La próxima gran batalla global

Hay un gran combate, de colosales proporciones y que tendrá enormes consecuencias sobre todo el planeta, que está a punto de comenzar. No es en Irak, ni en Afganistán, ni en el Medio Oriente. El escenario es Wall Street y Washington.

2 septiembre, 2011

<p>Los organismos reguladores estadounidenses &ndash;bajo la mirada expectante de sus pares en todas las latitudes&ndash; est&aacute;n por decidir cu&aacute;nto &ndash;y de qu&eacute; tipo&ndash; se podr&aacute; operar en productos financieros complejos como los derivativos (contratos cuyo valor est&aacute; ligado a un instrumento financiero desde la tasa de inter&eacute;s que pagan los t&iacute;tulos gubernamentales al precio del petr&oacute;leo). Una masa inmensa que multiplic&oacute; la hondura de la reciente gran recesi&oacute;n y que amenaza seguir mostrando sus efectos perniciosos.<br />
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El de derivados es uno de los mayores mercados en el mundo. A finales de 2009, y seg&uacute;n la autorizada opini&oacute;n del Banco de Pagos Internacionales, los contratos vigentes ascend&iacute;an a la astron&oacute;mica cifra de US$ 636 billones (millones de millones). Algo as&iacute; como 45 veces el PBI de EE.UU, la primera econom&iacute;a del mundo. Lo que ilustra con dramatismo la brecha entre la econom&iacute;a real (lo que produce un pa&iacute;s durante un a&ntilde;o) con estos juegos especulativos.<br />
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Pero esto no es lo m&aacute;s grave. Apenas 3,4% de esa cifra colosal fueron transados en los mercados burs&aacute;tiles mundiales. El resto, que equivale a 10 a&ntilde;os de producci&oacute;n de todas las econom&iacute;as del mundo, se transaron en mercados privados bajo t&eacute;rminos apenas conocidos por compradores y vendedores.<br />
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A lo largo del a&ntilde;o pr&oacute;ximo, un nuevo conjunto de reglas y procedimientos para regular estos mercados privados &ndash;tambi&eacute;n llamados derivados OTC<em> (over the counter)</em>&ndash; ver&aacute; la luz. Ser&aacute; la consecuencia del proceso iniciado con la ley Dodd y del acta de protecci&oacute;n al consumo.<br />
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Los plazos han empezado a correr. En el llamado &ldquo;t&iacute;tulo 7&rdquo; est&aacute;n las disposiciones que afectar&aacute;n a los derivados financieros y que ser&aacute; sin duda el proceso de cambio m&aacute;s controvertido y batallado que se pueda imaginar. <br />
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La consecuencia final ser&aacute; una verdadera revoluci&oacute;n en el mundo financiero. Pero lo que viene ahora es una batalla sin tregua entre los grandes actores. Reguladores de un lado, especuladores del otro. <br />
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Lo que diga la letra chica de la nueva reglamentaci&oacute;n ser&aacute; esencial para los bancos, los inversionistas y para la salud de la econom&iacute;a planetaria. Todo depender&aacute; de hasta ad&oacute;nde avancen los dos entes reguladores<em> (Securities and Exchange Comission y Commodity Futures Trading Commision) </em>en supervisar un mercado que creci&oacute; sin vigilancia directa en las &uacute;ltimas d&eacute;cadas. <br />
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Para julio del a&ntilde;o pr&oacute;ximo, gracias a la ley impulsada por Barack Obama, ambos organismos deber&aacute;n tener listas m&aacute;s de 100 definiciones capitales para la futura evoluci&oacute;n de los derivativos. La gran mayor&iacute;a de los t&eacute;rminos del negocio surge de acuerdos privados y no hay un cuerpo de normas establecido. Si bien los reguladores han convocado todo el talento que requerir&aacute;n, del otro lado estar&aacute;n los abogados y el <em>lobby</em> de los que temen perder parte sustancial de este inmenso negocio.<br />
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La causa evidente de la crisis reciente &ndash;o su estallido&ndash; fue el mercado inmobiliario estadounidense. Pero su desarrollo se potenci&oacute; cuando ante el derrumbe se liquidaron muchos de esos contratos derivados originados en operaciones inmobiliarias. Entonces qued&oacute; en claro lo peligrosamente interconectado que estaba esta parte del sistema financiero, los grandes responsables de lo que se llama el &ldquo;riesgo sist&eacute;mico&rdquo;.</p>
<p><strong>Dos grupos de derivativos</strong><br />
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El prop&oacute;sito de las nuevas reglas es dividir en dos el mundo de los derivativos. De un lado, los derivados est&aacute;ndar, aquellos ampliamente usados, de estructura simple y que justifican buena parte de las transacciones. Del otro, los que ser&aacute;n minuciosamente monitoreados.<br />
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Para el desarrollo del primer grupo se prev&eacute;n mecanismos de <em>clearing</em> (como en el sistema bancario), para evitar que la ca&iacute;da de un gran jugador produzca un terremoto y se pueda mantener la crisis bajo control. Es cierto que tambi&eacute;n un actor responsable del clearing puede caer, por eso la reglamentaci&oacute;n prever&aacute; el capital con el que deber&aacute; actuar y recursos colaterales para hacer frente precisamente a esta circunstancia. Las reglas se extender&aacute;n con prolijidad por el sistema electr&oacute;nico donde se transar&aacute;n estas operaciones, un aspecto delicado sobre el que todav&iacute;a no hay indicios.<br />
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La complejidad del proceso regulatorio y lo vital para el negocio que es c&oacute;mo se redactar&aacute;n los nuevos reglamentos, moviliza a todos los sectores para lograr el mejor trato posible para los intereses que se defienden. Y no es un asunto menor: se calcula que los grandes operadores en derivativos OTC generan ingresos anuales por US$ 40.000 millones. Un negocio para ser defendido con u&ntilde;as y dientes.<br />
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Los reguladores europeos, mientras mantienen un ojo atento sobre lo que hacen sus pares estadounidenses, desarrollan su propia estrategia que avanza tambi&eacute;n sobre los dos grandes grupos de derivativos a ser vigilados. <br />
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Lo cierto es que, sin que Saddam Hussein hubiera imaginado el uso posible de su frase preferida, se avecina &ldquo;la madre de todas las batallas&rdquo;.</p>

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