de 52 centavos el litro, casi el doble que a fin de 2004). El estadígrafo no dice quién publicó esa noticia. Tampoco de dónde sacó su universidad el gran salto en confianza del consumidos que detecta su índice. En realidad, sólo se trata de expectutivas a tres/seis meses.

El propio Uchitelle recueda, al respecto, que “los pronosticadores son notorios por no prever los grandes puntos de clivaje en la economía”. Uno de ellos podría ser –o no- la inversión en sectores tan “duros”como siderometalurgia, maquinaria, equipos y otros componentes de la producción industrial.

Durante el auge de 1997/2000, el capital privado se colocó masivamente en equipos de vanguardia tecnológica y, por supuesto, hardware informático. Luego sobrevino el desinfle bursátil de las puntocom y segmentos vinculados. Lógicamente, economía e inversiones se debilitaron. Ahora, “se percibe cierto repunte –señala Uchitelle- surgen esperanzas de que las empresas norteamericanas (una “corporate America” que no es corporativa ni continental).

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