La Alianza celebra y reflexiona
Exultante alegría de la Alianza: el Coliseo era una fiesta. Ibarra tiende la diestra a sus adversarios y descarga un estiletazo con la siniestra. El gobierno no recibió un cheque en blanco, sino un pagaré sin fecha cierta.
Tomados de la mano, apuntando al techo del teatro Coliseo, Ibarra y Felgueras, acompañados por De la Rúa, Carlos Alvarez y su esposa, y Enrique Olivera, eran un rosario de sonrisas y desbordaban una exultante alegría.
Radicales y frepasistas colmaron las instalaciones y para que nada faltara a la fiesta, algunos barras bravas de las respectivas hinchadas pujaron para colocar en los lugares de preferencia sus pancartas. Para la Alianza, Buenos Aires era una fiesta.
Ibarra demostró dotes de político: mientras “saludaba” a Cavallo y a Beliz por su actitud, expresó su orgullo porque el pueblo de Buenos Aires no se dejó tentar “por discursos autoritarios y peligrosos”. Al que le caiga el sayo que se lo ponga.
Algunos observadores –acaso apresurados– interpretaron las elecciones como un fuerte respaldo popular a la gestión del gobierno, luego del paquete impositivo de Machinea, que afectó el bolsillo de la clase media, tradicional baluarte del radicalismo. Parece más atinado creer que se votó a la Alianza, a pesar del impuestazo y de la imagen parsimoniosa del Ejecutivo frente a los problemas que plantea la recesión, la demora en la reactivación de la economía y la falta de una estrategia política claramente explicitada y comprometida ante la población.
El voto sugiere más bien la ratificación de un proceso democrático que no se quiere ver amenazado a apenas cinco meses de la asunción de Fernando de la Rúa. No es un cheque en blanco; se asemeja más a un pagaré sin fecha cierta de vencimiento.
El Presidente seguramente advierte que su tiempo político se le acorta para crear las mejores condiciones de afrontar el desafío electoral del año próximo: las elecciones legislativas. A propósito…¿es bueno para el país un calendario político que fija la atención de la clase dirigente en la conquista de posiciones de poder y no en un proyecto compartido por toda la comunidad?
Tomados de la mano, apuntando al techo del teatro Coliseo, Ibarra y Felgueras, acompañados por De la Rúa, Carlos Alvarez y su esposa, y Enrique Olivera, eran un rosario de sonrisas y desbordaban una exultante alegría.
Radicales y frepasistas colmaron las instalaciones y para que nada faltara a la fiesta, algunos barras bravas de las respectivas hinchadas pujaron para colocar en los lugares de preferencia sus pancartas. Para la Alianza, Buenos Aires era una fiesta.
Ibarra demostró dotes de político: mientras “saludaba” a Cavallo y a Beliz por su actitud, expresó su orgullo porque el pueblo de Buenos Aires no se dejó tentar “por discursos autoritarios y peligrosos”. Al que le caiga el sayo que se lo ponga.
Algunos observadores –acaso apresurados– interpretaron las elecciones como un fuerte respaldo popular a la gestión del gobierno, luego del paquete impositivo de Machinea, que afectó el bolsillo de la clase media, tradicional baluarte del radicalismo. Parece más atinado creer que se votó a la Alianza, a pesar del impuestazo y de la imagen parsimoniosa del Ejecutivo frente a los problemas que plantea la recesión, la demora en la reactivación de la economía y la falta de una estrategia política claramente explicitada y comprometida ante la población.
El voto sugiere más bien la ratificación de un proceso democrático que no se quiere ver amenazado a apenas cinco meses de la asunción de Fernando de la Rúa. No es un cheque en blanco; se asemeja más a un pagaré sin fecha cierta de vencimiento.
El Presidente seguramente advierte que su tiempo político se le acorta para crear las mejores condiciones de afrontar el desafío electoral del año próximo: las elecciones legislativas. A propósito…¿es bueno para el país un calendario político que fija la atención de la clase dirigente en la conquista de posiciones de poder y no en un proyecto compartido por toda la comunidad?
