Advierte UE a Hungría por acosar jueces

Bruselas vigila las reformas que emprendió Budapest, como señales de la deriva autoritaria que ha tomado la democracia húngara, y las critica con dureza, sospechando que Hungría puede convertirse en la oveja negra de la Unión. La extrema derecha agita el antisemitismo y el racismo.

8 julio, 2013

Jobbik es la tercera fuerza política de Hungría, y solo compite en generar escándalos fuera del país, aunque por muy distintas razones, con Fidesz, el partido del Gobierno del populista de derechas Viktor Orbán, que controla dos tercios de la Cámara desde las elecciones de 2010. 
 
Cuando el Gobierno del primer ministro Orbán decidió jubilar a la fuerza en junio de 2012 a la magistrada Zsuzsa Sándor —tiene 65 años y el retiro sería recién a los 70—, igual que a otros 200 jueces mayores de 62 años,  se abrió el enésimo desencuentro entre Bruselas y Budapest: el Tribunal Europeo de Justicia ha obligado a Hungría a readmitirlos o indemnizarlos con un año de salario al considerar que hubo discriminación por motivo de edad. 
“Muchos de los jueces de mi generación eran jefes de los tribunales, y creo que querían reemplazarlos. Este Gobierno quiere controlar la justicia. Solo hay que ver que la jefa de todos los jueces, una sola persona, está muy próxima a Fidesz y depende del Ejecutivo”, agrega.
El último paquete de cambios a la Constitución, aprobado en marzo, es el que más problemas genera al Gobierno de Orbán, al haber ignorado las advertencias internacionales —de la Comisión Europea, del Consejo, de EE.UU., de la ONU y de varias ONG— e incluido, entre otras medidas controvertidas, varias leyes en la Carta Magna que había tumbado el Tribunal Constitucional. 
“En la última semana, en un día, el Gobierno, con su mayoría de dos tercios, aprobó 10 leyes. Incluso los jueces o los abogados no pueden seguir ese ritmo de cambios. Se les ocurre una cosa y al día siguiente crean una ley. Sin debate social o profesional, esto está lejos de ser una democracia”, afirma la antigua jueza Sándor, dedicada ahora a escribir un libro y artículos en un semanario. 
En tres años se han aprobado cientos de leyes, 50 de ellas orgánicas, que exigen una enorme mayoría para ser modificadas.
El Parlamento Europeo ya ha enviado un duro mensaje político a Orbán esta semana. Ha respaldado un informe que critica la situación de los derechos fundamentales en Hungría y que carga sobre todo contra el recorte de poderes al Tribunal Constitucional y contra la modificación constante de las leyes y de la Carta Magna. 
Mientras Europa mueve su pesada maquinaria de análisis y crecen las voces de alarma sobre las reformas, la extrema derecha sigue contaminando el debate público en Hungría. 
El Gobierno también siente el aliento de Jobbik, y Orbán emplea con todos su arma retórica favorita: la confusión. 
El año que viene hay elecciones, y del mismo modo que el primer ministro cede ante Bruselas o le declara la guerra según le convenga —acaba de anunciar que retira dos leyes objetadas por la Comisión, con lo que tendrá que hacer una quinta enmienda—, mantiene una relación ambivalente con los excesos de la extrema derecha, a la que condena sin paliativos y hace algunos guiños al mismo tiempo.
Acoso a los gitanos
El discurso antisemita de Jobbik generó en noviembre un enorme estupor. Márton Gyöngyösi, uno de sus diputados, pidió que se “preparen listas de los judíos que viven aquí, sobre todo [los que están] en el Gobierno y en el Parlamento, que suponen un riesgo para la seguridad de Hungría”. 
La oleada de indignación que suscitaron esas palabras dentro y fuera de Hungría no ha evitado que a finales de mayo otro diputado de Jobbik relativizara el Holocausto. 
O que en enero, después de una pelea en la que hubo heridos y se suponía que uno de los atacantes era gitano, Zsolt Bayer, un miembro fundador de Fidesz y amigo personal de Orbán, escribiera en un periódico: “Esos gitanos son animales y se comportan como animales. No debería permitirse que existieran estos animales. Esto tiene que ser resuelto inmediatamente y por cualquier método”. Los dos diputados siguen en su escaño y el diario que publicó el artículo ha sido multado, cuatro meses después, con 850 euros.
Escritores antisemitas

“Es obvio que el antisemitismo está empeorando radicalmente, y que Jobbik ha logrado que cosas que antes serían intolerables empiecen a ser normales” afirma Daniel Bodnár. 
Sin embargo, considera que “el tema de los judíos no debe formar parte de los juegos políticos”, y asegura que él puede “tener más problemas” al andar con kipá y barba “en París, por ejemplo, que en Budapest”, en referencia a amenazas físicas.
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