Hoy, la geopolítica mundial circula por ductos estratégicos

Así lo evidencian el gigante estatal Gazprom y un documento producido por la reciente cumbre del Grupo de los 8. En Petersburgo quedó claro que el poder pasa por el transporte de gas y crudos hacía el rico mercado europea al oeste de Rusia.

29 julio, 2006

Hace años, la garganta económica de Occidente era es estrecho de Ormuzd, o sea la salida del golfo Pérsico, según una definición de Henry Kissinger, por entonces secretario de Estado norteamericano. El mundo y su grilla geopolítica han cambiado y son más complejo: hoy la clave reside en grandes poliductos que van –y seguirán yendo- de Rusia (Siberia inclusive) a la Unión Europea.

También tienen papel decisivo los salen de la misma región y la cuenca del mar Caspio rumbo a Asia menor y Saudiarabia. En este caso, cruzando Irán, cuarto exportador petrolero del planeta. Desde tierra persa, ademán, un oleoducto alcanza China pasando por Afganistán, Pakistán e India. Todo eso dibuja un mapa tan subyugante como explosivo.

Este tipo de cuadros pone nerviosos a George W.Bush y su entorno de apóstoles bélicos. Hace cuatro meses, verbigracia, el vicepresidente Richard Cheney acusó directamente a Moscú de “emplear crudos y gas como instrumentos de intimidación y chantaje internacional”. Era cierto, pero Washington es el menos indicador para pontificar sobre el tema, especialmente ahora, que se desempeña como aliado incondicional de Israel en una zona vecina a enormes explotaciones petroleras.

Por cierto, los ductos expresan poder (así lo entienden las guerrillas iraquíes). “Si alguien quiere impedir que los países usuarios reciban gas o petróleo, basta con cerrar válvulas”, señala Investec, banca londinense experta en el sector. En su momento, Cheney estaba trasuntando las inquietudes de su gobierno sobre Europa occidental, afectada por la suspensión en el suministro de gas a Ucrania y sus consecuencias al oeste.

En enero, por cierto, Vladyímir Putin repitiió algo hecho justo un año antes, sólo que sin incluir a Georgia en las sanciones por atrasos en pagos. Ésa era la excusa, pues el motivo real era que el antimoscovita Víktor Yushchenko había vencido en los comicios ucranianos. Pero, ahora, la situación de Georgia también cambia: Bush invitó a su colega caucásico, a principios de julio, para discutir problemas de interés mutuo, Por un lado, el apoyo ruso a los separatistas de Osetia meridional e Ingushetia. Por el otro, el papel clave de Georgia en el tendido de ductos desde el Caspio.

Sea como fuere, la Unión Europea depende de Rusia para obtener 25% del gas que precisa. Por eso el tema –disfrazado de “seguridad energética”, una inexactitud léxica- figuraba alto en la agenda de Petersburgo. Sólo al problema nuclear iraní y, después de la cumbre, el descalabro bélico en Levante pudieron poner el asunto en segundo plano. Pero el tema no ha desaparecido e, inclusive, se ha agravado.

Las amenazas proferidas el jueves por Al Qa’eda pueden tener efectos deletéreos si el terrorismo se ejerce sobre poliductos. No es por accidente que los crudos rozaran esta semana picos de US$ 75 en Nueva York y en Londres, donde el Brent batió sus propias máximas nominales y alcanzó US$ 75,10.

Putin tiene motivos para presionar a Georgia. En mayo, este país, Adzerbaidyán, Moldavia y Ucrania resolvieron tender un poliducto (tontamente llamado “autopista energética”) para llegar al oeste sin atravesar territorio ruso. Ocurre que, pese a contar con moderados recursos petrolíferos propios, esos países debieron someterse a las condiciones de Gazprom como proveedor externo de gas.

El plan consiste en aprovechar el ducto Odyessa-Brody y (a) extenderlo hasta el puerto polaco de Gdañsk en el Báltico y (b) unirlo por debajo del mar Negro a la línea Bakú-Poti (Georgia). La UE respalda el esquema e, igualmente, el recién inaugurado oleoducto Bakú-Erzerum (diez años de trabajos, US$ 3.900 millones de inversión) y su extensión hasta el puerto de Dortyot (golfo de Alejandreta), donde una línea submarina alcanzará Egipto tras cruzar Chipre.

Obviamente, Moscú ve en esos proyectos un sesgo antirruso fomentado desde Washington, y razón no le falta. Pero, entretanto, apunta también al enrome mercado de Asia oriental y meridional. Antes de optar por un poliducto hasta el mar del Japón, barajó la posibilidad de dirigirlo hacia China. Se decidió por el puerto de Najoda, porque le dará aceso a China, Surcorea, Japón y… Estados Unidos. En un plano más remoto, los ingenieros analizar un ramal que alcance el mar de Ojotsk y Kamchatka o el estrecho de Bering.

Los europeos tampoco ponen todos lo huevos en la misma canasta. De ese modo, el gasoducto del Maghreb une Argelia, España, Portugal y cruza los Pirineos. Hacia 2008, será complementado por otro de trazado similar. Al mismo tiempo, la línea Turquía-Chipre- Egipto hará pie en el mediodía europeo. Fiel a las obsesiones de la era Bush, EE.UU. –en ves de proponer alternativas- intenta bloquear el poliducto entre Irán, Pakistás, India y China.

