Resolver urgencias con visión de futuro

Fin del debate. Adiós al ajuste gradual. Ahora un programa económico ortodoxo.

3 octubre, 2018

Por si cabía alguna duda, el nuevo acuerdo con el FMI y el cambio en la presidencia del Banco Central son el remate final a lo que fue un intento de ajuste gradual de los desequilibrios macroeconómicos.

 

Por José María Segura (*)

 

Como ya lo reiteráramos, no vale la pena detenerse en un análisis contrafáctico respecto de si en Argentina podía funcionar o no un ajuste gradual, si la sociedad argentina estaba o no dispuesta a soportar un plan económico de shock en un contexto internacional distinto y sin que el gobierno se viera de alguna manera obligado por el mercado a encararlo, etc. Pero lo cierto es que, a estas alturas tenemos un programa económico para combatir la inflación bastante ortodoxo: política fiscal contractiva (déficit primario 0%) y una política monetaria de control de agregados monetarios restrictiva (crecimiento nominal cero, lo que, dada la inercia inflacionaria, implicará una fuerte contracción real). 

Resta ahora una tarea no menor: los detalles de la implementación (por ejemplo, cómo cerrará finalmente el presupuesto a partir de la negociación en el Congreso) y, algo fundamental dada la historia argentina, cómo el esfuerzo va a ser sostenido en el tiempo. Los meses por venir no serán fáciles en términos de nivel de actividad y, probablemente y a pesar de los programas de contención, de conflictividad social. 

Sin embargo, no perdemos nuestro cauto optimismo. En las últimas semanas, aún con un alto grado de volatilidad, el tipo de cambio había mostrado una cierta estabilidad y las novedades no deberían tener un impacto negativo en ese sentido. En tanto no se ceda a la tentación de intentar acelerar artificialmente la reducción de la inflación y el aumento en el nivel de actividad, retrasando el tipo de cambio (es decir, sosteniendo un nivel de tasa de interés más compatible con el piso de la banda de no intervención anunciado por el BCRA que con el techo), la corrección cambiaria (que ya ha hecho en gran medida su trabajo de licuar los pesos sobrantes en la economía) debería comenzar a impactar no solo en sectores exportadores, sino también en aquellos sectores del mercado interno que ven aumentada su protección frente a productos importados (en este caso, en la medida en que paulatinamente comience a recuperarse el nivel de actividad). 

Por su parte, la financiación del desequilibrio fiscal desde el FMI, sumado a una mayor consistencia entre la política monetaria y fiscal (de confirmarse y re-asegurarse a partir de la implementación de las mismas) debería permitir la convergencia del riesgo país a los valores previos a la crisis, en niveles más similares a los de los países de la región, y con ello el sector privado podría volver a acceder a la financiación en los mercados internacionales.

Dicho esto, ya en la temporada estival el nivel de actividad podría comenzar a percibir los beneficios que el tipo de cambio tendrá sobre el turismo interno y, de no mediar eventos naturales extraordinarios, hacia el segundo trimestre de 2019 comenzarán a evidenciarse los efectos de un mayor nivel de actividad del sector agrícola. 

Según lo expresado anteriormente, luce como un escenario probable que hacia el segundo o tercer trimestre de 2019 la economía haya vuelto al sendero de recuperación del nivel de actividad, pero con un conjunto de precios relativos mucho más favorable para la exportación y la inversión.

Sin embargo, el costo de la crisis será haber tenido que posponer o dilatar el avance sobre una serie de reformas estructurales (fiscales, laborales y en el costo de la financiación) que le permitan a la economía ganar competitividad por incrementos genuinos de productividad (que es lo que se traduce en riqueza) y no tener que cíclicamente acudir a las muletas de la devaluación para obtenerla.

Finalmente, más temprano que tarde deberemos preguntarnos como sociedad si además de dedicarnos a resolver nuestras urgencias pensaremos en el crecimiento sostenido en los años venideros. El cambio tecnológico es extraordinario en su magnitud y en su velocidad y está reconfigurando el contexto de los negocios y del comercio. Asimismo, las nuevas tecnologías han dado lugar al desarrollo de nuevas formas de trabajo que están cambiando rápidamente los procesos de producción en todo el mundo, generando oportunidades, pero también presentando desafíos que ejercen presión sobre la agenda del empleo, la protección social y la educación. Es hacia allí hacia donde el país deberá comenzar a mirar.

(*) Economista Jefe de PwC Argentina.

 

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