Google: una expansión con varios rasgos de burbuja

El mayor motor de búsquedas por Internet tiene ambiciones peligrosas. Su propio éxito lo empuja a la megalomanía: pretende cubrir todos los datos que circulan por este mundo. Y puede costarle caro

12 julio, 2005

La historia de Google es tan breve como fulminante, aun en términos de ciberespacio. Fundada en 1998 por Serge Brin y Lawrence Page, incursiona ya en 2000 como buscador de imágenes. En 2002 presenta un servicio de noticias y el buscador de compras Froogle. Al año siguiente, en una iniciativa anticipatoria, compra Blogger (bitácoras en la Red). En 2004 –el año pasado, bah- absorbe el software de fotografías Picasa, lanza Gmail, adquiere Keyhole (mapas satelitales), ofrece búsquedas de libros (Google Print) y anuncia planes para digitalizar millones de libros guardados en bibliotecas. Este año, añade búsquedas de videos y cartografía en línea.

No obstante, cuanto más se aventura fuera de la web, más dificultades encuentra. Así lo muestran sus convenios con grandes redes televisuales. A fines de 2004, en efecto, Google comenzó a grabar programas emitidos en el área de San Francisco, sin autorización de las cadenas. En enero, lanzó en forma tentativa un servicio de búsquedas (video.google.com) que permite, usando nombres o palabras, acceder a textos e imágenes de TV donde aparezcan o se mencionen.

Al advertir en qué andaba Google, algunas compañías reaccionaron con enojo. CBS (Viacom) y Warner Brothers (Time Warner), entre otras, amenazaron con demandar judicialmente el retiro de contenidos “pirateados”. En nombre, claro, de sacrosantos derechos de autor. A su vez, la presunta infractora sostiene que tiene derecho de grabar programas y ofrecer el servicio objetado sin pedir autorización. Sus letrados afirman que sólo difunde cuadros inanimados y textos parciales. Pese al argumento, bastante plausible, la empresa excluirá de la función de búsqueda esos programas… si sus emisores lo solicitan.

Estos roces trasuntan un fenómeno de fondo: Google crece y se expande a ritmo desmedido. En 2004, las utilidades netas aumentaron 278%, a US$ 399 millones, sobre ingresos -mayormente publicitarios- por 3.200 millones. La multiplicación de avisos ligados a búsquedas es, por sí solo, un síntoma negativo, pues los propios usuarios reaccionan mal a las tandas de anuncios indeseables. En este plano, ocurre lo mismo que con los canales de cable.

Dado que el mercado apuesta a flujos publicitarios en alza, las acciones han subido 255% en el año desde el ingreso a bolsa y fin de junio. La capitalización de mercado (US$ 84.000 millones) es, por ende, prueba de una burbuja cuyo sustento está lejos de ser sólido. Por ejemplo, deja muy atrás el valor de Viacom, que –en 2004- obtuvo siete veces más ganancias. Como es habitual en las manías bursátiles, operadores, especuladores e inversores creen que habrá negocios en otros sectores y se venderán cada día más avisos.

Como también es típico de las burbujas, Google encuentra crecientes obstáculos para avanzar. Los intentos de buscar en otras fuentes (libros, TV, trabajos académicos) son grandes esfuerzos, sí, pero parecen más costosos y lentos que el negocio “tradicional” de la compañía. Después de todo, Google recién ha cumplido siete años de vida y 8.000 millones páginas web debiera ser una cota razonable.

El nuevo proyecto, por supuesto, exige más mano de obra. Hasta el monto, las búsquedas eran en general automáticas, no precisaban mucha gente y, por eso, daban tantas utilidades. Ahora, eso cambia: la conversión de programas televisuales y otros materiales a formato digital será costosa, aunque ya existan emisiones digitales. Luego vienen los derechos, que plantearán incesantes reclamos y demandas (cadenas, productores, artistas, autores), en un negocio cuyos abogados cobran por hora.

En ese punto, Google afrontará competidores estilo Microsoft o Yahoo, con años de experiencia en tratos y litigios con propietarios de contenidos. Además, la primera comparte con NBC el control de un canal (MSNBC) y a la segunda la conduce Terry Semel, ex presidente de Warner Brothers ducho en esas lides. Finalmente, el megabuscador tiene un problema común a aquellas puntocom que protagonizaron la burbuja de 1998/200 y su posterior descalabro: todavía es un negocio virtual, sin estructuras tangibles, salvo la presencia en bolsa (una herramienta de doble filo).