Hace años, la garganta económica de Occidente era es estrecho de Ormuzd, o sea la salida del golfo Pérsico, según una definición de Henry Kissinger, por entonces secretario de Estado norteamericano. El mundo y su grilla geopolítica han cambiado y son más complejo: hoy la clave reside en grandes poliductos que van –y seguirán yendo- de Rusia (Siberia inclusive) a la Unión Europea.

También tienen papel decisivo los salen de la misma región y la cuenca del mar Caspio rumbo a Asia menor y Saudiarabia. En este caso, cruzando Irán, cuarto exportador petrolero del planeta. Desde tierra persa, ademán, un oleoducto alcanza China pasando por Afganistán, Pakistán e India. Todo eso dibuja un mapa tan subyugante como explosivo.

Este tipo de cuadros pone nerviosos a George W.Bush y su entorno de apóstoles bélicos. Hace cuatro meses, verbigracia, el vicepresidente Richard Cheney acusó directamente a Moscú de “emplear crudos y gas como instrumentos de intimidación y chantaje internacional”. Era cierto, pero Washington es el menos indicador para pontificar sobre el tema, especialmente ahora, que se desempeña como aliado incondicional de Israel en una zona vecina a enormes explotaciones petroleras.

Por cierto, los ductos expresan poder (así lo entienden las guerrillas iraquíes). “Si alguien quiere impedir que los países usuarios reciban gas o petróleo, basta con cerrar válvulas”, señala Investec, banca londinense experta en el sector. En su momento, Cheney estaba trasuntando las inquietudes de su gobierno sobre Europa occidental, afectada por la suspensión en el suministro de gas a Ucrania y sus consecuencias al oeste.

En enero, por cierto, Vladyímir Putin repitiió algo hecho justo un año antes, sólo que sin incluir a Georgia en las sanciones por atrasos en pagos. Ésa era la excusa, pues el motivo real era que el antimoscovita Víktor Yushchenko había vencido en los comicios ucranianos. Pero, ahora, la situación de Georgia también cambia: Bush invitó a su colega caucásico, a principios de julio, para discutir problemas de interés mutuo, Por un lado, el apoyo ruso a los separatistas de Osetia meridional e Ingushetia. Por el otro, el papel clave de Georgia en el tendido de ductos desde el Caspio.

Sea como fuere, la Unión Europea depende de Rusia para obtener 25% del gas que precisa. Por eso el tema –disfrazado de “seguridad energética”, una inexactitud léxica- figuraba alto en la agenda de Petersburgo. Sólo al problema nuclear iraní y, después de la cumbre, el descalabro bélico en Levante pudieron poner el asunto en segundo plano. Pero el tema no ha desaparecido e, inclusive, se ha agravado.

Las amenazas proferidas el jueves por Al Qa’eda pueden tener efectos deletéreos si el terrorismo se ejerce sobre poliductos. No es por accidente que los crudos rozaran esta semana picos de US$ 75 en Nueva York y en Londres, donde el Brent batió sus propias máximas nominales y alcanzó US$ 75,10.

Putin tiene motivos para presionar a Georgia. En mayo, este país, Adzerbaidyán, Moldavia y Ucrania resolvieron tender un poliducto (tontamente llamado “autopista energética”) para llegar al oeste sin atravesar territorio ruso. Ocurre que, pese a contar con moderados recursos petrolíferos propios, esos países debieron someterse a las condiciones de Gazprom como proveedor externo de gas.

El plan consiste en aprovechar el ducto Odyessa-Brody y (a) extenderlo hasta el puerto polaco de Gdañsk en el Báltico y (b) unirlo por debajo del mar Negro a la línea Bakú-Poti (Georgia). La UE respalda el esquema e, igualmente, el recién inaugurado oleoducto Bakú-Erzerum (diez años de trabajos, US$ 3.900 millones de inversión) y su extensión hasta el puerto de Dortyot (golfo de Alejandreta), donde una línea submarina alcanzará Egipto tras cruzar Chipre.

Obviamente, Moscú ve en esos proyectos un sesgo antirruso fomentado desde Washington, y razón no le falta. Pero, entretanto, apunta también al enrome mercado de Asia oriental y meridional. Antes de optar por un poliducto hasta el mar del Japón, barajó la posibilidad de dirigirlo hacia China. Se decidió por el puerto de Najoda, porque le dará aceso a China, Surcorea, Japón y… Estados Unidos. En un plano más remoto, los ingenieros analizar un ramal que alcance el mar de Ojotsk y Kamchatka o el estrecho de Bering.

Los europeos tampoco ponen todos lo huevos en la misma canasta. De ese modo, el gasoducto del Maghreb une Argelia, España, Portugal y cruza los Pirineos. Hacia 2008, será complementado por otro de trazado similar. Al mismo tiempo, la línea Turquía-Chipre- Egipto hará pie en el mediodía europeo. Fiel a las obsesiones de la era Bush, EE.UU. –en ves de proponer alternativas- intenta bloquear el poliducto entre Irán, Pakistás, India y China.

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