Assad estalla. Mal clima hay en Yemen y Jordania
Bashar al-Assad, en un ataque de ira, descartó reformas y levantamiento del estado de sitio (lleva 48 años). O sea, se impusieron los parientes cercanos tras la caída del gabinete. Mientras, el presidente yemení y el rey jordano la pasan mal.
31 marzo, 2011
<p>En el mejor estilo de Muammar Ghadafi, a quien detesta, el presidente vitalicio de Siria desechó el discurso conciliador del lunes y denunció “una conspiración imperialista para destruir nuestro país. Hay agentes extranjeros en las calles incitando a la gente contra el gobierno”.<br />
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De un plumazo, la familia al-Assad acabó con las expectativas de cambios políticos y apertura. Pero, como sucede desde la rebelión en Dara’a, hace varios días, las redes sociales se movilizan azuzadas por este mensaje intransigente.<br />
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Especialmente, la reacción de la gente respondía al oficialismo parlamentario, que se despachó con una cálida exégesis de Bashar. “Para ti –sostuvieron-, Levante queda chico. Eres el líder de todo el mundo”. Pero algunas puertas no se cerraron: el mandatario mantiene el compromiso de salarios más altos y mayor calidad educativa.<br />
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No obstante, el tono general de las diatribas sacó de sus casillas a manifestantes que recorrían el miércoles varias ciudades, Damasco inclusive, afrontando la violencia policial. “Estamos inundados de quintacolumnistas y agentes extranjeros que fomentan un complot vía Internet. Son planes –insistía el gobernante- preparados durante semanas, pero si es preciso les presentaremos batalla”.<br />
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Este lenguaje, que el padre de Bashar, Hafez, no empleó ni en el levantamiento shiíta de Hama (1982), ha sembrado la alarma en países vecinos, por ejemplo Líbano, Jordania, Irak y, obviamente, Israel. Esto involucra sus servicios de inteligencia.<br />
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Mientras tanto, Jordania muestra síntomas de desasosiego, máxime en la población de origen palestino. No sólo representa 60% del total sino que, además, las tribus beduinas fieles al rey Abdullá –jefe de la Legión Árabe- están muy dispersas en el desierto oriental.<br />
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En lo tocante a otro extremo de la península arábiga, Yemen no parece ofrecer salidas a la vista. En un clima de crecientes protestas, cientos de miles de civiles volvían a salir exigiendo la renuncia de su propio presidente vitalicio, Alí Abdullá Saleh (32 años atornillado al sillón).<br />
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La reciente explosión en una fábrica de municiones, en el sur, dejó unos cien muertos y serias dudas. Se acusa a Saleh de cooperar con milicianos de al-Qa’eda –posible cerebro del atentado- retirando militares que custodiaban ese tipo de objetivos. Cabe recordar que el clan bin Laden tuvo cuna en el norte de Yemen.<br />
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¿Por qué Saleh habría cometido semejante disparate? Simple: para infundir temor en sus dos aliado claves, Estados Unidos y Saudiarabia. En otras palabras, si el mandatario cae, habrá un vacío de poder regional apto para los fines del mismo terrorismo que los aliados no logran erradicar en Afganistán-Pakistán.</p>
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