¿Se reconstruirá el mundo económico keynesiano?

Los actuales traumas encuentran eco en una pregunta de Isabel II a los economistas: “¿Por qué no vieron venir la crisis, señores?”. Expertos y medios británicos la repitieron en un reciente seminario, donde intervino Robert Skidelsky, biógrafo clave de John Maynard Keynes.

24 octubre, 2009

<p>Todo eso sumió en el descrédito a la macroeconomía convencional, reflejo del monetarismo neoclásico que todavía impera en las tecnocracias del FM y el Banco Mundial. Al respecto, “la teoría del mercado eficiente era sencillamente una forma extrema del neoclasicismo predicado por Milton Friedman (Nobel 1976), debida a Lucas. <br />
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En su afán por excluir de la economía al estado, la escuela de Chicago –hoy desprestigiada- sostenía que toda política pública sería anticipada por la gente y, ergo, se tornaría inútil. Por ende, las recesiones se definían como óptimas heramientas de ajuste”.<br />
Ahora bien ¿por qué esas tesis desplazaron al keynesianismo a partir de los años 50? ¿porqué éstas habían fracasado? No. Eso se debió, realmente, a un pensamiento económico, promovido desde la gran banca occidental, “que idealizaba la conducta humana, a causa de lo que Josef Schumpeter llamaba el vicio ricardiano. O sea, la abstracción excesiva. Sólo imaginando, como David Ricardo (1772/1823), un mundo de robots que interactúan mecánicamente –al estilo newtoniano- puede convertirse la economía en ciencia exacta y predictiva”.</p>

<p>El propio autor ofrece una interpretaci&oacute;n: &ldquo;desde el siglo XVII, la econom&iacute;a moderna asumi&oacute; el dudoso papel de disciplina predictiva. Pas&oacute; el tiempo y, dado que el futuro en 2007 inclu&iacute;a forzosamente la recesi&oacute;n y la crisis sist&eacute;mica occidental presentes, es obvio el fracaso de economistas y analistas &ndash;salvo unos pocos- en prever el desastre&rdquo;. <br />
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En verdad, &ldquo;la econom&iacute;a no tiene mejores herramientas predictivas que otras disciplinas sociales y, aunque emplee matem&aacute;ticas, no es una ciencia exacta&rdquo;. Los acontecimientos posteriores al colapso de las malas hipotecas (2006) dej&oacute; a politic&oacute;logos y augures sin una bola de cristal sana, pero tambi&eacute;n demostr&oacute; que &ldquo;la reina estaba equivocada al aceptar las pretensiones adivinatorias de los economistas&rdquo;.<br />
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Antes, pensadores como Gottfried W.Leibniz (1646/1716) las negaron y Karl Popper (1902/94) ofreci&oacute; un c&eacute;lebre argumento: &ldquo;no es posible predecir ning&uacute;n hecho humano concreto, pues quien lo hiciera ya lo habr&iacute;a generado&rdquo;. Como recuerda Skidelsky , &ldquo;si se postula un universo estable y reiterativo, los actores racionales aprovechar&iacute;an los datos disponibles. Por tanto, las incertidumbres ceder&iacute;an a los riesgos calculados&rdquo;.<br />
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Era la tesis de Robert Lucas (Nobel 1995), que se vino abajo con la burbuja puntocom de 1997/2000. En realidad, apunta el ensayista, el culto a las expectativas racionales condujo a &ldquo;una fe ciega de banqueros y funcionarios en modelos matem&aacute;ticos de pron&oacute;stico. Gobiernos, reguladores y el Fondo Monetario ignoraron toda posibilidad de que los mercados especulativos pudiesen implosionar, llevando a lo que Alan Greenspan &ndash;ya fuera de la RF- defini&oacute; como exuberancia irracional y subestimaci&oacute;n de riesgos&rdquo;<br />
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