La historia de Google es tan breve como fulminante, aun en términos de ciberespacio. Fundada en 1998 por Serge Brin y Lawrence Page, incursiona ya en 2000 como buscador de imágenes. En 2002 presenta un servicio de noticias y el buscador de compras Froogle. Al año siguiente, en una iniciativa anticipatoria, compra Blogger (bitácoras en la Red). En 2004 –el año pasado, bah- absorbe el software de fotografías Picasa, lanza Gmail, adquiere Keyhole (mapas satelitales), ofrece búsquedas de libros (Google Print) y anuncia planes para digitalizar millones de libros guardados en bibliotecas. Este año, añade búsquedas de videos y cartografía en línea.

No obstante, cuanto más se aventura fuera de la web, más dificultades encuentra. Así lo muestran sus convenios con grandes redes televisuales. A fines de 2004, en efecto, Google comenzó a grabar programas emitidos en el área de San Francisco, sin autorización de las cadenas. En enero, lanzó en forma tentativa un servicio de búsquedas (video.google.com) que permite, usando nombres o palabras, acceder a textos e imágenes de TV donde aparezcan o se mencionen.

Al advertir en qué andaba Google, algunas compañías reaccionaron con enojo. CBS (Viacom) y Warner Brothers (Time Warner), entre otras, amenazaron con demandar judicialmente el retiro de contenidos “pirateados”. En nombre, claro, de sacrosantos derechos de autor. A su vez, la presunta infractora sostiene que tiene derecho de grabar programas y ofrecer el servicio objetado sin pedir autorización. Sus letrados afirman que sólo difunde cuadros inanimados y textos parciales. Pese al argumento, bastante plausible, la empresa excluirá de la función de búsqueda esos programas… si sus emisores lo solicitan.

Estos roces trasuntan un fenómeno de fondo: Google crece y se expande a ritmo desmedido. En 2004, las utilidades netas aumentaron 278%, a US$ 399 millones, sobre ingresos -mayormente publicitarios- por 3.200 millones. La multiplicación de avisos ligados a búsquedas es, por sí solo, un síntoma negativo, pues los propios usuarios reaccionan mal a las tandas de anuncios indeseables. En este plano, ocurre lo mismo que con los canales de cable.

Dado que el mercado apuesta a flujos publicitarios en alza, las acciones han subido 255% en el año desde el ingreso a bolsa y fin de junio. La capitalización de mercado (US$ 84.000 millones) es, por ende, prueba de una burbuja cuyo sustento está lejos de ser sólido. Por ejemplo, deja muy atrás el valor de Viacom, que –en 2004- obtuvo siete veces más ganancias. Como es habitual en las manías bursátiles, operadores, especuladores e inversores creen que habrá negocios en otros sectores y se venderán cada día más avisos.

Como también es típico de las burbujas, Google encuentra crecientes obstáculos para avanzar. Los intentos de buscar en otras fuentes (libros, TV, trabajos académicos) son grandes esfuerzos, sí, pero parecen más costosos y lentos que el negocio “tradicional” de la compañía. Después de todo, Google recién ha cumplido siete años de vida y 8.000 millones páginas web debiera ser una cota razonable.

El nuevo proyecto, por supuesto, exige más mano de obra. Hasta el monto, las búsquedas eran en general automáticas, no precisaban mucha gente y, por eso, daban tantas utilidades. Ahora, eso cambia: la conversión de programas televisuales y otros materiales a formato digital será costosa, aunque ya existan emisiones digitales. Luego vienen los derechos, que plantearán incesantes reclamos y demandas (cadenas, productores, artistas, autores), en un negocio cuyos abogados cobran por hora.

En ese punto, Google afrontará competidores estilo Microsoft o Yahoo, con años de experiencia en tratos y litigios con propietarios de contenidos. Además, la primera comparte con NBC el control de un canal (MSNBC) y a la segunda la conduce Terry Semel, ex presidente de Warner Brothers ducho en esas lides. Finalmente, el megabuscador tiene un problema común a aquellas puntocom que protagonizaron la burbuja de 1998/200 y su posterior descalabro: todavía es un negocio virtual, sin estructuras tangibles, salvo la presencia en bolsa (una herramienta de doble filo).

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