Marketing, moda y capitalismo en la venta de agua envasada

El agua ya se vende más que la leche y la cerveza y está a punto de convertirse en la bebida más popular de Estados Unidos, donde en 2006 se gastaron US$ 11.000 millones en agua embotellada. El país necesitaría invertir US$ 390.000 millones, de aquí a 2020, para poner a punto la infraestructura de aguas corrientes.

7 junio, 2010

<p>Un libro reci&eacute;n publicado por Elizabeth Royte y cuyo t&iacute;tulo original es Bottlemania: How Water Went on Sale and Why We Bought It, cuenta la historia del agua potable p&uacute;blica y el proceso que impuso y difundi&oacute; la compra de agua embotellada en un pa&iacute;s donde, como dice la autora, &ldquo;m&aacute;s de 89% del agua corriente supera las regulaciones federales de salud y seguridad, casi siempre gana en pruebas a ciegas frente a aguas de marca y cuesta entre 240 y 10.000 veces menos que el agua envasada. &iquest;La respuesta? Una combinaci&oacute;n de marketing, moda y capitalismo.</p>
<p>El t&iacute;tulo del libro resume el tema, pues su traducci&oacute;n es m&aacute;s o menos as&iacute;: &ldquo;C&oacute;mo fue que el agua comenz&oacute; a venderse y c&oacute;mo fue que empezamos a comprarla&rdquo;.</p>
<p>&iquest;Por qu&eacute;, se pregunta Royte, los estadounidenses gastaron en 2006, US$ 11.000 millones en agua embotellada cuando podr&iacute;an haber consumido el agua perfectamente aceptable que sale de las canillas por un diez mil&eacute;simo del costo? La respuesta inmediata es marketing, marketing y m&aacute;s marketing, pero el tema es m&aacute;s complejo y combina tendencias culturales, econ&oacute;micas, pol&iacute;ticas e hidrol&oacute;gicas.</p>
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Apareci&oacute; como una moda que se crey&oacute; pasajera &ndash;<em>fad</em>, en ingl&eacute;s&ndash; y que prendi&oacute; principalmente entre los yuppies: de pronto era<em> &ldquo;cool&rdquo;</em> andar con una botella de Perrier en la mano. Corr&iacute;an los a&ntilde;os 70 y 80 y en aquel entonces hab&iacute;a peque&ntilde;as empresas europeas listas para satisfacer y promocionar esa demanda de ser y parecer &ldquo;chic&rdquo;. Pero luego la costumbre de pocos se convirti&oacute; en moda para millones y entonces fue que las gigantescas multinacionales &ndash;Nestl&eacute; y Coca-Cola entre otras&ndash; se anotaron para jugar ese partido. Comenzaba un proceso que tendr&iacute;a profundas consecuencias econ&oacute;micas y ambientales.
<p><strong>Faena de marketing</strong><br />
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Vamos a las cifras: en 1987, los estadounidenses beb&iacute;an s&oacute;lo 21,57 litros de agua embotellada por persona por a&ntilde;o, pero el impacto acumulativo de las campa&ntilde;as publicitarias llev&oacute; ese consumo al doble para 1997. Pepsi, due&ntilde;a de Aquafina, gast&oacute; US$ 20 millones sugiriendo que &ldquo;los estadounidenses bebieran m&aacute;s agua&rdquo;. &ldquo;En 2006 bebimos 104,47 litros a raz&oacute;n de 1.000 millones de botellas por semana&rdquo;, dice la autora.<br />
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Pero el marketing oscila en ambas direcciones. As&iacute; como el agua embotellada se convirti&oacute; en s&iacute;mbolo de la obsesi&oacute;n por salud y eterna juventud, vino la reacci&oacute;n que la convirti&oacute; en bebida diab&oacute;lica. <br />
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En 2006, la <em>National Coalition of American Nuns</em> (coalici&oacute;n nacional de monjas cat&oacute;licas) carg&oacute; contra el agua envasada con un argumento moral: &ldquo;no debe privatizarse un recurso esencial para la vida del ser humano&rdquo;. El planteo sac&oacute; a relucir m&aacute;s cifras: cada a&ntilde;o la fabricaci&oacute;n de las botellas requiere 17 millones de barriles de petr&oacute;leo. Am&eacute;n de la energ&iacute;a que se necesita para su transporte y descarte. El p&eacute;ndulo oscil&oacute; y el agua envasada pas&oacute; a tener un nuevo simbolismo: derroche del dinero de los contribuyentes, desprecio por el agua corriente y peligro ambiental. Algunas ciudades cancelaron contratos con embotelladoras. Otras les aplicaron impuestos. Muchas ONG comenzaron a abogar por el consumo de agua corriente.<br />
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Sin embargo, Royte se pregunta si los movimientos pro y anti botella no estar&aacute;n cortados por la misma tijera: &ldquo;&iquest;se cuestionan la compra de agua o se preocupan por el da&ntilde;o ambiental?&rdquo; Para ella, la actitud de pelear por lo correcto &ndash;beber agua pura sin tener que pagarla&ndash; exige m&aacute;s compromiso.</p>
<p><strong>Un pueblo en guerra por el agua</strong><br />
