El gran cambio: EE.UU cede su liderazgo mundial

Hace un año nadie se hubiera atrevido a pronosticar un giro tan radical en el escenario mundial. Tras cuatro meses de gobierno de Donald Trump parece que se avanza en ese camino. Pero no es definitivo. El nuevo rumbo se fijará en algunos meses más.

31 mayo, 2017

El mundo estaba acostumbrado: desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, desde la segunda mitad del siglo 20, la superpotencia fijaba el nuevo orden internacional. Situación que se agudizó luego con el colapso del viejo rival, la entonces Unión Soviética, en los años 80.

Trump fue un candidato inimaginable, pero además triunfó en la lucha por la presidencia, prometiendo cambiar toda la política exterior de su país. La alianza defensiva con Europa, porque la OTAN “es obsoleta”. Quien quiera protección militar, en cualquier región del mundo, que la pague, dijo. Los tratados comerciales suspendidos y en revisión.

Una América Grande debería, en su visión, recuperar potencial industrial que muchas empresas estadounidenses trasladaron en su momento al exterior. China “es un país que manipula su divisa y su comercio internacional”.

En definitiva, no queda títere con cabeza si se avanza en esta dirección. Y de alguna manera parece que ha comenzado a desandar el camino. Buena parte del partido Republicano lo apoya, especialmente en su promesa de reducir los impuestos (a los más ricos) y de gastar menos fondos públicos (en ayudas a los pobres).

La meta es reducir los impuestos, entre 2017 y 2026, en US$ 992 mil millones. Brecha que se financiará con la reducción en el seguro de salud, el Medicare, por US$ 1,1 billones (millones de millones en español).

En cambio aumentarán las partidas en defensa y gasto militar en US$ 52 mil millones para el año próximo.

Los recortes en gastos implicarán también una dramática reducción de la capacidad diplomática de la superpotencia.

Una consecuencia tal vez no prevista por Trump es que esta estrategia puede llevar a una polarización del electorado estadounidense, e incluso a la alienación de buena parte de los votantes que lo apoyaron frente a Hillary Clinton.

Aunque en este análisis no se tienen en cuenta las consecuencias de la personalidad de Donald Trump, su vocación por el conflicto permanente, con una gestión administrativa caótica, y una tendencia autoritaria. Que pueden transformar la escena en alternativas impensadas.

Como lo acaba de demostrar la reciente gira presidencial, Trump no se siente cómodo con los dirigentes europeos. En cambio parece simpatizar con líderes poco respetuosos de la democracia, como Erdogan de Turquía, Duterte de Filipinas o el mismo Putin en Rusia.

Muchos países del orbe que ven con desconfianza los pasos de Trump se preguntan si no es más sabio inducir un acercamiento con China, la otra superpotencia.

 

 

 

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