El mundo no confía en el dólar

Mientras las economías occidentales parecen orientadas a una lenta recuperación, aumenta la inquietud sobre una adicción de Estados Unidos que data de George Bush y sus aventuras bélicas. Temen que los estímulos por dos billones en 2008/9-2010/11 generen una crisis peor por falta de confianza en el dólar y en la voluntad de limitar los déficit.

18 diciembre, 2009

<p>Muchas fuentes temen que la paulatina vuelta a la normalidad reste incentivos para poner en orden las cuentas federales. Un ecl&eacute;ctico como Paul Samuel (Nobel de Econom&iacute;a 1970) habla ya de &ldquo;un verdadero p&aacute;nico mundial, si los pa&iacute;ses que financian el d&eacute;ficit estadounidense &ndash;China en particular&ndash; resuelven que sus colocaciones en t&iacute;tulos de tesorer&iacute;a no son seguras&rdquo;. A su vez, un ortodoxo como el megafinancista Warren Buffett sostiene que &ldquo;la actual proactividad fiscal podr&iacute;a resultar tan peligrosa como la reciente crisis, si una eventual inflaci&oacute;n le erosiona capacidad de compra al d&oacute;lar&rdquo;. <br />
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Por cierto, la cotizaci&oacute;n del d&oacute;lar mide la salud econ&oacute;mica de EE.UU. Si cede, los estadounidenses pagar&aacute;n m&aacute;s por sus compras, se elevar&aacute; el costo de vida, subir&aacute;n las importaciones y bajar&aacute;n las exportaciones. De paso, disminuir&aacute; el valor de las inversiones externas al convertirse en moneda local.<br />
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Los expertos monetaristas &ndash;seg&uacute;n rese&ntilde;a Knowledge@Wharton&ndash; arguyen varios motivos de preocupaci&oacute;n. En esencia, la escala de los desequilibrios en el comercio y los gastos presionan contra el valor del d&oacute;lar a largo plazo. El pa&iacute;s importa muchos m&aacute;s bienes y servicios que cuanto exporta, inundando de d&oacute;lares los mercados internacionales y deteriorando su cotizaci&oacute;n. <br />
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El actual d&eacute;ficit en cuenta corriente &ndash;balance neto del comercio, los ingresos y los invisibles&ndash; ascend&iacute;a en diciembre &uacute;ltimo a US$ 700.000 millones. Si bien el rojo del intercambio cedi&oacute; 35% en el primer semestre (la recesi&oacute;n frenaba la demanda de combustibles y otras importaciones), sigue siendo el mayor del planeta.</p>
<p><strong>En el largo plazo</strong><br />
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&ldquo;El d&oacute;lar podr&iacute;a deteriorarse bastante en el largo plazo&rdquo;, afirma Richard Marston (escuela de negocios Wharton). &ldquo;Si continuamos tomando fondos de otros pa&iacute;ses para apuntalar nuestra adicci&oacute;n al gasto, eventualmente esos prestamistas dudar&aacute;n de la fiabilidad estadounidense&rdquo;. <br />
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La combinaci&oacute;n entre ocho a&ntilde;os de d&eacute;ficit y los recientes est&iacute;mulos fiscales proyecta un rojo de US$ 1,6 billones en 2009/10, m&aacute;ximo desde la Segunda Guerra Mundial en d&oacute;lares constantes. Eso equivale a 11% del producto bruto interno, 3% m&aacute;s que en 2008/9. Para financiarlo, Washington depende de Beijing, Tokio y Se&uacute;l como socios principales. Pero, no hace mucho, China ventilaba severas inquietudes sobre el potencial efecto inflacionario de los est&iacute;mulos en su propia econom&iacute;a, que muestra US$ 1,5 billones de activos dolarizados en sus reservas. <br />
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Complicando las cosas, ambos pa&iacute;ses tienen relativamente pocas opciones pol&iacute;ticas para afrontar los &ldquo;d&eacute;ficit gemelos&rdquo; de EE.UU. y fortalecer el d&oacute;lar. Las perspectivas de una recuperaci&oacute;n lenta y d&eacute;bil en esa econom&iacute;a descartan un alza de tasas referenciales (hoy en 0 a 0,25% anual) o impuestos en un horizonte de corto plazo. Mientras el p&uacute;blico estadounidense en efecto disminu&iacute;a gastos y su tasa de ahorro saltaba a 7% del PBI en el primer semestre, las exportaciones chinas retroced&iacute;an 20%, cerraban f&aacute;bricas y crec&iacute;a el malestar social (al menos, as&iacute; sostienen en Hongkong y Singapur).<br />
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&ldquo;La econom&iacute;a china sigue impulsada por las exportaciones. Por ende &ndash;subraya otro experto de Wharton, Marshall Meyer&ndash;, har&aacute; todo lo posible para evitar que el y&uuml;an se reaprecie. O sea, comprar&aacute; cuanto d&oacute;lar ande suelto&rdquo;.<br />
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Con posibilidades de recuperaci&oacute;n a partir del pr&oacute;ximo trimestre (el a&ntilde;o fiscal 2009/10 arranca en octubre), la mayor amenaza al d&oacute;lar es un alejamiento del excesivo gasto individual, fruto del descalabro hipotecario de 2006/8, hacia niveles sin precedentes &ndash;creen los ortodoxos&ndash; de gasto gubernamental. Si bien la intervenci&oacute;n estatal era al principio indispensable para evitar un colapso econ&oacute;mico en todo Occidente, ahora los neocl&aacute;sicos advierten que el d&eacute;ficit federal podr&iacute;a conducir al declive del d&oacute;lar en el largo plazo. <br />
