El peligro de una democracia de accionistas

Que los accionistas tomen muchas decisiones puede ser peligroso, especialmente cuando presionan para subir y bajar el precio de acciones. El interés de corto plazo de algunos puede dañar a las empresas en el largo plazo.

26 febrero, 2013

El problema no son las decisiones de los accionistas sino que muchas veces éstos representan  fondos de inversiones con gran capacidad de presión. Como aspiran a ganancias cortoplacistas tienen el poder y el dinero para lograr la suba y la baja del precio de acciones.

El mejor ejemplo es Apple, que en este momento está siendo presionada por un fondo de inversiones que pretende decir a la compañía más innovadora de los últimos 30 años que está haciendo las cosas mal porque no permite el retorno de la inversión a sus accionistas.

Según Martin Lipton, un abogado especializado en empresas, esto se debe a que los fondos de inversión se hacen un lugar en los directorios y tratan de cambiar la dirección o la estrategia de negocios de la compañía para obtener ganancias a corto plazo. “Democracia de inversionistas” suena bien en el papel pero no abre un camino peligroso.

Además, la aparición de este procedimiento incentiva un juego perverso en el que los fondos de inversión utilizan los medios de comunicación para subir o bajar el precio de acciones para manipular decisiones dentro de los directorios. Y el caso de Apple es solo un pequeño ejemplo.

La democracia de accionistas no es mala en sí misma. En muchas oportunidades los inversionistas lograron presionar para que compañías en apuros mejoren su suerte cambiando directores, rumbo o plan de negocios. La pregunta clave es: ¿quieren los accionistas lo mejor para la empresa en el largo plazo?

En opinión de algunos especialistas, casi siempre la respuesta es no. Muchos inversionistas retienen sus acciones durante cierto tiempo para influir en las decisiones corporativas y así obtener ganancias jugosas en poco tiempo. Aunque muchos pensarán en Yahoo como un ejemplo de esto, estarían equivocados. Daniel Loeb se peleó públicamente con Scott Thompson y reveló detalles de una mentira en su curriculum que llevaron a su despido. Sin embargo, fue importante en la incorporación de Marissa Mayer y es un accionista  comprometido con el futuro a largo plazo de la compañía.

El temor de Lipton, de que muchos inversionistas no estén usando su poder para el bien sino para llenar sus propios bolsillos, tiene bases sólidas: ¿las decisiones de algunos pocos, interesados en crear ganancias en poco tiempo, puede afectar los intereses de muchos en el largo plazo? Esa es la pregunta que importa en lo que refiere a la democracia de accionistas.

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