Bush propondrá a Snow como secretario de Hacienda

George W. Bush confirmó que propondrá ante el Senado a John W. Snow para suceder a Paul O’Neill como titular de Hacienda. En cuanto a su principal asesor económico, Stephen Friedman, lo designará directamente. Wall Street reaccionó muy mal.

10 diciembre, 2002

Hasta ahora CEO de la compañía ferroviaria de cargas CSX, el futuro
titular de Tesorería deberá presentar en pocos días un programa
para recobrar el ritmo de repunte en la economía real. “Nadie sabe
si, mientras los legisladores lo confirman, Estados Unidos entrará en guerra
con Iraq. Eso podría modificar las proyecciones para el presupuesto en
curso y el siguiente”, señalaban analistas de Wall Street. Esta impresión
y la quiebra de United Airlines -la mayor en la historia de la aviación
comercial- hicieron caer 2% el Dow Jones industrial, 2,2% el S&P 500, 3,9%
el Nasdaq compuesto y 4,88% el Nasdaq 100. Horas antes, la debilidad del dólar
y las incertidumbres golpeaban Londres (-2%) y Fráncfort (-4,43%).

A diferencia de O´Neill, su sucesor es graduado en ciencias económicas
y ha ocupado cargos de gobierno desde los años 70. Pero comparte las ideas
de Bush sobre rebajas impositivas, aunque la experiencia de su antecesor haya
fracasado. “Promover más recortes tributarios a sectores de altos
ingresos será difícil, en vista del creciente déficit”,
comentaba Holger Schmieding, analista de Bank of America. “George W. arriesga
seguir el destino de su padre, que ganó una guerra contra Iraq y perdió
en las urnas (1992) a causa de problemas económicos como los de ahora”.

El crecimiento del producto bruto interno probablemente haya aflojado a 1,6% anual
este trimestre. Hace doce años, George W. H. Bush había triunfado
en los comicios parlamentarios de 1990, justamente por su belicismo “patriótico”.
Su hijo repite la historia.

El nuevo secretario carece de experiencia en negociaciones con países endeudados
y relaciones con el FMI, áreas donde tal vez pese más Friedman,
que sustituye a Lawrence Lindsey. Snow tiene 63 años y trabaja en CSX desde
1977, cuando la empresa se llamaba Chessie Systems. Hoy es la tercera red ferroviaria
de EE.UU., con 35.000 kilómetros de vías. Casi de la misma edad,
Friedman condujo Goldman Sachs junto a Robert Rubin, luego principal asesor económico
y secretario de Hacienda bajo William J.Clinton.

Es difícil que emulen a un O´Neill que, en casi dos años de gestión,
no fue un dechado de tacto ni diplomacia. Ya en enero de 2001, mientras arreciaba
el desinfle accionario, salió a decir que Wall Street estaba “llena
de tipos que no piensan ni afrontan problemas complejos”. Al mes siguiente,
provocó un cimbronazo sosteniendo que “EE.UU. no tiene una política
de dólar fuerte” (nunca un titular de Tesorería había
dicho algo así en público).

En marzo, insistía en seguir siendo accionista de Alcoa, situación
éticamente incompatible con el cargo. Presionado por John Ashcroft (Justicia),
vendió. En julio, generó un incidente con Argentina afirmando que
“si no tiene un sector exportador serio, es porque no quiere”. Pero
en agosto le pidió al Fondo más asistencia a Buenos Aires.

Semanas más tarde quiebra otra norma (Hacienda no hace pronósticos
bursátiles) y anticipa, cinco días después del 11 de septiembre:
“Las acciones pronto volverán a los récords del 2000”.
No lo hicieron, claro. Ya en octubre, califica de “lamentable espectáculo”
el proyecto tributario aprobado por los senadores… oficialistas. En marzo de
2002, revela que se había opuesto a los nuevos subsidios siderúrgicos
otorgados por Bush. Ahí comienzan a circular versiones de que renunciaría
tras las elecciones de noviembre. Así ocurrió. No sin que antes,
en agosto, recomendara al FMI “asegurarse de que la asistencia Brasil y Argentina
no termine en cuentas suizas”.

