Grandes empresas: crecer y competir, pero no de cualquier modo

Las mayores firmas raramente se expandan todo el tiempo, a menos que compitan en el lugar justo y el momento preciso En 2005, los ejecutivos dejaron de lado la mejora operativa y prestaron más atención al crecimiento.

18 enero, 2006

Eso no significa. empero, abandonar recetas básicas. Por ejemplo, “el constante aumento de ingresos y valor de activos demanda mantener las mejores pautas en estrategia, marketing, operación y organización.” Así señalaba Sven Smits en el “McKinsey quarterly” (n° 4, 2005). Pero se preguntan si la cosa es exactamente así. Casos como la actual pelea Boston Scientific vs.Johnson&Johnson por Guidant ilustran ese tipo de duidas.

Desempeño y resultados son por cierto claves, pero el crecimiento exige algo más que eso. En el nivel promedio de ingresos anuales, tomando la actual nómina “Fortune 500” (o sea, US$ 30.000 millones), una firma debería “agregarse” cada año una compañía valuada en 2.000 millones, si quisise sostener una expansión de 6%.

Para indagar en los desafíos planteados a la evolución de ingresos en empresas grandes, Smits analizó cienc casos en diecisiete sectores de Estados Unidos, durante los dos últimos ciclos de negocios (también llamados “cortos”), o sea de 1984 a 2003. Casi un tercio consiguió elevar ventas a un ritmo superior al del producto bruto interno (PBI) en el segundo ciclo (1994-2003). También pudo distribuir dividendos superiores al promedio de la cartera Standard&Poor’s 500. Pero 90% de estas compañías se concentraba en servicios financieros, atención médica, tecnología de punta y cadenas minoristas.

Estos mercados y segmentos ofrecían perspectivas favorables al crecimiento, apoyadas en algunas tendencias de fondo. A saber, envejecimiento de la población, veloz innovación en productos y formatos, derregulación y consolidación (vale decir, fusiones y adquisiciones, F&A).

Un examen de ambos lapsos también reveló algo interesante: las compañías grandes que se rezagaban respecto del PBI durante un ciclo entero corrían cinco veces más riesgo que las más expansivas, en cuanto a ser vendidas, escindidas o liquidadas. Eventualmente, las firmas incapaces de mejorar ingresos no podían recobrar ventas ni dar dividendos a los accioinstas. En varios casos, seguían expuestas a potenciales compradores. Hostiles o no.

Estos hallazgos tienen amplias implicaciones en management. La primera es que las empresas grandes deben prestar tanta atención a sus fuentes más dinámicas de crecimiento cuanto a las bases del negocio. Si bien las mejoras en costos pueden promover utilidades y diviendos en el corto plazo, elevar retornos totales al accionista (RTA), sin impulsar los factores más dinámicos, puede perjudicar la sobrevivencia a largo plazo. Muchas firmas, en efecto, suele afrontar un ingrato dilema: crecer o desaparecer.

En segundo lugar, dónde competir es tan relevante como la manera de hacerlo, Las opciones que se encaren ahora sobre composición de carteras y dónde poner las fichas definirán el avance en los siguientes cinco a diez años (pero este estudio no va más allá de 2004). A menos que una empresa disponga de fuentes dinámicas de ingresos y utilidades, o tenga amplias posibilidades en materia de F&A, un crecimiento que sólo acompañe al PBI será difícil de sostener, aun con excelente desempeño.

Este trabajo –cabe reiterar- se centra en 102 compañías norteamericanas cotizantes en bolsa e incluye las mejores 75 en ingresos y las mejores 75 en capitalización de mercado, hacia 1994. Los analistas las siguieron en el segundo ciclo corto (1994-2003) y segmentaron su crecimiento en términos de resultados –inclusive adquisiciones y liquidaciones- y RTA. A su vez discriminado entre cotizaciones accionarias y dividendos distribuidos. La tasa media anual compuesta de crecimiento (TMACC) para ingresos oscilaba alrededor de 5&, correspondiente al incremento del PBI nominal en el período. A 11%, la TMACC para el retorno a los accionistas era en general idéntica a la de la cartera S&P 500.

En la muestra, 32 compañías (20% del total) forman un grupo de “gigantes del crecimiento”, con ingresos que subían a razón de 10% anual o más. De paso, superaban el ritmo del índice S&P 500 en materia de RTA. Se trata de un perfil impresionante, aunque más de la mitad de esas firman empleasen intensivamente las F&A para impulsar los factores expansivos más dinámicos.

Si bien se encontró una relación positiva entre el aumento de ingresos y RTA durante el decenio 1994-2003, abundaban las excepciones. Sin embargo, las empresas que elevaban ventas a mayor ritmo que el PBI tenían 60% más posibilidades de superar el ritmo de la cartera S&P 500.

Como podía esperarse, los líderes en RTA competían mayormente en sectores de menor crecimiento relativo: bienes de consumo o uso final, servicios civiles, ingeniería y construcciones. Sus claves residían, claro, en buen desempeño, control de costos e inteligente manejo de la cartera inversora. Todo eso generaba un sólido incremento de ingresos y ganancias. Muchas de esas compañías abandonaron negocios de escasa rentabilidad y se incorporaron a segmentos que daban mayores márgenes.

La mitad de los líderes en RTA elevaron utilidades por lo menos al doble del ritmo que marcaban los ingresos y 37% encararon amplios programas de liquidación. Ahora bien ¿cómo fueron las cosas en 2004-5? Acá pesa el retraso de estadísticas: las de 2004 recién estuvieron listas en el III trimestre de 2005 y las del año siuguiente siguen en el limbo.

