Las PyME industriales, cada vez más lejos de exportar

La base exportadora de las PyME industriales argentinas es hoy más pequeña que la registrada en 2004. En 2009-2013, la proporción perteneciente al "núcleo duro exportador" se redujo del 22% al 14%; en 2004 era del 19%.

3 diciembre, 2015

La apertura exportadora de las Pymes industriales descendió del 22% en 2010 hasta el 18% en 2013, según un análisis comparado entre los períodos de Convertibilidad y posconvertibilidad que realizó CENES, de la Facultad de Ciencias Económicas, y difunde la Fundación Observatorio Pyme, se propuso analizar la evolución de las PyME industriales exportadoras argentinas en los períodos de Convertibilidad y posterior y los principales problemas que enfrentan para poder internacionalizarse.

El problema histórico del comercio exterior de las PyME industriales argentinas no es tanto el grado de apertura exportadora (exportaciones en relación con las ventas totales), que en promedio es razonable y positivo, sino la aún escasa proporción de empresas que logran exportar sistemáticamente.

En primer lugar, se hizo un repaso de la evolución de estas empresas en la década del 90, la que estuvo signada por el atraso cambiario y las dificultades competitivas de las firmas relevadas en los mercados internacionales.

En segundo lugar, se avanzó en la descripción de la nueva etapa, abierta a partir de 2002, con la caída del llamado Plan de Convertibilidad y el cambio de precios relativos; para luego hacer una descripción de las dificultades que tienen las pequeñas y medianas empresas para acceder a los mercados internacionales, así como también poder relevar los factores de éxito de aquellas firmas que, a pesar de los problemas mencionados, han logrado incursionar satisfactoriamente en otros países.

Una tendencia negativa en la proporción de empresas con presencia en los mercados externos, como también en la porción de las ventas que se exportan, se empezó a perfilar en los últimos tiempos.

En general se destacan las ventajas de acceder a los mercados externos pero pocas veces se enfatizan los costos para las empresas, y para el país, de salirse de dichos mercados.

Por un lado, se debe comprender que el comercio exterior no se trata de una actividad que puede realizarse de un día para el otro, que se produce y se vende sin ningún otro esfuerzo adicional. Lleva tiempo de trabajo en los procesos y en la calidad del producto, así como también en el armado de la red de clientes y su sostenimiento.

En general, para ingresar al mercado internacional más de la mitad de las firmas introduce mejoras sustanciales a sus productos y 4 de cada 10 perfeccionan sus procesos productivos e introducen reformas organizativas de la mano de las certificaciones de calidad. Al retirarse del mercado internacional, toda la inversión realizada por las empresas reduce su productividad.

Todos los sectores de las PyME industriales están sufriendo, desde 2009, las consecuencias del deterioro del tipo de cambio. Sin embargo, existen algunos rubros industriales que resisten mejor que otros esta situación.

Son paradigmáticos de estas diferencias sectoriales el comportamiento diferente de los sectores de Maquinaria y equipo y Sustancias y productos químicos, con respecto al sector Textil, prendas de vestir, productos de cuero y calzado.

Los dos primeros se caracterizan por la profesionalización de la organización interna de su gestión y la difundida participación de las empresas en el mercado internacional. En las antípodas, se encuentra el sector Textil, caracterizado por una insuficiente profesionalización de la gestión interna y una poco difundida participación de sus empresas en el mercado internacional.

De todo esto, se puede concluir que el segmento de empresas manufactureras pequeñas y medianas se halla diversificado en materia de exportaciones, sufre en distinto grado la presión competidora de las importaciones en el mercado interno y cuenta con distintos niveles de desarrollo organizativo que incide, en parte, en su desempeño en el territorio local y fuera de él. No obstante, las circunstancias económicas de los últimos años amenazan con socavar paulatinamente las buenas características de los sectores más dinámicos.

Mientras no se logre detener la inflación, el tipo de cambio sufrirá permanentes rezagos. De aquí se desprende la necesidad de disminuir la inflación y, simultáneamente, incentivar el incremento de productividad de las empresas mediante la inversión.