Hasta ahora CEO de la compañía ferroviaria de cargas CSX, el futuro
titular de Tesorería deberá presentar en pocos días un programa
para recobrar el ritmo de repunte en la economía real. “Nadie sabe
si, mientras los legisladores lo confirman, Estados Unidos entrará en guerra
con Iraq. Eso podría modificar las proyecciones para el presupuesto en
curso y el siguiente”, señalaban analistas de Wall Street. Esta impresión
y la quiebra de United Airlines -la mayor en la historia de la aviación
comercial- hicieron caer 2% el Dow Jones industrial, 2,2% el S&P 500, 3,9%
el Nasdaq compuesto y 4,88% el Nasdaq 100. Horas antes, la debilidad del dólar
y las incertidumbres golpeaban Londres (-2%) y Fráncfort (-4,43%).

A diferencia de O´Neill, su sucesor es graduado en ciencias económicas
y ha ocupado cargos de gobierno desde los años 70. Pero comparte las ideas
de Bush sobre rebajas impositivas, aunque la experiencia de su antecesor haya
fracasado. “Promover más recortes tributarios a sectores de altos
ingresos será difícil, en vista del creciente déficit”,
comentaba Holger Schmieding, analista de Bank of America. “George W. arriesga
seguir el destino de su padre, que ganó una guerra contra Iraq y perdió
en las urnas (1992) a causa de problemas económicos como los de ahora”.

El crecimiento del producto bruto interno probablemente haya aflojado a 1,6% anual
este trimestre. Hace doce años, George W. H. Bush había triunfado
en los comicios parlamentarios de 1990, justamente por su belicismo “patriótico”.
Su hijo repite la historia.

El nuevo secretario carece de experiencia en negociaciones con países endeudados
y relaciones con el FMI, áreas donde tal vez pese más Friedman,
que sustituye a Lawrence Lindsey. Snow tiene 63 años y trabaja en CSX desde
1977, cuando la empresa se llamaba Chessie Systems. Hoy es la tercera red ferroviaria
de EE.UU., con 35.000 kilómetros de vías. Casi de la misma edad,
Friedman condujo Goldman Sachs junto a Robert Rubin, luego principal asesor económico
y secretario de Hacienda bajo William J.Clinton.

Es difícil que emulen a un O´Neill que, en casi dos años de gestión,
no fue un dechado de tacto ni diplomacia. Ya en enero de 2001, mientras arreciaba
el desinfle accionario, salió a decir que Wall Street estaba “llena
de tipos que no piensan ni afrontan problemas complejos”. Al mes siguiente,
provocó un cimbronazo sosteniendo que “EE.UU. no tiene una política
de dólar fuerte” (nunca un titular de Tesorería había
dicho algo así en público).

En marzo, insistía en seguir siendo accionista de Alcoa, situación
éticamente incompatible con el cargo. Presionado por John Ashcroft (Justicia),
vendió. En julio, generó un incidente con Argentina afirmando que
“si no tiene un sector exportador serio, es porque no quiere”. Pero
en agosto le pidió al Fondo más asistencia a Buenos Aires.

Semanas más tarde quiebra otra norma (Hacienda no hace pronósticos
bursátiles) y anticipa, cinco días después del 11 de septiembre:
“Las acciones pronto volverán a los récords del 2000”.
No lo hicieron, claro. Ya en octubre, califica de “lamentable espectáculo”
el proyecto tributario aprobado por los senadores… oficialistas. En marzo de
2002, revela que se había opuesto a los nuevos subsidios siderúrgicos
otorgados por Bush. Ahí comienzan a circular versiones de que renunciaría
tras las elecciones de noviembre. Así ocurrió. No sin que antes,
en agosto, recomendara al FMI “asegurarse de que la asistencia Brasil y Argentina
no termine en cuentas suizas”.

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