¿Será este mundial de fútbol un certamen sin cerveza oficial?

Por supuesto, hay una patrocinadora oficial del campeonato: Budweiser. Pero a los europeos no les gusta la cerveza norteamericana. Prefieren la Budweiser checa, tipo Pilsen. O, si no, optan por cervezas estilo “lager”.

18 mayo, 2006

“Darle los auspicios de un campeonato jugado en Alemania a una cerveza tan típicamente norteamericana es como que una marca de ‘bourbon’ patrocine torneos en Gran Bretaña”. Así comentaba “Der Spiegel” la curiosa idea de imponer en su país una cerveza de Milwaukee, cuyo sabor no se parece en absoluto a los normales en Europa. En realidad, igual sucede en el Río de la Plata, donde el gusto tradicional es Pilsen y resiste la Budweiser estadounidense.

En los papeles, el grupo Anheuser-Busch Companies (A-BC) compró los derechos exclusivos para vender y promover su producto 100×100 norteamericano en la patria de la cerveza lager. Pero muchos analistas de marketing temen que –como en campeonatos anteriores- haya sido un grave error y no reporte beneficios a la empresa: alemanes, checos, escandinavos, holandeses, austríacos, franceses e ingleses detestan la cerveza estilo Milwaukee.

Para colmo, A-BC ni siquiera puede usar la marca Budweiser en Alemania, Chequia y alrededores. Nombre, etiqueta y logos –creados por Anheuser-Busch en 1876- pertenecen a la rama checa, que data de 1895. ¿Por qué? Porque el apellido “Budweiser” es en verdad un gentilicio derivado del topónimo Budweis. Pero ese pueblo de Bohemia se llama Budejovic en checo y sus habitantes resolvieron bautizar Ćeske Budejovice a la excelente Pilsen que fabricaban.

En primer lugar, la abreviatura “Bud”, usada por la firma norteamericana porque el nombre alemán completo es difícil de pronunciar, es idéntica a la primera sílaba del producto checo. En segundo lugar, suena parecida a “bit”, sílaba inicial de Bitburger, una de las cervezas más populares en Germania. Así han dictaminado tribunales alemanes.

Todo esto ha creado un enorme lío. Por un lado, Budweiser viene auspiciando mundiales desde 1986, aunque su marca casi no se venda en los sucesivos países sedes. Por otro lado, el fútbol dista ser popular en Estados Unidos, patria de la firma patrocinadora. Ello implica que A-BC se aferra a un “marketing contra la corriente”, opuesto a las tendencias de los consumidores: en EE.UU., éstos no se interesan por el balompié; fuera de EE.UU., no les gusta el sabor de “Bud”.

Ciego a la realidad, el holding pagó US$ 80 millones (¡en 1998!) para asegurarse exclusividad en 2002 y 2006. Algunos analistas señalan que Alemania fue elegida sede recién en 2000. Otros apuntan más allá, recordando que ninguna de las sedes de la copa mundial ha sido proclive a tomar cerveza tipo Milwaukee o similares.

Los números son menos terminantes: A-BC vende 6,5% de sus productos fuera de la América anglosajona, pero obtiene en el exterior 22,5% de utilidades (lo cual se explicaría por el mayor precio de la marca). Años de sostenidos esfuerzos para imponerla en el mundo parecen haber dado fruto, hasta ahora, sólo en Irlanda: 14% del pequeño mercado local. La dificultad de penetrar los dominios de Pilsen y lager ha hecho que, semanas atrás, A-BC negociase con Bitburger un “pacto de coexistencia” en los estadios alemanes. Pero, claro, eso no afecta las preferencias del público y, según reflexionaba el “Wall Street Journal”, cambiarlas en favor de Bud es como esperar que la selección estadounidense gane el mundial.

“Darle los auspicios de un campeonato jugado en Alemania a una cerveza tan típicamente norteamericana es como que una marca de ‘bourbon’ patrocine torneos en Gran Bretaña”. Así comentaba “Der Spiegel” la curiosa idea de imponer en su país una cerveza de Milwaukee, cuyo sabor no se parece en absoluto a los normales en Europa. En realidad, igual sucede en el Río de la Plata, donde el gusto tradicional es Pilsen y resiste la Budweiser estadounidense.

En los papeles, el grupo Anheuser-Busch Companies (A-BC) compró los derechos exclusivos para vender y promover su producto 100×100 norteamericano en la patria de la cerveza lager. Pero muchos analistas de marketing temen que –como en campeonatos anteriores- haya sido un grave error y no reporte beneficios a la empresa: alemanes, checos, escandinavos, holandeses, austríacos, franceses e ingleses detestan la cerveza estilo Milwaukee.

Para colmo, A-BC ni siquiera puede usar la marca Budweiser en Alemania, Chequia y alrededores. Nombre, etiqueta y logos –creados por Anheuser-Busch en 1876- pertenecen a la rama checa, que data de 1895. ¿Por qué? Porque el apellido “Budweiser” es en verdad un gentilicio derivado del topónimo Budweis. Pero ese pueblo de Bohemia se llama Budejovic en checo y sus habitantes resolvieron bautizar Ćeske Budejovice a la excelente Pilsen que fabricaban.

En primer lugar, la abreviatura “Bud”, usada por la firma norteamericana porque el nombre alemán completo es difícil de pronunciar, es idéntica a la primera sílaba del producto checo. En segundo lugar, suena parecida a “bit”, sílaba inicial de Bitburger, una de las cervezas más populares en Germania. Así han dictaminado tribunales alemanes.

Todo esto ha creado un enorme lío. Por un lado, Budweiser viene auspiciando mundiales desde 1986, aunque su marca casi no se venda en los sucesivos países sedes. Por otro lado, el fútbol dista ser popular en Estados Unidos, patria de la firma patrocinadora. Ello implica que A-BC se aferra a un “marketing contra la corriente”, opuesto a las tendencias de los consumidores: en EE.UU., éstos no se interesan por el balompié; fuera de EE.UU., no les gusta el sabor de “Bud”.

Ciego a la realidad, el holding pagó US$ 80 millones (¡en 1998!) para asegurarse exclusividad en 2002 y 2006. Algunos analistas señalan que Alemania fue elegida sede recién en 2000. Otros apuntan más allá, recordando que ninguna de las sedes de la copa mundial ha sido proclive a tomar cerveza tipo Milwaukee o similares.

Los números son menos terminantes: A-BC vende 6,5% de sus productos fuera de la América anglosajona, pero obtiene en el exterior 22,5% de utilidades (lo cual se explicaría por el mayor precio de la marca). Años de sostenidos esfuerzos para imponerla en el mundo parecen haber dado fruto, hasta ahora, sólo en Irlanda: 14% del pequeño mercado local. La dificultad de penetrar los dominios de Pilsen y lager ha hecho que, semanas atrás, A-BC negociase con Bitburger un “pacto de coexistencia” en los estadios alemanes. Pero, claro, eso no afecta las preferencias del público y, según reflexionaba el “Wall Street Journal”, cambiarlas en favor de Bud es como esperar que la selección estadounidense gane el mundial.

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