Eso no significa. empero, abandonar recetas básicas. Por ejemplo, “el constante aumento de ingresos y valor de activos demanda mantener las mejores pautas en estrategia, marketing, operación y organización.” Así señalaba Sven Smits en el “McKinsey quarterly” (n° 4, 2005). Pero se preguntan si la cosa es exactamente así. Casos como la actual pelea Boston Scientific vs.Johnson&Johnson por Guidant ilustran ese tipo de duidas.

Desempeño y resultados son por cierto claves, pero el crecimiento exige algo más que eso. En el nivel promedio de ingresos anuales, tomando la actual nómina “Fortune 500” (o sea, US$ 30.000 millones), una firma debería “agregarse” cada año una compañía valuada en 2.000 millones, si quisise sostener una expansión de 6%.

Para indagar en los desafíos planteados a la evolución de ingresos en empresas grandes, Smits analizó cienc casos en diecisiete sectores de Estados Unidos, durante los dos últimos ciclos de negocios (también llamados “cortos”), o sea de 1984 a 2003. Casi un tercio consiguió elevar ventas a un ritmo superior al del producto bruto interno (PBI) en el segundo ciclo (1994-2003). También pudo distribuir dividendos superiores al promedio de la cartera Standard&Poor’s 500. Pero 90% de estas compañías se concentraba en servicios financieros, atención médica, tecnología de punta y cadenas minoristas.

Estos mercados y segmentos ofrecían perspectivas favorables al crecimiento, apoyadas en algunas tendencias de fondo. A saber, envejecimiento de la población, veloz innovación en productos y formatos, derregulación y consolidación (vale decir, fusiones y adquisiciones, F&A).

Un examen de ambos lapsos también reveló algo interesante: las compañías grandes que se rezagaban respecto del PBI durante un ciclo entero corrían cinco veces más riesgo que las más expansivas, en cuanto a ser vendidas, escindidas o liquidadas. Eventualmente, las firmas incapaces de mejorar ingresos no podían recobrar ventas ni dar dividendos a los accioinstas. En varios casos, seguían expuestas a potenciales compradores. Hostiles o no.

Estos hallazgos tienen amplias implicaciones en management. La primera es que las empresas grandes deben prestar tanta atención a sus fuentes más dinámicas de crecimiento cuanto a las bases del negocio. Si bien las mejoras en costos pueden promover utilidades y diviendos en el corto plazo, elevar retornos totales al accionista (RTA), sin impulsar los factores más dinámicos, puede perjudicar la sobrevivencia a largo plazo. Muchas firmas, en efecto, suele afrontar un ingrato dilema: crecer o desaparecer.

En segundo lugar, dónde competir es tan relevante como la manera de hacerlo, Las opciones que se encaren ahora sobre composición de carteras y dónde poner las fichas definirán el avance en los siguientes cinco a diez años (pero este estudio no va más allá de 2004). A menos que una empresa disponga de fuentes dinámicas de ingresos y utilidades, o tenga amplias posibilidades en materia de F&A, un crecimiento que sólo acompañe al PBI será difícil de sostener, aun con excelente desempeño.

Este trabajo –cabe reiterar- se centra en 102 compañías norteamericanas cotizantes en bolsa e incluye las mejores 75 en ingresos y las mejores 75 en capitalización de mercado, hacia 1994. Los analistas las siguieron en el segundo ciclo corto (1994-2003) y segmentaron su crecimiento en términos de resultados –inclusive adquisiciones y liquidaciones- y RTA. A su vez discriminado entre cotizaciones accionarias y dividendos distribuidos. La tasa media anual compuesta de crecimiento (TMACC) para ingresos oscilaba alrededor de 5&, correspondiente al incremento del PBI nominal en el período. A 11%, la TMACC para el retorno a los accionistas era en general idéntica a la de la cartera S&P 500.

En la muestra, 32 compañías (20% del total) forman un grupo de “gigantes del crecimiento”, con ingresos que subían a razón de 10% anual o más. De paso, superaban el ritmo del índice S&P 500 en materia de RTA. Se trata de un perfil impresionante, aunque más de la mitad de esas firman empleasen intensivamente las F&A para impulsar los factores expansivos más dinámicos.

Si bien se encontró una relación positiva entre el aumento de ingresos y RTA durante el decenio 1994-2003, abundaban las excepciones. Sin embargo, las empresas que elevaban ventas a mayor ritmo que el PBI tenían 60% más posibilidades de superar el ritmo de la cartera S&P 500.

Como podía esperarse, los líderes en RTA competían mayormente en sectores de menor crecimiento relativo: bienes de consumo o uso final, servicios civiles, ingeniería y construcciones. Sus claves residían, claro, en buen desempeño, control de costos e inteligente manejo de la cartera inversora. Todo eso generaba un sólido incremento de ingresos y ganancias. Muchas de esas compañías abandonaron negocios de escasa rentabilidad y se incorporaron a segmentos que daban mayores márgenes.

La mitad de los líderes en RTA elevaron utilidades por lo menos al doble del ritmo que marcaban los ingresos y 37% encararon amplios programas de liquidación. Ahora bien ¿cómo fueron las cosas en 2004-5? Acá pesa el retraso de estadísticas: las de 2004 recién estuvieron listas en el III trimestre de 2005 y las del año siuguiente siguen en el limbo.

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