¿A quién le importa realmente el deficit? ¿Por qué?

El gobierno federal gozó de superávit en el lapso 1998-2000. Hace seis años, las letras de Tesorería rendían algo más de 4% anual. Como hoy. Pero, entretanto, aumentos de gastos, rebajas tributarias y menores ingresos fiscales dieron vuelta todo.

17 febrero, 2004

En 2001-2, una economía debilitada coexistió con la implosión
de la burbuja bursátil y déficit en franco crecimiento. El previsto
para el ejercicio 2004 equivale a 5% del producto bruto interno a valores corrientes.
Igual que en 1992, cuando George W. H. Bush perdió la reelección.

Ahora bien, ¿por qué la tasa larga, o sea la de los bonos T-10,
se mantiene alrededor de 4% desde hace nueve meses? Porque, según señala
un estudio de la escuela de negocios Wharton, “el Sistema de Reserva Federal
mantiene las tasas básicas en 1% anual, piso desde julio de 1958, para
estimular una desigual reactivación económica”.

Al mismo tiempo, China, Japón, Taiwán, Hongkong y otros han estado
comprando enormes volúmenes de letras y bonos federales. Es decir, deuda
titulizada. Su objeto es crear mayor demanda de dólares para que éstos
no sigan cayendo ante sus monedas (aunque no al extremo marcado ante el euro),
para que los norteamericanos continúes comprándoles. Esta sostenida
demanda también mantiene bajos los rindes de esos papeles.

“En relación con períodos anteriores de alto déficit,
cuando éste causaba gran impacto en las tasas, hoy ese efecto es mucho
menor”, apunta João Gomes, profesor de finanzas en Wharton. “Dado
que otros factores influyen sobre los tipos de interés, es imposible
determinar si determinado déficit ubicará las tasas en determinado
nivel”, añade Nicholas Soulele, colega de Gomes.

Ambos coinciden que “en su mayoría, los analistas admiten que el
déficit es adecuado en tiempos de emergencia. Por ejemplo, guerras (aunque
no la Irak). Durante lapsos recesivos, el estado se endeuda para seguir gastando
en estímulos a la economía o, al menos, así se supone.

En este momento, Souleles teme que “los déficit sean ya muy grandes
y tiendan a empeorar. Entonces, cabe preguntarse si existen motivos para seguir
tomando crédito -emitiendo deuda- a este ritmo. Endeudarse en sí
es razonable, pero es preciso ser consciente de los costos a mediano y largo
plazos”.

Pasándose de cauto, el experto se niega a aclarar si cree razonables
o no el actual déficit de presupuesto y el de 2005. Pero está
de acuerdo con quienes sostienen que los rojos no pueden subir indefinidamente,
sin perjudicar la misma economía que buscan promover. “Si el gobierno
dificulta el acceso del sector privado al mercado de capitales, habrá
mayores tasas y menor inversión”

A la inversa, Gomes -como el “Financial Times”- define al déficit
como “insosteniblemente alto y arriesga salir de control. Debe ser reducido”.

Otros analistas afirman que el problema no está en el déficit
ni el endeudamiento actuales, sino en los futuros. George W. Bush anunció
que reducirá el rojo fiscal a la mitad en cinco años, pero dejó
afuera costos como Irak. Eso hizo que el semanario pro republicano “Time”
pusiera en tapa el tema: “Bush y su déficit de credibilidad”.

El presidente tampoco miró más allá de 2009. El primer
paquete de rebajas tributarias a rentistas, grandes empresas y sectores de altos
ingresos expira en 2010, el segundo -mucho más chico-, en 2012. Entretanto,
durante esta década irán jubilándose los nacidos durante
el auge vegetativo de posguerra, lo cual acentuará los ya enormes déficit
en salud y asistencia social. Además, aumentará la carga sobre
los futuros aportantes, es decir la misma población afectada por un tenaz
desempleo estructural.

