Sanford Weill finalmente abandona la cúpula de Citigroup

La asamblea anual de accionistas, en un teatro neoyorquino, fue el tinglado escogido por el poderoso ex CEO para despedirse del cargo. Deja el mayor conglomerado financiero del mundo, no sin problemas derivados de su tamaño y heterogeneidad.

18 abril, 2006

Con 73 años hoy, Weill logró lo que algunos pares suyos no pudieron: fijar fecha de retiro –lo hizo hace treinta meses- y cumplirla. A fin de 2003, en efecto, puso como director ejecutivo a Charles Prince –un incondicional- y retuvo la presidencia del directorio. Ahora, con 56 años, el abogado también será CEO.

El adiós involucra no sólo a Weill, sino –especialmente- a toda una etapa en materia de negocios bancarios. Por supuesto, varios gurúes y operadores de Wall Street ya han comenzado con los ditirambos (el “mayor banquero de la època”, llegó a proclamar un manager de fondos), fase que su antecesor, John Reed, no pudo gozar. Después vendrán los balances en serio.

Gestos de exaltación no han faltado. Por el ejemplo, el papa Benito XVI ya había bendecido las bodas de oro del matrimonio Weill, meses atrás. Algo que “nunca hubiese hecho Juan Pablo II”, como observaba el teólogo heterodoxo Hans Küng, no justamente admirador de Karol Wojtyla.

El coro de elogios probablemente signifique una cosa: mucha gente, dentro o fuera de Citigroup, sospecha que el jefe no dejará la actividad (“industria” se dice hoy, sin reparar en el matiz de la palabra en castellana). No le será fácil dejar a un lado medio siglo de negocios financieros.

Escandalos en Japón y Gran Bretaña, empero, lo hacían adoptar una actitud ambivalente allá por julio. Por entonces, circulaban rumores de que se retiraría para crear un fondo bursátil con inversores tan poco diáfanos como el emir saudí Alwalid bin Talal. De paso, fuerte accionista individual de Citigroup y allegado al clan Bush.

Con 73 años hoy, Weill logró lo que algunos pares suyos no pudieron: fijar fecha de retiro –lo hizo hace treinta meses- y cumplirla. A fin de 2003, en efecto, puso como director ejecutivo a Charles Prince –un incondicional- y retuvo la presidencia del directorio. Ahora, con 56 años, el abogado también será CEO.

El adiós involucra no sólo a Weill, sino –especialmente- a toda una etapa en materia de negocios bancarios. Por supuesto, varios gurúes y operadores de Wall Street ya han comenzado con los ditirambos (el “mayor banquero de la època”, llegó a proclamar un manager de fondos), fase que su antecesor, John Reed, no pudo gozar. Después vendrán los balances en serio.

Gestos de exaltación no han faltado. Por el ejemplo, el papa Benito XVI ya había bendecido las bodas de oro del matrimonio Weill, meses atrás. Algo que “nunca hubiese hecho Juan Pablo II”, como observaba el teólogo heterodoxo Hans Küng, no justamente admirador de Karol Wojtyla.

El coro de elogios probablemente signifique una cosa: mucha gente, dentro o fuera de Citigroup, sospecha que el jefe no dejará la actividad (“industria” se dice hoy, sin reparar en el matiz de la palabra en castellana). No le será fácil dejar a un lado medio siglo de negocios financieros.

Escandalos en Japón y Gran Bretaña, empero, lo hacían adoptar una actitud ambivalente allá por julio. Por entonces, circulaban rumores de que se retiraría para crear un fondo bursátil con inversores tan poco diáfanos como el emir saudí Alwalid bin Talal. De paso, fuerte accionista individual de Citigroup y allegado al clan Bush.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades