Grupo de los 8: Petersburgo, otra cumbre sin pena ni gloria

Rusia no logró ingresar a la Organización Mundial de Comercio. No hubo soluciones para el abastecimiento de hidrocarburos. La crisis en Levante y un micrófono indiscreto dejaron malparado a George W.Bush.

18 julio, 2006

El objetivo de Vladyímir Putin era formalizar la vuelta de Moscú al elenco de grandes potencias, vía la OMC y un acuerdo sobre combustibles fósiles. No pudo ser. Mejor le fue en el plano político: mientras su colega norteamericano usaba la palabra “mierda” para aludir a Hezbol-lá y calificaba de “parlanchines” a otros jefes de gobierno, el ruso establecía nexos entre tres situaciones críticas: Palestina-Israe-Líbano, Irak e Irán.

Putin reiteró que, a su criterio, el verdadero fin de los ataques israelíes es pasarles viejas facturas a Siria e Irán. Esta postura, de algún modo, empalma con resquemores europeos sobre el etnocentrismo israelí, que ve al resto del globo –especialmente a sus vecinos árabes- como variable de ajustes. Sin decirlo así, el entorno de Benito XVI piensa lo mismo.

Por cierto, ya al abrirse la cumbre, Bush congeló las aspiraciones de Putin. Según el mandatario norteamericano, “Rusia no está lista para entrar en la OMC”. Sonaba absurdo que eso lo dijera uno de los tres gobiernos responsables de haber hundido la ronda Dohá en aras del proteccionismo agrícola. Los otros son la Unión Europea y Japón. Esto explica que Putin mantuviese su intransijencia en materia de hidrocarburos y la creciente estatización del sector en su país.

Por otra parte, la nueva guerra en Levante contribuía a un proceso involutivo que va “sovietizando” la economía rusa y la figura de Putin, no en vano último jefe del KGB antes del colapso en 1989/90. Como señalaron Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia, tras la inútil cumbre de “impotencias” y un documento por demás verborrágico (el lunes),el abastecimiento de gas natural y crudos a Occidente depara las mismas incertidumbres que hasta el sábado.

Dicho de otra forma, el petróleo continúa expuesto a récords en un mercado tan especulativo como el de futuros en Nueva York y Londres. Justamente mientras se pinchaba en G-8, Gazprom abría negociaciones con Brasil y Venezuela en torno del ambicioso gasoducto sudamericano. Como en tiempos de la guerra fría, pero sin necesidad de otra Cuba, Moscú incursiona en lo que Washington suponía su patio trasero.

El objetivo de Vladyímir Putin era formalizar la vuelta de Moscú al elenco de grandes potencias, vía la OMC y un acuerdo sobre combustibles fósiles. No pudo ser. Mejor le fue en el plano político: mientras su colega norteamericano usaba la palabra “mierda” para aludir a Hezbol-lá y calificaba de “parlanchines” a otros jefes de gobierno, el ruso establecía nexos entre tres situaciones críticas: Palestina-Israe-Líbano, Irak e Irán.

Putin reiteró que, a su criterio, el verdadero fin de los ataques israelíes es pasarles viejas facturas a Siria e Irán. Esta postura, de algún modo, empalma con resquemores europeos sobre el etnocentrismo israelí, que ve al resto del globo –especialmente a sus vecinos árabes- como variable de ajustes. Sin decirlo así, el entorno de Benito XVI piensa lo mismo.

Por cierto, ya al abrirse la cumbre, Bush congeló las aspiraciones de Putin. Según el mandatario norteamericano, “Rusia no está lista para entrar en la OMC”. Sonaba absurdo que eso lo dijera uno de los tres gobiernos responsables de haber hundido la ronda Dohá en aras del proteccionismo agrícola. Los otros son la Unión Europea y Japón. Esto explica que Putin mantuviese su intransijencia en materia de hidrocarburos y la creciente estatización del sector en su país.

Por otra parte, la nueva guerra en Levante contribuía a un proceso involutivo que va “sovietizando” la economía rusa y la figura de Putin, no en vano último jefe del KGB antes del colapso en 1989/90. Como señalaron Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia, tras la inútil cumbre de “impotencias” y un documento por demás verborrágico (el lunes),el abastecimiento de gas natural y crudos a Occidente depara las mismas incertidumbres que hasta el sábado.

Dicho de otra forma, el petróleo continúa expuesto a récords en un mercado tan especulativo como el de futuros en Nueva York y Londres. Justamente mientras se pinchaba en G-8, Gazprom abría negociaciones con Brasil y Venezuela en torno del ambicioso gasoducto sudamericano. Como en tiempos de la guerra fría, pero sin necesidad de otra Cuba, Moscú incursiona en lo que Washington suponía su patio trasero.

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