Asimismo, una política fiscal de desgravación de las utilidades empresarias reinvertidas en el re-equipamiento tecnológico de las empresas daría buenos resultados.

Con relación a las importaciones de insumos que efectúan las PyME industriales, si bien representan una parte pequeña de sus costos (siendo menor el impacto en la demanda de divisas), estas importaciones son estructuralmente muy difíciles de sustituir.

En consecuencia, la política de administración de las importaciones debería evitar dificultar la adquisición de los pocos insumos importados que requieren las PyME, para no agregar un nuevo factor negativo a la apreciación cambiaria que se ha observado durante estos últimos años.

En este sentido, sería del todo razonable liberar completamente las importaciones de los insumos para todas aquellas PyME industriales (importadoras y exportadoras) cuyas compras al exterior representan menos del 5% del total de las importaciones de bienes intermedios de Argentina.

Además, los sectores que presentan una mayor intensidad en el uso de mano de obra calificada y capital y, por ende, pueden agregar más valor, son los que dependen, en mayor medida, de las importaciones para generar valor agregado que se venderá en otros países.

Dado que lograron penetrar en los mercados internacionales, la pregunta consiste en cómo hacer para que mantengan la presencia y aumenten sus ventas sin incrementar sus importaciones o directamente reduciéndolas.

Particularmente, las PyME industriales son fuentes generadoras de valor agregado y empleo. Pero, al margen de lo observado a nivel de las grandes empresas, presentan una fuerte tendencia a estar integradas en cadenas de valor con proveedores nacionales, observado a partir de la participación de los bienes de origen nacional en su demanda de insumos y bienes de capital (80% y 71%, respectivamente). Ello significa que difícilmente se les pueda exigir una menor demanda de bienes importados para desempeñar sus actividades.

Además de representar una reducida proporción de las importaciones totales de la industria, también comprenden un bajo porcentaje del total de las ventas de dichas empresas. Por lo tanto, es posible que los efectos de regular las compras al exterior de las PyME industriales no tenga notables efectos en las importaciones totales ni mejore sustancialmente el superávit comercial.

Adicionalmente, el funcionamiento de otros instrumentos de incentivo a las empresas debe ser revisado.

En este sentido, habría que: i) disminuir las retenciones a las exportaciones industriales; ii) agilizar los plazos de devolución de los reintegros fiscales y draw-back; iii) rediseñar y flexibilizar el régimen de admisión temporaria; iv) agilizar los plazos de devolución de IVA, v) reducir los trámites burocráticos en materia aduanera; vi) flexibilizar los plazos de ingreso de divisas para PyME; vii) lanzar una decidida política fiscal de incentivo al incremento de productividad, desgravando de manera permanente la reinversión de utilidades de las PyME aplicada a la modernización tecnológica.

En el trabajo también se comentó la relación entre PyME industriales y grandes empresas. De aquí se desprenden dos conclusiones relevantes:
-Primera conclusión: sólo el 9% de las PyME tiene como principal proveedor a una gran empresa de la cual provienen bienes y servicios por un valor superior al 50% del total de las compras.

Y, por otra parte, sólo el 10% de las PyME tienen como cliente a una gran empresa a la cual destinan ventas por más del 30% del total del facturado. Es decir, la proporción de PyME que puede sufrir mayores costos por posición dominante del proveedor o apropiación indebida de los beneficios por un gran cliente, es relativamente baja y de ninguna manera suficiente para condicionar la rentabilidad del universo de las PyME.

En resumen, las estadísticas relevadas por FOP permiten afirmar que, en la estructura actual de la industria argentina, las grandes empresas no tienen una posición dominante que pueda influenciar de manera decisiva los costos de producción y la rentabilidad del universo de las PyME. Existen diferencias sectoriales pero, en ningún caso, son tan significativas como para modificar la apreciación anterior.

Los costos de los insumos de producción y la rentabilidad de las PyME dependen esencialmente del desempeño económico de otras PyME y de las microempresas, dado que las empresas tienden a comerciar con clientes y proveedores de similar tamaño.