Si bien los déficit eran aceptables en tiempos bélicos, Vietnam
e Irak no pueden asimilarse a la II guerra mundial ni Corea. Especialmente porque,
como apunta Gomes, “si Irak justifica aumentar el rojo, también
justificará elevar impuestos”. Bush actúa al revés
pues, tras imponer el segundo paquete de rebajas impositivas temporarias (2003),
propone ahora tornar permanentes las de 2001.

Otro hombre de Wharton, Charles Abel, ataca por un tercer flanco. “Si
el déficit es una forma de estimular la economía para salir de
una recesión, con aquélla repuntando -como hoy- ya no hay necesidad
de seguir aumentando el rojo presupuestario”. Por el contrario, “es
momento de derogar las rebajas impositivas, en particular las de 2003-12”.

En este punto del reciente debate en Wharton, las cosas dejaron de ser tan
claras. Abel mismo sostuvo que “por el momento, el creciente déficit
no parece afectar la economía. Pero nadie puede asegurar hasta cuándo
seguirán las compras de bonos federales en el extranjero, ni si el SRF
continuará manteniendo tasas tan exiguas”.

Según Lawrence Siegel, otro docente, “quienes negocian letras no
dejan subir rindes, porque esperan que la economía crezca a mayor ritmo
que el déficit”. El propio expositor adhiere a ese optimismo, profetizando:
“en los próximos doce meses, el PBI puede expandirse lo bastante
como para el déficit ceda de 5 a 3% en sus términos”.

Perfectamente ¿y cómo interpretar declaraciones de Alan Greenspan,
el 11 de febrero, optimistas sobre la reactivación, pero no tanto sobre
el déficit?. En ese momento, Wall Street reaccionó con repuntes
de hasta 1,25% (que se diluían en ruedas siguientes). Medios y analistas
no asociados a la especulación bursátil, entretanto, sostenía
que Greenspan en realidad advertía sobre los déficit norteamericanos.

“El deterioro fiscal -dijo el presidente del SRF- no sólo presenta
graves peligros a largo. También podría causar dificultades en
un lapso relativamente corto”. Según el “Financial Times”,
cabe una crítica a esas palabras: “llegan inquietantemente tarde”.
En cuanto al “asombroso incremento de la productividad” en el sector
privado, en realidad refleja un desempleo estructural o una escasa creación
de trabajo.

En 2001-2, una economía debilitada coexistió con la implosión
de la burbuja bursátil y déficit en franco crecimiento. El previsto
para el ejercicio 2004 equivale a 5% del producto bruto interno a valores corrientes.
Igual que en 1992, cuando George W. H. Bush perdió la reelección.

Ahora bien, ¿por qué la tasa larga, o sea la de los bonos T-10,
se mantiene alrededor de 4% desde hace nueve meses? Porque, según señala
un estudio de la escuela de negocios Wharton, “el Sistema de Reserva Federal
mantiene las tasas básicas en 1% anual, piso desde julio de 1958, para
estimular una desigual reactivación económica”.

Al mismo tiempo, China, Japón, Taiwán, Hongkong y otros han estado
comprando enormes volúmenes de letras y bonos federales. Es decir, deuda
titulizada. Su objeto es crear mayor demanda de dólares para que éstos
no sigan cayendo ante sus monedas (aunque no al extremo marcado ante el euro),
para que los norteamericanos continúes comprándoles. Esta sostenida
demanda también mantiene bajos los rindes de esos papeles.

“En relación con períodos anteriores de alto déficit,
cuando éste causaba gran impacto en las tasas, hoy ese efecto es mucho
menor”, apunta João Gomes, profesor de finanzas en Wharton. “Dado
que otros factores influyen sobre los tipos de interés, es imposible
determinar si determinado déficit ubicará las tasas en determinado
nivel”, añade Nicholas Soulele, colega de Gomes.

Ambos coinciden que “en su mayoría, los analistas admiten que el
déficit es adecuado en tiempos de emergencia. Por ejemplo, guerras (aunque
no la Irak). Durante lapsos recesivos, el estado se endeuda para seguir gastando
en estímulos a la economía o, al menos, así se supone.

