De la Rúa abre la puerta al gran debate sobre el Estado

El neoliberalismo, hegemónico durante más de una década, comienza a retroceder mientras una nueva corriente de pensamiento gana espacio y adhesiones. Finalmente, la discusión también se instala en la Argentina. Por Miguel Angel Diez*

2 marzo, 2000

El gran tema de la reinvención del Estado, de la reformulación de sus metas y herramientas, del rediseño de políticas activas para impulsar el bien común, fue puesto en escena y bajo las luces adecuadas, con el discurso presidencial ante el Congreso nacional.

El estado de la Nación –que debe ser el eje de estos informes anuales– cedió protagonismo esta vez a cuestiones centrales de ideas y principios sobre el rumbo de la sociedad argentina.

Puesto que el gobierno efectivo del elenco de De la Rúa alcanzó solamente a 20 días del año pasado, lo ocurrido durante la totalidad del periodo fue objeto de una descripción aséptica.

En cambio, la novedad vino por el lado de un estilo coloquial, directo y en lenguaje comprensible para todo el mundo.

La brutal confesión –“así como está, el Estado no sirve para nada”– tiene un triple objetivo:

· Se diferencia del modelo menemista explicitado durante el auge de la ideología neoliberal dominante durante la década de los años ´80 y parte de los ´90 en las economías más importantes del globo.

· Impacta de modo contundente a la sociedad e instala el debate.

· Sugiere las líneas argumentales de la nueva posición: para crecer, para dar empleo, para garantizar la seguridad, y para corregir las desigualdades en los ingresos, hace falta un Estado pequeño, sin deudas, eficiente y que persiga políticas activas tendientes a corregir excesos y desequilibrios.

El debate cruzará horizontalmente a los partidos políticos y a otros factores de poder, como las organizaciones empresariales.

Es cierto que el debate o el cuestionamiento de las ideas centrales de hace una década no ha nacido en Buenos Aires. Desde la mitad de la década anterior la discusión cobró relevancia –y a veces virulencia– en los Estados Unidos de Bill Clinton, en la Gran Bretaña de Tony Blair, y en la Francia de Jospin. Aunque en sordina, las voces del sudeste asiático no siempre sumisas al modelo hegemónico de los tiempos que en Francis Fukuyama predicaba sobre “el fin de la historia”, recobraron decibeles y reivindicaron el derecho a desarrollar un capitalismo distinto.

Las disensiones internas dentro del FMI y del Banco Mundial, el cambio de frente en Davos y los nuevos aires en los medios académicos, explican como la corriente central de pensamiento fue erosionada, limada, y parece pronta a ser reemplazada.

De modo que un nuevo enfoque argentino sobre el Estado no es un invento nacional como el dulce de leche o la birome. Es más bien el reflejo de lo que acontece en otras latitudes, y lo positivo de que se instaure aquí esta controversia sobre ideas, es que sí somos parte de la globalidad y no una provincia aislada que permanece inmutable.

Seguramente habrá un ala del radicalismo –parte de la Alianza en el gobierno- que verá con renuencia y desagrado este “retroceso”, mientras muchos peronistas respirarán aliviados por esta nueva oportunidad de desembarazarse del bagaje ideológico del menemismo.

En cuanto a los empresarios, muchos de ellos antiguos defensores de las ventajas de la libertad de mercado a ultranza, y ahora tibios en sus convicciones aperturistas, buscan con discreción el apoyo estatal para enfrentar los desequilibrios regionales en el Mercosur y encontrar salida a la falta de competitividad que, en privado, atribuyen a la rígida paridad cambiaria mientras que en público se sienten obligados a defender la convertibilidad.

Casi todos están listos a saltar al barco del pensamiento cuestionador, pero los ideólogos de la reinvención del Estado deberán tender puentes de plata para que puedan hacer la transición sin que la coherencia parezca irremediablemente dañada.

* Miguel Angel Diez es Director de MERCADO

El gran tema de la reinvención del Estado, de la reformulación de sus metas y herramientas, del rediseño de políticas activas para impulsar el bien común, fue puesto en escena y bajo las luces adecuadas, con el discurso presidencial ante el Congreso nacional.

El estado de la Nación –que debe ser el eje de estos informes anuales– cedió protagonismo esta vez a cuestiones centrales de ideas y principios sobre el rumbo de la sociedad argentina.

Puesto que el gobierno efectivo del elenco de De la Rúa alcanzó solamente a 20 días del año pasado, lo ocurrido durante la totalidad del periodo fue objeto de una descripción aséptica.

En cambio, la novedad vino por el lado de un estilo coloquial, directo y en lenguaje comprensible para todo el mundo.

La brutal confesión –“así como está, el Estado no sirve para nada”– tiene un triple objetivo:

· Se diferencia del modelo menemista explicitado durante el auge de la ideología neoliberal dominante durante la década de los años ´80 y parte de los ´90 en las economías más importantes del globo.

· Impacta de modo contundente a la sociedad e instala el debate.

· Sugiere las líneas argumentales de la nueva posición: para crecer, para dar empleo, para garantizar la seguridad, y para corregir las desigualdades en los ingresos, hace falta un Estado pequeño, sin deudas, eficiente y que persiga políticas activas tendientes a corregir excesos y desequilibrios.

El debate cruzará horizontalmente a los partidos políticos y a otros factores de poder, como las organizaciones empresariales.

Es cierto que el debate o el cuestionamiento de las ideas centrales de hace una década no ha nacido en Buenos Aires. Desde la mitad de la década anterior la discusión cobró relevancia –y a veces virulencia– en los Estados Unidos de Bill Clinton, en la Gran Bretaña de Tony Blair, y en la Francia de Jospin. Aunque en sordina, las voces del sudeste asiático no siempre sumisas al modelo hegemónico de los tiempos que en Francis Fukuyama predicaba sobre “el fin de la historia”, recobraron decibeles y reivindicaron el derecho a desarrollar un capitalismo distinto.

Las disensiones internas dentro del FMI y del Banco Mundial, el cambio de frente en Davos y los nuevos aires en los medios académicos, explican como la corriente central de pensamiento fue erosionada, limada, y parece pronta a ser reemplazada.

De modo que un nuevo enfoque argentino sobre el Estado no es un invento nacional como el dulce de leche o la birome. Es más bien el reflejo de lo que acontece en otras latitudes, y lo positivo de que se instaure aquí esta controversia sobre ideas, es que sí somos parte de la globalidad y no una provincia aislada que permanece inmutable.

Seguramente habrá un ala del radicalismo –parte de la Alianza en el gobierno- que verá con renuencia y desagrado este “retroceso”, mientras muchos peronistas respirarán aliviados por esta nueva oportunidad de desembarazarse del bagaje ideológico del menemismo.

En cuanto a los empresarios, muchos de ellos antiguos defensores de las ventajas de la libertad de mercado a ultranza, y ahora tibios en sus convicciones aperturistas, buscan con discreción el apoyo estatal para enfrentar los desequilibrios regionales en el Mercosur y encontrar salida a la falta de competitividad que, en privado, atribuyen a la rígida paridad cambiaria mientras que en público se sienten obligados a defender la convertibilidad.

Casi todos están listos a saltar al barco del pensamiento cuestionador, pero los ideólogos de la reinvención del Estado deberán tender puentes de plata para que puedan hacer la transición sin que la coherencia parezca irremediablemente dañada.

* Miguel Angel Diez es Director de MERCADO

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