El aumento de la inversión y de la productividad de las PyME tiene un gran efecto difusivo en el mismo entramado dimensional. La rentabilidad del universo de las PyME depende del nivel de actividad de otras PyME.

-Segunda conclusión: las estadísticas muestran que las PyME industriales más exitosas, sin diferencias de sector, son aquéllas que se integran en cadenas de valor con empresas de mayor tamaño mediante autonomía funcional, es decir, concentrando en una sola empresa menos del 30% de sus ventas y comprándole al principal proveedor menos del 50% de los insumos productivos.

Estas PyME tienen mayor edad y mayor propensión a invertir y exportar que aquéllas caracterizadas por la dependencia funcional en pocas firmas. Tienen además mayor acceso al crédito bancario y dependen menos del financiamiento de clientes y proveedores.

Con respecto a las dificultades que implica el acceso a los mercados internacionales para las empresas pequeñas y medianas, éstas son muy variadas y tienen que ver con las deficiencias propias de las firmas locales (se mencionan un poco más adelante); con los cambios constantes en las reglas de juego de Argentina (sumado al régimen de control de importaciones y al funcionamiento deficiente de los instrumentos de promoción de exportaciones); con las dificultades del comercio exterior en sí (mercados desconocidos, resultados inciertos y no inmediatos, enfrentamiento con competidores fuertes, etc.) y con las “trabas” que imponen los mercados de destino (trabas no arancelarias como cuotas, licencias, normas técnicas, sanitarias, fitosanitarias y zoosanitarias, cumplimiento de normas de etiquetado, y también altos aranceles y ausencia de acuerdos comerciales, entre otras).

Ante este panorama, además de poder superar las restricciones señaladas más arriba (atraso cambiario, restricciones a las importaciones, etc.), resulta fundamental poder contar con un “sistema-país” (gobierno, proveedores, laboratorios, certificadoras, educación, etc.) que colabore activamente y fomente la competitividad de las firmas pequeñas y medianas. Ésta es la única manera de poder ampliar la base exportadora (el “núcleo duro”) de las PyME del país.

Además, como fuera explicitado en el desarrollo del presente trabajo, en términos relativos, las firmas exportadoras demandan más trabajadores que las no exportadoras. Es decir, tienen una participación relativa mayor en el nivel de ocupados que las no exportadoras. Éste es otro motivo excluyente para incentivar, mediante políticas concretas, el desarrollo exportador de estas empresas.

También es importante poder “atacar” aquellas deficiencias que tienen que ver – a nivel micro – con la conducta de las propias firmas.

Si bien éste es un tema en el que no se suele profundizar mucho, habría que dedicarle la suficiente importancia dado que, muchas veces, los errores de las propias empresas también explican parte del fracaso exportador de las mismas.

Entre los obstáculos que habría que superar pueden mencionarse: visión de corto plazo, escasa planificación, falta de continuidad en sus estrategias comerciales internacionales, no disponer de un departamento de comercio exterior para realizar un seguimiento efectivo de contactos y clientes, no contar con buen material de difusión de la oferta exportable y no trabajar en conjunto con otras empresas, aprovechando una herramienta muy útil para las PyME que quieren internacionalizarse como es la de los consorcios de exportación.

Además, siempre debe tenerse en cuenta que una PyME, más allá de su baja escala de producción, muchas veces tiene dificultades en materia competitiva porque trabaja en forma aislada y no cuenta con la posibilidad de tener referencias de otros actores del mercado.

Es en este aspecto que el consorcio de exportación le da una respuesta superadora para poder encarar los mercados internacionales junto con otras empresas que tienen los mismos inconvenientes y necesidades.

Desde ya que tampoco puede soslayarse que, en la actualidad, el desarrollo de negocios en mercados nuevos requiere información, inteligencia competitiva, estudio de condiciones de acceso a mercados, detección de contrapartes para las empresas, organización de agendas de desembarco y promoción, entre otras cosas.

Aquí el papel que puede desempeñar la Fundación Exportar y la Cancillería a través de sus representaciones comerciales en el exterior resulta fundamental.

