¿Qué van a hacer con tantas reservas?

La mayoría de los analistas consideran que, al contrario de lo que ocurría en tiempos de la convertibilidad, no es necesario mantener el nivel de reservas que actualmente custodia el Banco Central.

28 octubre, 2006

En esto coinciden en grandes líneas, economistas de todo el espectro ideológico.
Lo que no quiere decir que no sea conveniente y hasta recomendable, bajo ciertas circunstancias.

El eje central de la política económica oficial es mantener el dólar alto. Buscará que la actual situación se prolongue todo lo que sea posible para favorecer el desarrollo de la producción industrial, como ha venido ocurriendo en los últimos cuatro años. Es el mecanismo apto para generar superávit fiscal y afrontar los pagos de la deuda.
El año pasado, el Presidente sorprendió –tal vez con la única excepción del cobrador- al resolver pagar al FMI en forma anticipada, y el total de lo adeudado. Así, las reservas de algo más de US$ 28 mil millones cayeron por debajo de los US$ 20 mil millones con el pago de US$ 9.700 millones al organismo internacional.

El presidente Kirchner prometió entonces que en 12 meses el nivel de reservas volvería al punto original. Y cumplió sobradamente. En octubre, ya se habían alcanzado los originales US$ 28 mil millones.

Pero la cosa no para aquí. El gobierno ya se había fijado una meta de US$ 30 mil millones en reservas. Pero según un documento del Banco Central el nivel adecuado es de US$ 32.500 millones.

¿Cuál es la explicación del ente emisor? En el caso de la Argentina, el nivel de reservas debe contemplar: las divisas necesarias para pagar importaciones, más lo requerido para el pago de la deuda, y además –la pieza clave- el seguro contra probables crisis. Con la combinación de estos criterios, las reservas podrían estar en algún punto entre US$ 32.846 y US$ 41.527 millones, según este documento del Central. De modo que la política de acumular divisas va para largo.

La discusión –ante el hecho consumado- se orienta hacia quién debe acumular las reservas, y en el caso del Central, si un exceso en esta actividad no puede traer serias complicaciones. El peso de la compra de divisas lo ha llevado el ente que preside Martín Redrado. Como contrapartida debió emitir deuda interna para esterilizar los pesos que utiliza para comprar dólares. Esa deuda crece, y por lo menos 35% de las reservas deberían servir para respaldarla.

Otros analistas, inquietos por el futuro del ritmo inflacionario, sugieren que sea el Tesoro (utilizando los pesos del superávit) quien compre los dólares y los conserve en el famoso fondo anticíclico de cuño keynesiano que anunció Roberto Lavagna pocos días antes de su renuncia, y cuya existencia actual es, por decir lo menos, vagorosa.
El debate se ha centrado en si es bueno o malo acumular tantas reservas y además, si debe hacerlo exclusivamente el Banco Central.

Tal vez más importante es develar otra incógnita: ¿para qué se quiere este nivel de reservas; que piensa hacer el Gobierno con ellas?
Quienes conocen a Néstor Kirchner desde su época como gobernador de Santa Cruz, sostienen que su verdadera obsesión es la caja, contar con recursos asegurados que lo pongan a salvo de sobresaltos.

En esa línea cobra fortaleza el argumento de tener un seguro importante contra cualquier crisis, financiera o económica, que golpee a los países emergentes, o incluso a los más poderosos. Esta es la opinión que tiene consenso.

Si bien las crisis internacionales suelen resistirse a los pronósticos, lo cierto es que nadie relevante en el mundo económico advierte la inminencia de una turbulencia de magnitud, especialmente ahora que las opiniones tienden a coincidir en que la economía de Estados Unidos hará un suave aterrizaje, ayudada por el nivel de crecimiento sostenido en Asia e incluso en Europa.

Entonces, ¿hay lugar para otra hipótesis? Puede ser. Para alguien que valora un alto nivel de reservas fue arriesgado el paso dado el año pasado al pagar al FMI. Otro riesgo se podría correr con mayor motivo en un año electoral, donde una sola medida puede impactar emocionalmente al electorado. ¿De qué manera?. Por ejemplo, comprando 51% de YPF y retornándola a la esfera estatal. Hay especialistas que calculan el valor de YPF (no el de Repsol en su conjunto, que es mucho mayor) en US$ 18 mil millones. Quiere decir que con un desembolso de US$ 9 mil millones se podría hacer historia. Una tentación muy atractiva para este elenco oficial.