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Estas ideas encuentran apoyo en la oficina presupuestaria del Congreso (CBO), que proyecta un d&eacute;ficit acumulado de nueve billones en 2018/19, vale decir 5% del PBI, a valores constantes. Reflejando una concepci&oacute;n fiscalista, la CBO atribuye parte de esa cifra a gastos sociales &ldquo;insostenibles&rdquo;. Varios economistas sist&eacute;micos ven esos n&uacute;meros como una obsesi&oacute;n contable.<br />
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Por supuesto, mientras los megad&eacute;ficit o China se har&aacute;n sentir en el largo plazo, otra serie de factores dificulta, desde la misma &oacute;ptica, pron&oacute;sticos sobre fluctuaciones cambiarias de corto plazo. En un horizonte de seis a 12 meses desde septiembre, &ldquo;el d&oacute;lar ser&aacute; influido primariamente por la fortaleza de la econom&iacute;a estadounidense y los atractivos de sus mercados financieros o burs&aacute;til. Pero, en verdad, veo perspectivas muy confusas&rdquo;, admite Mauro Guill&eacute;n en Knowledge@Wharton. <br />
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Por ejemplo, el euro fue subiendo paulatinamente contra el d&oacute;lar mientras se inflaban las burbujas inmobiliaria y financiera hasta alcanzar el pico de US$1,60 en abril de 2008. Tras estallar ambas crisis, cedi&oacute; hasta 1,255 en marzo pasado, mientras los especuladores ve&iacute;an en el d&oacute;lar un mejor refugio. En la segunda quincena de septiembre, rebotaba a US$ 1,45.</p>
<p><strong>La estrategia china</strong><br />
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Pese al &eacute;xito de US$ 590.000 millones en est&iacute;mulos y un amplio super&aacute;vit en el intercambio con EE.UU. (US$ 300.000 millones en 2008), China impide que el y&uuml;an se reaprecie secando la plaza local de d&oacute;lares y atando la divisa a un precio fijo, 6,80 y&uuml;an. No obstante, Beijing hab&iacute;a dejado revalorizar su moneda 17,5% entre 2005 y 2008.<br />
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Aparte de urgir a Washington a afrontar sus riesgos inflacionarios (m&aacute;s que los efectos de est&iacute;mulos fiscales), los altos funcionarios orientales hab&iacute;an estructurado una canasta de monedas &ndash;d&oacute;lar, euro, yen&ndash; como cotizaci&oacute;n opcional para el y&uuml;an. Sea como fuere el d&oacute;lar tiene serias posibilidades a mediano plazo de continuar como divisa referencial del mundo.<br />
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Con las econom&iacute;as centrales retornando a cierta normalidad tras eliminar desequilibrios cambiarios, la suerte de las paridades en el corto plazo depender&aacute; predominantemente del ritmo de recuperaci&oacute;n estadounidense en relaci&oacute;n con la Eurozona, Jap&oacute;n y las principales econom&iacute;as emergentes. En este punto, cabe una observaci&oacute;n: Sudam&eacute;rica tiende a usar monedas locales &ndash;especialmente el real brasile&ntilde;o&ndash; en su intercambio intrarregional.<br />
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Los analistas de Wharton creen factible una ulterior reapreciaci&oacute;n del euro y un retroceso del yen, en perjuicio de importaciones japonesas. En t&eacute;rminos generales, empero, el ritmo de normalizaci&oacute;n econ&oacute;mica en EE.UU. y el resto de Occidente seguir&aacute; siendo pausado. En su perspectiva, se&ntilde;ala Guill&eacute;n, &ldquo;las utilidades del sector privado crecer&aacute;n m&aacute;s que el empleo, en tipo de recuperaci&oacute;n que muchos estadounidenses tomar&aacute;n por m&aacute;s recesi&oacute;n&rdquo;. <br />
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Pol&iacute;ticamente, ese efecto puede bloquear medidas ortodoxas. As&iacute;, el contexto m&aacute;s probable en los pr&oacute;ximos a&ntilde;os ser&aacute; una depreciaci&oacute;n del d&oacute;lar con altibajos. En tanto, &ldquo;los mercados cambiarios &ndash;presume el mismo analista&ndash; se ajustar&aacute;n gradualmente a reducir los grandes desequlibrios comerciales. Pese al retroceso econ&oacute;mico mundial, el d&eacute;ficit en cuenta corriente de EE.UU. se proyecta superior a US$ 400.00 millones para 2009/10&rdquo;.<br />
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Marston y Meyer sugieren una medida que podr&iacute;an frenar la inflaci&oacute;n y atenuar la falta de confianza en el d&oacute;lar. Consiste en disminuir el d&eacute;ficit presupuestario. Mientras la econom&iacute;a avanza hacia una recuperaci&oacute;n m&aacute;s firme en dos a tres a&ntilde;os, los mercados de bonos y monedas subrayar&aacute;n riesgos a la Reserva Federal, con el fin de que eleve intereses, y presionar&aacute;n al Congreso para bajar gastos. Si esta concepci&oacute;n ortodoxa prevalece, se limitar&aacute;n los efectos de los est&iacute;mulos fiscales antes de que el d&eacute;ficit salga de control (aunque &ldquo;eso ocurri&oacute; ya bajo Bush&rdquo;, observaba Samuelson). Sin embargo, Barack Obama tratar&aacute; de evitar depreciaciones repentinas adoptando medidas pro reducci&oacute;n de nuevo endeudamiento, similares a la de Robert Reich y Lawrence Summers bajo William Clinton.</p>

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