La revolución digital explicada por una antigua teoría, reciclada

Los estamentos superiores de una organización, ante cambios económicos y tecnológicos, se ven obligados a encarar decisiones traumáticas. ¿Los manejarán como la aristocracia española del siglo 17 o como los incipientes industriales ingleses de la misma época? Por sexta vez en la historia, la humanidad afronta transformaciones sistémicas.

29 enero, 2012

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<p>La historiadora Elin Whitney-Smith hace un balance de per&iacute;odos anteriores de perturbaci&oacute;n estructural. Su objeto consiste en entender lo que atraviesan en la actualidad empresas y personas. La autora &ndash;te&oacute;rica de los ciclos largos y la historia econ&oacute;mica&ndash; cree que otra vez afrontamos transformaciones sist&eacute;micas.<br />
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Su trabajo es revisado por Arthur Kleiner, editor de <em>strategy+business</em>.<br />
En cada oportunidad, el quiebre fue detonado por alguna innovaci&oacute;n t&eacute;cnica o tecnol&oacute;gica y gener&oacute; formas nuevas de gesti&oacute;n. Hoy, coincide Kleiner, los l&iacute;deres tienen una ventaja sobre los protagonistas de las otras cinco olas: pueden seguir los acontecimientos en detalle y con mayor claridad. Pero todav&iacute;a queda por verse si sabr&aacute;n aprender las lecciones pret&eacute;ritas. <br />
Whitney-Smith ha estado 30 a&ntilde;os investigando el tema y redefine su idea sobre el progreso econ&oacute;mico como &ldquo;una serie de rupturas en materia de tecnolog&iacute;a inform&aacute;tica&rdquo; (TI). Para ello, sac&oacute; partido de estudios sobre temas variados: dise&ntilde;o de medios digitales, relaciones sexuales en la edad media europea, extinciones al cabo del pleistoceno, etc. Este a&ntilde;o, compila otro tomo, <em>Winning Information Revolutions: from the Ice Age to the Internet</em>, que publicar&aacute; por entregas en la Red.<br />
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Tambi&eacute;n ha fundado Netalyst, peque&ntilde;a consultor&iacute;a en la Web, especializada en la interfaz entre entidades sociales y tecnolog&iacute;a.<br />
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Inclusive, &ldquo;directivos que no suelen prestar atenci&oacute;n al estudio de la historia empiezan a descubrir la relevancia de sus planteos, al menos en lo estrat&eacute;gico&rdquo;, apunta Kleiner en <em>strategy+business</em>. A su criterio, los l&iacute;deres sociales y econ&oacute;micos, en cada una de las anteriores revoluciones asimilables a la TI, no supieron resistir las estrategias cortas, por contraproducentes que fueran. Durante una conversaci&oacute;n con Kleiner, aqu&iacute; condensada, Whitney-Smith abord&oacute; sus temas favoritos.</p>
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<p><strong>&ndash;En su nuevo libro afirma que las actuales turbulencias econ&oacute;micas comparten con las anteriores la misma causa eficiente: un desplazamiento en el manejo de la informaci&oacute;n. &iquest;Puede elaborar m&aacute;s esta idea?</strong><br />
&ndash;A mi entender, hubo hasta ahora seis revoluciones en la historia. Cada una representaba un cambio &ndash;abrupto o paulatino&ndash; en paradigmas organizativos y en c&oacute;mo la gente se reagrupaba. La primera transici&oacute;n transform&oacute; cazadores/recolectores en agricultores; la segunda fue la invenci&oacute;n del lenguaje escrito y num&eacute;rico; la tercera fue el colapso de Roma; la cuarta se cifr&oacute; en la imprenta de tipos m&oacute;viles; la quinta combin&oacute; radio, tel&eacute;grafo, tel&eacute;fono y ferrocarril, y la sexta &ndash;la actual&ndash; es la revoluci&oacute;n inform&aacute;tica/digital que vivimos.<br />
En las tres &uacute;ltimas, la econom&iacute;a acompa&ntilde;&oacute; y acompa&ntilde;a igual tendencia: un largo auge seguido de un crac. En cada etapa, hubo o hay cambios agitados, mientras emerg&iacute;an otras formas de organizaci&oacute;n y ca&iacute;an viejas pr&aacute;cticas apoyadas en &eacute;lites anacr&oacute;nicas.</p>
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<p><strong>&ndash;&iquest;Por qu&eacute; el <em>establishment</em> pierde poder?</strong><br />
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&ndash;En lo inmediato es siempre mejor ser un noble hisp&aacute;nico que un cardador ingl&eacute;s del siglo 17. Los potentados de Espa&ntilde;a o Francia no ten&iacute;an motivos para innovar, pues su riqueza parec&iacute;a estar asegurada. Adem&aacute;s, desconfiaban de t&eacute;cnicas reci&eacute;n inventadas y de su efecto en la mano de obra. Por consiguiente, el impulso econ&oacute;mico de esa &ldquo;globalidad europea&rdquo; pas&oacute; del continente a dos pa&iacute;ses n&oacute;rdicos, Inglaterra y Holanda. <br />
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Ambos y sus fuerzas industriales fueron rearm&aacute;ndose para aprovechar las nuevas capacidades a su disposici&oacute;n. Les tom&oacute; tiempo y una revoluci&oacute;n pol&iacute;tica (la de 1688) para surtir efecto, pero despu&eacute;s fue imparable. Europa cambi&oacute; radicalmente, luego sigui&oacute; el &ldquo;Primer Mundo&rdquo;, y la nobleza qued&oacute; relegada al universo rural.<br />
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Por ejemplo, en la quinta d&eacute;cada del siglo 19, parec&iacute;a mejor a corto plazo manejar un molino harinero en Massachusetts que un ferrocarril en Pensilvania con una horda de ingenieros. Siglo y pico m&aacute;s tarde, en los a&ntilde;os 70, gratificaba m&aacute;s en lo inmediato ser presidente de General Motors que un estudiante dedicado a c&oacute;digos de computaci&oacute;n. En cada instancia, el miembro de una &eacute;lite preexistente ten&iacute;a escasos incentivos para desechar el sistema o &ldquo;meterse&rdquo; con los triunfadores. Pero cada &ldquo;proletariado externo&rdquo; (figura del historiador por antonomasia, Arnold J. Toynbee, 1889/ 975) tiene poco que perder y mucho que ganar sum&aacute;ndose a las sucesivas innovaciones. En &uacute;ltimo t&eacute;rmino, estos grupos iconoclastas transforman la forma en que un sistema funciona. <br />
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Los nobles de esta &eacute;poca, o sea los l&iacute;deres pol&iacute;ticos, econ&oacute;micos o financieros, cometen una pila de errores similares, en el fondo, a los de sus antepasados. Basta observar los desastrosos rescates de deuda soberana en la Eurozona. Al repetirse, esos deslices reducen posibilidades de retener su hegemon&iacute;a en el futuro. En general, pasan por alto las nuevas tecnolog&iacute;as inform&aacute;ticas, pierden oportunidades, temen al propio mundo que generan y tratan de neutralizarlo, cerrarlo o controlarlo f&eacute;rreamente. Estas actitudes suelen llevar al fracaso, junto con sus impulsores, hasta que surge otro grupo de competidores dominantes.</p>
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<p><strong>&ndash;&iquest;Cu&aacute;nto toma esta clase de transiciones?</strong><br />
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&ndash;A medida como transcurr&iacute;a la historia, los tiempos se acortaban. En la prehistoria, los cazadores o recolectores precisaron decenas de miles de a&ntilde;os para pasar a la agricultura. Entre la ca&iacute;da de Roma y la imprenta, mediaron apenas 10 siglos y esa revoluci&oacute;n se desenvolvi&oacute; en 220 a&ntilde;os. La revoluci&oacute;n el&eacute;ctrica (ferrocarriles, comunicaciones) exigi&oacute; solo la mitad y la revoluci&oacute;n digital comenz&oacute; hace alrededor de medio siglo.</p>
<p><strong>&ndash;&iquest;Por qu&eacute; llama usted &ldquo;transiciones tempranas&rdquo; a algunos de estos fen&oacute;menos?</strong><br />