En este momento, Souleles teme que “los déficit sean ya muy grandes
y tiendan a empeorar. Entonces, cabe preguntarse si existen motivos para seguir
tomando crédito -emitiendo deuda- a este ritmo. Endeudarse en sí
es razonable, pero es preciso ser consciente de los costos a mediano y largo
plazos”.

Pasándose de cauto, el experto se niega a aclarar si cree razonables
o no el actual déficit de presupuesto y el de 2005. Pero está
de acuerdo con quienes sostienen que los rojos no pueden subir indefinidamente,
sin perjudicar la misma economía que buscan promover. “Si el gobierno
dificulta el acceso del sector privado al mercado de capitales, habrá
mayores tasas y menor inversión”

A la inversa, Gomes -como el “Financial Times”- define al déficit
como “insosteniblemente alto y arriesga salir de control. Debe ser reducido”.

Otros analistas afirman que el problema no está en el déficit
ni el endeudamiento actuales, sino en los futuros. George W. Bush anunció
que reducirá el rojo fiscal a la mitad en cinco años, pero dejó
afuera costos como Irak. Eso hizo que el semanario pro republicano “Time”
pusiera en tapa el tema: “Bush y su déficit de credibilidad”.

El presidente tampoco miró más allá de 2009. El primer
paquete de rebajas tributarias a rentistas, grandes empresas y sectores de altos
ingresos expira en 2010, el segundo -mucho más chico-, en 2012. Entretanto,
durante esta década irán jubilándose los nacidos durante
el auge vegetativo de posguerra, lo cual acentuará los ya enormes déficit
en salud y asistencia social. Además, aumentará la carga sobre
los futuros aportantes, es decir la misma población afectada por un tenaz
desempleo estructural.

Si bien los déficit eran aceptables en tiempos bélicos, Vietnam
e Irak no pueden asimilarse a la II guerra mundial ni Corea. Especialmente porque,
como apunta Gomes, “si Irak justifica aumentar el rojo, también
justificará elevar impuestos”. Bush actúa al revés
pues, tras imponer el segundo paquete de rebajas impositivas temporarias (2003),
propone ahora tornar permanentes las de 2001.

Otro hombre de Wharton, Charles Abel, ataca por un tercer flanco. “Si
el déficit es una forma de estimular la economía para salir de
una recesión, con aquélla repuntando -como hoy- ya no hay necesidad
de seguir aumentando el rojo presupuestario”. Por el contrario, “es
momento de derogar las rebajas impositivas, en particular las de 2003-12”.

En este punto del reciente debate en Wharton, las cosas dejaron de ser tan
claras. Abel mismo sostuvo que “por el momento, el creciente déficit
no parece afectar la economía. Pero nadie puede asegurar hasta cuándo
seguirán las compras de bonos federales en el extranjero, ni si el SRF
continuará manteniendo tasas tan exiguas”.

Según Lawrence Siegel, otro docente, “quienes negocian letras no
dejan subir rindes, porque esperan que la economía crezca a mayor ritmo
que el déficit”. El propio expositor adhiere a ese optimismo, profetizando:
“en los próximos doce meses, el PBI puede expandirse lo bastante
como para el déficit ceda de 5 a 3% en sus términos”.

Perfectamente ¿y cómo interpretar declaraciones de Alan Greenspan,
el 11 de febrero, optimistas sobre la reactivación, pero no tanto sobre
el déficit?. En ese momento, Wall Street reaccionó con repuntes
de hasta 1,25% (que se diluían en ruedas siguientes). Medios y analistas
no asociados a la especulación bursátil, entretanto, sostenía
que Greenspan en realidad advertía sobre los déficit norteamericanos.

“El deterioro fiscal -dijo el presidente del SRF- no sólo presenta
graves peligros a largo. También podría causar dificultades en
un lapso relativamente corto”. Según el “Financial Times”,
cabe una crítica a esas palabras: “llegan inquietantemente tarde”.
En cuanto al “asombroso incremento de la productividad” en el sector
privado, en realidad refleja un desempleo estructural o una escasa creación
de trabajo.

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