Con la devaluación sólo perderán los asalariados

El investigador de Conicet, Martín Schrror, advirtió que una devaluación hoy no sirviría porque Brasil y China, que son los principales compradores de nuestros productos, están en retroceso o con sus economías estancadas.

22 octubre, 2015

Previno el sociólogo Martín Schorr, uno de los mejores investigadores del CONICET sobre industria nacional, en un programa especial de “Punto de Partida”, que se emite por canal 2 de Santa Fe, con la conducción de Luis Moro, que “de la mano de la devaluación sólo perderán los trabajadores, porque al aumentar la inflación los salarios retrocederán automáticamente, engrosando las ganancias de las principales empresas multinacionales radicadas en Argentina”.

 

“El fenómeno de la inflación está ligado fuertemente a la concentración y extranjerización industrial, que constituyen un límite objetivo al crecimiento del salario y la redistribución del ingreso”, explicó.  

 

“Hasta 2008, la industria generó puestos industriales, con iniciativas y una lógica política que permitió redistribuir, pero desde ese año no se están generando nuevos empleos industriales, lo cual está marcando un límite de las políticas vigentes, centralmente porque la concentración y la extranjerización aumentan, y ese es un problema que es dejado de lado por quienes manejan los hilos del Estado”, puso de manifiesto.

Tras definir a esta etapa como de “crecimiento industrial pero no de desarrollo, claramente”, sostuvo que las pymes argentinas explican el 98% de las unidades empresarias, pero la política se define en función de las 100 firmas más importantes. Alertó que “las pymes industriales de capital nacional tienen poca llegada a la opinión pública”.

 

“Tenemos sectores de industria nacional con importante desarrollo, pero falta una política de sustitución de importaciones”, destacó.

“No hubo política industrial posconvertibilidad, sólo medidas aisladas que no llegan a configurar una política industrial. Y todas ellas subordinadas a la macroeconomía, no al desarrollo fabril”, agregó.

Advirtió que el pensamiento llamado heterodoxo que expresan los funcionarios de economía del país en realidad corresponde a una visión ortodoxa, “ya que suscriben a la tesis de la eficiencia clásica, que postula que sólo hay que desarrollar los bienes industriales cuyo costo de fabricación es menor al de productos importados”.

 

Sin embargo, subrayó que los países exitosos en materia de industrialización, construyeron su liderazgo mundial apostando al proteccionismo en primera instancia para luego liberar mercados”.

Indicó Schrror que “Argentina tiene sectores industriales muy eficientes en cuanto a la calidad de sus productos, como en la industria de bienes de capital, la industria electrónica, y otras” y que el Estado, en vez de promocionarlas en los últimos años, “cedió mercados locales a la importación, principalmente de producto chinos. Un proceso que llamamos de sustitución inversa”.

 

Reflexionó que “tenemos que convencernos que contamos con un potencial industrial muy importante en el país, sólo falta generar el convencimiento en los partidos, de construir una política de industrialización”.

Mencionó que Alemania y Corea del Sur, países altamente industrializados, lo hicieron apelando a la estrategia de la ‘zanahoria y el garrote’: sólo conservaban sus beneficios fiscales, acceso a créditos, o mercados, aquellas empresas que cumplían requisitos como reinvertir gran parte de sus ganancias en el sector productivo y en nuevos adelantos tecnológicos, para lograr saltos de productividad.

 

Remarcó que “las naciones asiáticas lograron industrializarse exigiendo a sus empresas altos porcentajes de sus ganancias en inversiones productivas”.

En Argentina, aclaró, la gran mayoría de los subsidios -contra el mito popular que indica que la inversión estatal es mayormente social- fue a parar en los últimos años a los conglomerados industriales extranjeros, sin contraprestaciones. “Eso sólo aumentó la fuga de capitales y derivó en una concentración y extranjerización más alta que en los ‘90”, afirmó.

 

Se lamentó de que “todas las subvenciones que el Estado otorga al poder económico se transformen en fuga de capitales” y señaló que “la gran inversión estatal en Argentina subsidia a los sectores más concentrados, no a los carenciados”.

Recordó que Brasil y China, los principales compradores de productos nacionales, hoy tienen retroceso o estancamiento de sus economías, de manera que “una devaluación no servirá a la Argentina, porque el mundo no está preparado para comprarnos en este momento”.

Se lamentó de que “en este período reciente, dominado por altos precios de los productos agrarios, América Latina tuviera una excelente oportunidad de industrializarse, pero sin embargo se reprimarizó. Los casos emblemáticos, cada uno con sus características, son Brasil y Argentina. El único país que aprovechó la situación excepcional para poner en marchas políticas de industrialización local fue Bolivia, que además tiene una macro envidiable”. Según Schrror, “en la última década América Latina creció mucho, acumulando importantes saldos comerciales, pero no aprovechó esos ingresos para industrializarse”. Y enfatizó que si no se acompaña la política de ingresos con un cambio de especialización industrial, la redistribución tiene un límite concreto.

Luego de recalcar que el escenario mundial es muy complejo, por la caída de las materias primas y de las economías que compran productos locales, como Brasil y China, se lamentó de que “en los gobiernos kirchneristas hubo muchos instrumentos para favorecer el crecimiento, pero no hubo política industrial. YPF, la EPE, deben traccionar industrias nacionales”. Añadió que Argentina importa por U$S 8000 millones en insumos industriales energéticos, cuando podría comprar a empresas locales el 20% de eso.

Sostuvo que “Argentina tiene sectores industriales muy eficientes en cuanto a la calidad de sus productos, como en la industria de bienes de capital, la industria electrónica, y otras”, pero el Estado, en vez de promocionarlas en los últimos años, cedió mercados locales a la importación, principalmente de producto chinos. Calificó a este proceso como de sustitución inversa.

Denunció en tal sentido que “el neoliberalismo construyó la falsa idea de que toda la industria nacional es una porquería, y los funcionarios a cargo de la industria compraron eso”.

Dijo que “cuando un país resigna desarrollo industrial deja de lado la posibilidad de generar empleo y mejorar el ingreso de su población” y que “el sector primario solo no alcanza para generar empleo para toda la población en condiciones de trabajar en el país”.

Recordó que el país cuenta con una importante industria metalmecánica, que podría nutrir la construcción de centrales hidroeléctricas y la red ferroviaria.

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