Los desordenados organizan mejor la información

Históricamente los desordenados llevaron las de perder. Siempre merecieron la condena de la mayoría convencida de que un cuarto o un escritorio ordenados significan una mente ordenada y que eso siempre es preferible al caos. Pues ahora aparece una teoría que derrumba esa creencia.

7 octubre, 2016

Harford, un economista, autor y periodista británico dice que a veces el desorden es mu7cho pero mucho mejor que la precisión y el orden.

Dice que el desorden, por definición,  puede abarcar desde la desprolijidad — que puede funcionar mejor que un prolijo sistema de archivo, hasta la disrupción, la distracción, la colaboración inesperada y el cambio de contexto. Harford dice que todo eso puede ser extremadamente fructífero.

En el libro que acaba de publicar, “Messy: How to be creative and resilient in a tidy-minded world” (Desprolijo: cómo ser creativo y resiliente en un mundo prolijo),  explica que hay muchas  áreas donde conviene abrirse a la idea del desorden y no combatirlo.

Como ejemplo pone su cocina.  Tiene mucho sentido, dice, tener un lugar para cada cosa porque cosas como los elementos para repostería son fácilmente identificables. Pero cuando uno trata de llevar esa lógica al escritorio ahí todo comienza a andar mal. Los contenidos del correo electrónico, o de los documentos o de las redes sociales  son difíciles de categorizar y archivar. Si uno quiere pensar un sistema pierde mucho tiempo y tal vez no funcione. Mientras pierde tiempo en eso se acumulan las comunicaciones  y las tareas.

Según Harford hay mucha gente desprolija que maneja mejor el flujo de información que le llega  y que no se esfuerza por categorizarla. Las personas organizadas, en cambio,  se atascan en un “almacenamiento prematuro” y se demora creando sistemas que no son mejores que una simple búsqueda en la bandeja de entrada del mail cuando uno quiere encontrar algo.

Más allá del escritorio, el autor cree que hay muchas situaciones  (como manejar un teatro, o  redes de cables de electricidad) donde la estandarización es necesaria. Pero hay otras situaciones cuando las personas no saben apreciar el valor de la casualidad o del caos. Como ejemplo pone situaciones sociales. Como tendemos, dice, a buscar la compañía de personas  que se nos parecen, descartamos de antemano el valor de las conexiones fortuitas e interacciones con extraños que pueden producir mejores resultados.

Hartford dice que su investigación lo hizo dejar de tratar de que sus tres hijos ordenaran sus habitaciones.  Lo que a él le parecía caos,  para ellos tal vez tendría cierta lógica que consideran importante. Es probable, dice, que toda persona necesite un poco de desorden personal.

¿Por qué todos nos esforzamos por ser más prolijos y nos cuesta mucho? Harford dice que no lo sabe pero tiene dos teorías. Primero, porque no nos gusta que los demás nos vean desordenados. Por eso es que ordenamos la casa cuando tenemos visitas. Un lugar de trabajo puede ser funcional, pero  cuando nos juzgamos a nosotros mismos y especialmente cuando juzgamos a los demás simplemente pensamos que se ve mal.  No vemos que funciona.

La segunda teoría dice que en lo que se refiere a estrés y desorden la gente pone la causa al revés. “Cuándo es que el escritorio luce más desordenado que nunca? Cuando estamos más atareados que nunca y comenzamos a sentirnos abrumados. Pero entonces comenzamos a culpar al desorden por sentirnos abrumados, cuando en realidad e4s al revés: está desordenado porque estamos abrumados”. “Cuando finalmente ordenamos nos sentimos tranquilos pero no es tanto por el orden en sí sino porque se abrió el espacio y eso nos permite usarlo. La culpa que muchos de nosotros sentimos por ser desorganizados debería convertirse en causa de celebración, sugiere. “Sistemáticamente tratamos de ser más prolijos de lo que deberíamos, tratamos de ser más organizados de lo que deberíamos y nos sentimos muy culpables cuando nuestros sistemas de organización fallan, cosa que ocurre  menudo

Sin embargo, probablemente el desorden sea la forma más efectiva de organizar la información.

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