La soledad crónica, tan dañina como el cigarrillo

Parece que ese sentimiento, que ya tiene dimensiones de epidemia, puede hacer tanto daño como los cigarrillos, pero también que es necesario para la supervivencia porque, al avisar que algo anda mal, nos lleva a buscar alguna reconexión social.

15 noviembre, 2016

En Estados Unidos – que es el país donde todo se mide – 40% de las personas de más de 65 años dices sentir la soledad con frecuencia y el porcentaje de los que viven solos viene creciendo sostenidamente desde la década de los años 60. La ola de crecimiento en la capa de las personas de edad trae aparejada una ola en el crecimiento de la soledad.

 

Los seres humanos son criaturas sociales. Toda la psicología se construye alrededor de la coexistencia con el otro. Las relaciones sociales son las que guían nuestras decisiones de unirnos a un grupo, de conseguir un estatus de empatizar, de castigar, de formar pareja, de casarnos. Y al haber evolucionado en esta dirección sufrimos cuando no tenemos la compañía de los demás.

 

“Pero”, dice Mike Luhmann, psicólogo de la Universidad de Colonia en Alemania, ” es que la soledad trae también con secuencias fisiológicas”. “Sube la presión arterial y puede hacerlo en forma permanente. Puede traer también otros problemas de salud y hacernos morir prematuramente”.

 

Una investigación realizada en 2015 que involucró 70 casos descubrió que la soledad aumenta el riesgo de mortalidad en 26%. El riesgo que trae el aislamiento social y la soledad es perfectamente comparable a los riesgos clásicos, como la obesidad, el abuso de sustancias o la salud mental. Algunos dicen incluso que la soledad tiene el mismo efecto que el tabaquismo sobre la longevidad”, dice Luhmann.

 

Pero si bien el problema es más agudo en la vejez, los jóvenes no se salvan. Alrededor de los 30 hay elevados picos de soledad y luego otra vez a los 50. Eso fue lo que se vio en un estudio de unos 50.000 alemanes que se acaba de publicar en Documental Psychology. “Eso no se veía antes”.

 

La teoría de Luhmann:

Los seres humanos somos una especie social. Dependemos de tener conexiones sociales. La mayoría de nosotros sufre cuando no las tiene. No todos, pero muchos.

Alguna gente está sola la mayor parte del día o vive sola en algún desierto remoto y está bien. Estar solo no es lo mismo que sentirse solo. Sentirse solo quiere decir sentir que uno tiene menos conexiones sociales de las que querría tener.

Para algunos una conexión importante puede bastar. Otro necesitarán 10. Eso varía de persona en persona. Por eso es que no sirve mirar la cantidad de amigos que tiene una persona. O ver si está casada o no. Esas cosas objetivas no nos dicen cuán sola se puede sentir una persona.

La soledad duele. Duele literalmente. Los estudios del cerebro muestran que algunas áreas en el cerebro se iluminan cuando uno experimenta dolor social, como cuando se experimenta dolor físico.

Puede ser positiva si nos avisa lo que tenemos que hacer: reconectarnos con la gente. Entonces sí es positiva. Señala que tenemos que hacer algo sobre nuestras conexiones sociales. Eso es una señal que envían nuestros sistemas psicológicos de que algo anda mal.

Se convierte en algo malo cuando se vuelve crónica. Ahí es donde comienzan los efectos en la salud. Y cuanto más tiempo se permanece en estado de soledad, más difícil se hace conectarse con otra gente.

 

 

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