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Compromiso es precisamente lo que encuentra en Fryeburg, Maine, un pueblo de 3.000 habitantes que est&aacute; tratando de impedir que Poland Spring de Nestl&eacute; siga bombeando 636 millones de litros de agua por a&ntilde;o de un acu&iacute;fero maravillosamente puro que est&aacute; enterrado bajo sus bosques de pinos. Poniendo su lupa en ese peque&ntilde;o pueblo, Royte analiza lo que define como &ldquo;un fen&oacute;meno social sin parang&oacute;n, uno de los mayores golpes de marketing de los siglos 20 y 21&rdquo;. Fryeburg, en realidad, es un campo de batalla donde de un lado hay vecinos que tratan de repeler a la empresa Poland Spring y del otro hay vecinos que buscan aprovechar la fortuna de tener algo que codician las grandes empresas: agua pura.<br />
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Tener una cuenca de agua limpia cuando 40% de los r&iacute;os y arroyos del pa&iacute;s se hallan contaminados se ha convertido en una maldici&oacute;n para la zona. Poland Spring (una de las marcas m&aacute;s populares de agua envasada en Estados Unidos) ha instalado all&iacute; sus tuber&iacute;as y por la zona desfilan 92 camiones tanque todos los d&iacute;as. Los residentes de Fryeburg quieren llevar el tema a la justicia y pedir a la alcald&iacute;a que encuentre una soluci&oacute;n.<br />
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No les va a resultar f&aacute;cil, pues de lo que se trata es del aprovechamiento comercial de un yacimiento subterr&aacute;neo bajo bosques municipales, que por otra parte se viene haciendo desde hace tiempo.</p>
<p><strong>Negocio multimillonario</strong><br />
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El agua ya se vende m&aacute;s que la leche y la cerveza, y est&aacute; a punto de convertirse en la bebida m&aacute;s popular del pa&iacute;s. Las marcas que la venden est&aacute;n tan presentes en la vida cotidiana que la gente ya olvid&oacute;, por ejemplo, que Poland Spring y Evian fueron una vez verdaderos manantiales de agua pura, uno en Maine y otro en Francia. S&oacute;lo ahora que, como marcas, se han convertido en un negocio multimillonario es que la gente comienza a cuestionarse qu&eacute; es lo que toma y por qu&eacute;. <br />
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&Eacute;sa es la pregunta que se formula Royte mientras observa desde lo alto el Reservorio Ashokan al norte del estado de Nueva York. Una de las grandiosas obras p&uacute;blicas del pasado, construida hace m&aacute;s de cien a&ntilde;os para proveer millones de litros por d&iacute;a a una zona de 500 km2 a trav&eacute;s de t&uacute;neles y acueductos. Aquellos eran d&iacute;as de generosidad c&iacute;vica. Pero volver a la edad de oro del agua p&uacute;blica cuesta mucho dinero. Royte dice que el pa&iacute;s necesitar&iacute;a invertir US$ 390.000 millones, de aqu&iacute; a 2020, para poner a punto la infraestructura de aguas corrientes.<br />
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Quien lea <em>Bottlemania</em> hasta la &uacute;ltima p&aacute;gina va a pensar dos veces antes de tomar cualquier tipo de agua. Entre los riesgos figura la presencia de ars&eacute;nico, aditivos para nafta, 82 diferentes productos farmac&eacute;uticos y escurrimientos de fertilizantes. Y en 42 estados, dice Royte, la gente bebe agua de la canilla que trae por lo menos 10 contaminantes en un solo d&iacute;a. Y hay m&aacute;s: hay riesgos en las ca&ntilde;er&iacute;as, en las botellas pl&aacute;sticas, en los filtros y en la potabilizaci&oacute;n de aguas servidas. Para tranquilizar al lector, si cabe, cita la palabra de expertos que dicen que no es necesario tomar ocho vasos de agua por d&iacute;a. Lo mejor es beber s&oacute;lo para calmar la sed.</p>
<p><strong>En Europa tambi&eacute;n</strong><br />
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El tema de lo que se gasta en comprar agua no preocupa s&oacute;lo en Estados Unidos. En Europa tambi&eacute;n inquieta la p&eacute;rdida de confianza en el agua potabilizada y el romance con la botella. En Gran Breta&ntilde;a, el ministro del ambiente, Phil Woolas, dijo que el agua embotellada es &ldquo;moralmente inaceptable&rdquo;. Primero porque el producto no ha demostrado ser mejor que el que sale de la canilla y adem&aacute;s por el costo &ndash;econ&oacute;mico y ambiental&ndash; que tiene su industrializaci&oacute;n. En su pa&iacute;s se gastan anualmente 2.000 millones de libras esterlinas al a&ntilde;o en comprar agua mineral. El pa&iacute;s invierte mucho dinero en potabilizar el agua para el bien de la comunidad, argumenta el funcionario.</p>
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