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&ndash;En el caso de una revoluci&oacute;n inform&aacute;tica, no siempre se asocia con una determinada tecnolog&iacute;a y, en realidad, hace a c&oacute;mo la TI se imbrica en una cultura. En el segundo t&eacute;rmino, si los hombres preagr&iacute;colas hubieran sido modernos cazadores/recolectores, ser&iacute;an la cultura TI m&aacute;s pura de que hubiese memoria. <br />
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Esa gente aprovechaba lo que sab&iacute;a, no lo que pose&iacute;a. Conoc&iacute;a los lugares donde hab&iacute;a caza o pesca o plantas &uacute;tiles. Percib&iacute;a un mundo de abundancia. Su posici&oacute;n social no depend&iacute;a de poseer activos sino datos, informaci&oacute;n, buenas historias que contar, danzas que bailar o dioses a quienes adorar. Por ende, su visi&oacute;n del universo se basaba en compartir. <br />
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En un punto, hace 150 siglos, se desat&oacute; una ola de cambios clim&aacute;ticos y extinciones de especies. Dur&oacute; unos 10.000 a&ntilde;os e hizo que los hombres comenzaran a vislumbrar un horizonte m&aacute;s duro. Entonces, empezaron a acumular comida y bienes para sentirse seguros. Desde antes de Sumeria y Egipto, hemos vivido en un mundo de escasez y carest&iacute;a.<br />
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Esta fue la esencia de la primera revoluci&oacute;n: la gente involucion&oacute; de una cultura de informaci&oacute;n a depender de bienes materiales, tangibles o transables. A su vez, ello implic&oacute; otro cambio mayor en las estructuras sociales: atesorar es dif&iacute;cil cuando las personas deben caminar 30 kil&oacute;metros al d&iacute;a. Esto las hizo almacenar productos a buen reparo.<br />
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Luego, se establecieron aldeas. Ya sedentario, el g&eacute;nero humano apel&oacute; a todo tipo de recursos agr&iacute;colas para suplementar la caza, la pesca y la simple recolecci&oacute;n En la etapa subsiguiente, con menos animales de caza, el hombre &ndash;munido de m&aacute;s t&eacute;cnicas&ndash; comenz&oacute; a criar o domesticar ganado.<br />
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Claro, daba m&aacute;s trabajo atender cultivos y ganado. Eso, m&aacute;s la creciente dependencia de bienes materiales, condujo a la especializaci&oacute;n. En vez de cada familia fabricando todo tipo de cosas, muchos art&iacute;culos de producci&oacute;n com&uacute;n ya no se hicieron en casa. Diferentes individuos o grupos se especializaban en diferentes rubros. El proceso llev&oacute; a la jerarquizaci&oacute;n, los estamentos sociales y la contabilidad. Diversas formas de moneda surgieron, lideradas por el <em>elektr&oacute;n</em> frigio &ndash;aleaci&oacute;n natural de oro y plata&ndash;, aparecido en el siglo 18 antes de la era com&uacute;n.</p>
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<p><strong>Paradigma de la escritura</strong><br />
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A partir del tercer milenio a. C. y por varios m&aacute;s, la civilizaci&oacute;n se identificaba con la escritura, que cambi&oacute; un paradigma estructural (aldeas y sacerdotes) en uno tripartito: templo, rey y militares. Al no abarcar burgueses, proletarios ni esclavos, se trataba de una organizaci&oacute;n notablemente estable: en Egipto dur&oacute; unos 40 siglos.<br />
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Ciudades-estados e imperios iban y ven&iacute;an, pero las bases estructurales no se alteraban. Reyes y cortes administraban justicia, los militares controlaban la violencia end&oacute;gena o ex&oacute;gena y el templo manejaba el dinero y la informaci&oacute;n, aparte de mantener registros y realizar los rituales cada a&ntilde;o lunar o solar. Este esquema termin&oacute; de venirse abajo con Roma (476 d. C.) en la sociedad occidental, aunque no en el imperio de Oriente, cuyo golpe de gracia reci&eacute;n lleg&oacute; en 1453 por mano osmanl&iacute;. <br />