Finalmente, resulta necesario poder incentivar todas las políticas públicas que apunten a que la competitividad de la PyME industrial no se base exclusivamente en materia cambiaria (lo que demanda tener “siempre” una moneda competitiva y devaluada), sino en aspectos estructurales que sean sostenibles en el largo plazo y que tienen que ver con cambios en materia regulatoria, con políticas estables de promoción de exportaciones en el largo plazo, con incentivos y medidas de promoción de la inversión, con políticas de desarrollo de proveedores, con una mayor participación de las PYME en cadenas de valor y con un desarrollo eficaz de un sistema nacional de innovación que contribuya a la mejora tecnológica y de procesos productivos en las pequeñas y medianas empresas manufactureras del país.

Concentración

Las exportaciones argentinas están altamente concentradas en pocas empresas de gran tamaño.

En efecto, las Pequeñas y Medianas Empresas (PyME) –aquellas firmas que, según la definición utilizada aquí, ocupan entre 10 y 200 personas y no forman parte de grupos económicos con más de 250 ocupados– explican actualmente cerca del 10% de las ventas externas totales del país.

Las PyME industriales argentinas dependen del mercado internacional en menor medida que el resto de la economía, ya que la mayoría de su actividad se dirige al mercado interno y, por otra parte, muestran una fuerte integración con proveedores locales de partes, piezas y bienes de capital, aunque las pocas importaciones que realizan son difícilmente sustituibles.

En ese contexto, la internacionalización de las PyME se presenta como un aspecto muy importante del desafío que enfrenta hoy la economía argentina para incrementar la competitividad y la inclusión social.

En efecto, el incremento de las exportaciones de las PyME es necesario para que el país experimente un crecimiento sensible y sostenido en el largo plazo, genere empleo genuino, agregue más valor a los bienes producidos, cuente con las divisas que el país precisa para poder importar aquellos bienes que no produce y, en definitiva, para poder apuntalar una política de desarrollo del país en el largo plazo, que es lo único que podrá mejorar el bienestar de la población.

Pero, ese desafío requiere superar los distintos tipos de obstáculos que dificultan el desempeño actual de dichas empresas. Dentro de estos obstáculos puede mencionarse la caída de la rentabilidad exportadora que han experimentado estas empresas en los últimos años, sobre todo a partir de 2009.

En 2013 por ejemplo, el 60% de las empresas PyME han visto disminuir la rentabilidad de su actividad exportadora, mientras que sólo un 4% advirtió mejoras. Esto se debe, en parte, al deterioro del tipo de cambio real que se viene dando desde 2009 (que no pudo ser revertido por la devaluación de enero de 2014) y a las políticas de control de importaciones (a través del sistema de Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación, DJAI) implementadas desde 2011. Éstas no ayudaron a aumentar la competitividad de las PyME industriales, ya que impactaron en la actividad de aquellas empresas exportadoras que muestran una dependencia de los insumos y bienes de capital importados relativamente superior a las de aquéllas que dedican toda su actividad al mercado interno.

Otro obstáculo que no contribuye a aumentar la competitividad de las PyME es el problemático funcionamiento de algunos instrumentos públicos de promoción de exportaciones. Las PyME consideran que los incentivos fiscales y el subsidio/financiamiento de las exportaciones constituyen el principal instrumento para ayudar a las empresas a insertarse en el mercado internacional.

Sin embargo, sólo el 2% de las PyME exportadoras considera que está mejorando el plazo para el reintegro de exportaciones y la devolución del saldo técnico del IVA.

Y apenas el 7% de las empresas utiliza el sistema DEJUAUTO para diferir el pago de los derechos de exportación (y no tener que pagarlos en el momento del embarque de la mercadería), lo que evidencia un error de diseño del mismo.

Asimismo, se mantienen las demoras en el pago de reintegros, draw-back y en la devolución del IVA por exportaciones. También influyen negativamente los plazos reducidos para la liquidación de divisas y el complejo entramado del régimen de admisión temporaria que muchas veces no resulta accesible para las PyME.

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