En esto coinciden en grandes líneas, economistas de todo el espectro ideológico.
Lo que no quiere decir que no sea conveniente y hasta recomendable, bajo ciertas circunstancias.

El eje central de la política económica oficial es mantener el dólar alto. Buscará que la actual situación se prolongue todo lo que sea posible para favorecer el desarrollo de la producción industrial, como ha venido ocurriendo en los últimos cuatro años. Es el mecanismo apto para generar superávit fiscal y afrontar los pagos de la deuda.
El año pasado, el Presidente sorprendió –tal vez con la única excepción del cobrador- al resolver pagar al FMI en forma anticipada, y el total de lo adeudado. Así, las reservas de algo más de US$ 28 mil millones cayeron por debajo de los US$ 20 mil millones con el pago de US$ 9.700 millones al organismo internacional.

El presidente Kirchner prometió entonces que en 12 meses el nivel de reservas volvería al punto original. Y cumplió sobradamente. En octubre, ya se habían alcanzado los originales US$ 28 mil millones.

Pero la cosa no para aquí. El gobierno ya se había fijado una meta de US$ 30 mil millones en reservas. Pero según un documento del Banco Central el nivel adecuado es de US$ 32.500 millones.

¿Cuál es la explicación del ente emisor? En el caso de la Argentina, el nivel de reservas debe contemplar: las divisas necesarias para pagar importaciones, más lo requerido para el pago de la deuda, y además –la pieza clave- el seguro contra probables crisis. Con la combinación de estos criterios, las reservas podrían estar en algún punto entre US$ 32.846 y US$ 41.527 millones, según este documento del Central. De modo que la política de acumular divisas va para largo.

La discusión –ante el hecho consumado- se orienta hacia quién debe acumular las reservas, y en el caso del Central, si un exceso en esta actividad no puede traer serias complicaciones. El peso de la compra de divisas lo ha llevado el ente que preside Martín Redrado. Como contrapartida debió emitir deuda interna para esterilizar los pesos que utiliza para comprar dólares. Esa deuda crece, y por lo menos 35% de las reservas deberían servir para respaldarla.

Otros analistas, inquietos por el futuro del ritmo inflacionario, sugieren que sea el Tesoro (utilizando los pesos del superávit) quien compre los dólares y los conserve en el famoso fondo anticíclico de cuño keynesiano que anunció Roberto Lavagna pocos días antes de su renuncia, y cuya existencia actual es, por decir lo menos, vagorosa.
El debate se ha centrado en si es bueno o malo acumular tantas reservas y además, si debe hacerlo exclusivamente el Banco Central.

Tal vez más importante es develar otra incógnita: ¿para qué se quiere este nivel de reservas; que piensa hacer el Gobierno con ellas?
Quienes conocen a Néstor Kirchner desde su época como gobernador de Santa Cruz, sostienen que su verdadera obsesión es la caja, contar con recursos asegurados que lo pongan a salvo de sobresaltos.

En esa línea cobra fortaleza el argumento de tener un seguro importante contra cualquier crisis, financiera o económica, que golpee a los países emergentes, o incluso a los más poderosos. Esta es la opinión que tiene consenso.

Si bien las crisis internacionales suelen resistirse a los pronósticos, lo cierto es que nadie relevante en el mundo económico advierte la inminencia de una turbulencia de magnitud, especialmente ahora que las opiniones tienden a coincidir en que la economía de Estados Unidos hará un suave aterrizaje, ayudada por el nivel de crecimiento sostenido en Asia e incluso en Europa.

Entonces, ¿hay lugar para otra hipótesis? Puede ser. Para alguien que valora un alto nivel de reservas fue arriesgado el paso dado el año pasado al pagar al FMI. Otro riesgo se podría correr con mayor motivo en un año electoral, donde una sola medida puede impactar emocionalmente al electorado. ¿De qué manera?. Por ejemplo, comprando 51% de YPF y retornándola a la esfera estatal. Hay especialistas que calculan el valor de YPF (no el de Repsol en su conjunto, que es mucho mayor) en US$ 18 mil millones. Quiere decir que con un desembolso de US$ 9 mil millones se podría hacer historia. Una tentación muy atractiva para este elenco oficial.

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