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Justamente, la siguiente revoluci&oacute;n inform&aacute;tica se gesta sobre las ruinas romanas. La volatilidad prevaciente en la temprana edad media acab&oacute; con aquel esquema tripartito originado hace siete milenios en la medialuna de tierras f&eacute;rtiles (desde el delta del Nilo hasta el golfo P&eacute;rsico). <br />
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En Europa occidental, solo sobrevivir&iacute;a qui&eacute;n controlaba la informaci&oacute;n y las ideas: la iglesia Cat&oacute;lica. Su predominio, ir&oacute;nicamente, terminar&aacute; destrabando ambos factores y mejorando la vida de la gente com&uacute;n. Otra obra positiva de la iglesia occidental (no de la bizantina) consisti&oacute; en luchar contra el trabajo esclavo. Al menos en las incipientes ciudades, aunque no en el medio rural. Sea como fuere, merced a la iglesia el trabajo, el desarrollo y las nuevas t&eacute;cnicas &ndash;de las llamaba &ldquo;artes&rdquo; e inclu&iacute;an la alquimia&ndash; ganaron creciente apoyo en Europa occidental y, parad&oacute;jicamente, se reciclaron en el califato &aacute;rabe (siglos 7 a 11) por obra de un legado hel&eacute;nico bienvenido por los musulmanes.</p>
<p><strong>&ndash;Uno se imagina que inventar la imprenta fue distinta a innovaciones anteriores…</strong><br />
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&ndash;S&iacute;, pero la diferencia esencial quiz&aacute; sea la visibilidad. Contamos con una historia detallada de la imprenta porque la prensa misma conserva una masa de registros. A partir de ella, podemos detectar dos fases distintas de innovaci&oacute;n. La primera, fomentada por la &eacute;lite, involucraba nuevas formas de gobierno, ciencia, literatura, artes, etc., mientras las unidades pol&iacute;ticas evolucionaban de peque&ntilde;os feudos personales a grandes estados regidos por reyes, capaces de administrarlos, gracias a funcionarios educados en nuevas universidades cuyas bibliotecas superaban, juntas, a la de Alejandr&iacute;a. <br />
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La segunda fase innovadora tuvo lugar mayormente en los pa&iacute;ses protestantes. En el sur, Espa&ntilde;a, Francia, Portugal y otros pa&iacute;ses cat&oacute;licos, temeroso de la &ldquo;herej&iacute;a&rdquo; luterana, impon&iacute;an f&eacute;rreas restricciones a la libertad de imprenta. Holanda, Inglaterra, Dinamarca, Suecia, Suiza y los principados alemanes no ten&iacute;as esas pol&iacute;ticas. Como, simult&aacute;neamente, los protestantes fomentaban la libre lectura de la Biblia (pese al peligro de interpretaci&oacute;n literal), dos factores convergieron: la demanda de biblias explot&oacute; y la gente se alfabetiz&oacute; velozmente. <br />
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Por cierto, ya en el siglo 17, la imprenta se hab&iacute;a extendido &ndash;sobre todo en Inglaterra y Holanda&ndash; e impulsaba la alfabetizaci&oacute;n y la aritm&eacute;tica entre la burgues&iacute;a, el proletariado y los profesionales en artes y oficios. Estos sectores promover&aacute;n la innovaci&oacute;n de abajo a arriba. Eventualmente, fundar&aacute;n partidos y llegar&aacute;n al parlamento. <br />
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No obstante, aun en los pa&iacute;ses protestantes los cambios no beneficiaban a todos por igual. Por caso, la impresora no era una ventaja para las mujeres. En cuanto al comercio y los negocios, ya no se efectuaban en un rinc&oacute;n de la sala com&uacute;n y pasaron a una dependencia espec&iacute;fica, y despu&eacute;s a un edificio separado. Entretanto, los hombres trabajaban fuera del hogar y las mujeres &ndash;de clase alta, media o baja&ndash; perd&iacute;an poder y privilegios dom&eacute;sticos. Pero tampoco acced&iacute;an a una educaci&oacute;n en el nivel masculino.</p>

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