Euro, otro motivo para reformar el capitalismo

Hace apenas dos años, Estados Unidos parecía única víctima de una burbuja inmobiliaria pinchada y la consiguiente crisis financiera. Después, el desastre alcanzó la Eurozona (altos deficit fiscales) y la propia Unión Europea (endeudamiento soberano).

27 septiembre, 2010

<p>El sistema anglosajón –que incluía a los holandeses- partió de una falacia: “los mercados libres son siempre eficientes y racionales” (Friedman, Robert Lucas). Este mito se hizo trizas junto con las economías que mandó a pique. A diferencia de los años 30, cuando existían alternativas socialistas, comunistas o macrocíclicas, desde los 80 el negocio financiero ha ido eliminando debates y cooptando académicos.<br />
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A la izquierda, surge empero un neoestructuralismo. Como las propuestas del inglés John Maynard lord Keynes (1883/1946) o del Nobel 1982 John Tobin (1910/2000), requiere mayor regulación y tributación internacionales sobre operaciones financieras, severo control de la banca privada y desarrollo ambientalmente equilibrado. <br />
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Timothy Geithner, por ejemplo, esbozó un plan para reducir riesgos sistémicos. Pero sus normas –por influencia de los banqueros- parecen preservar y proteger el actual sistema, no transformarlo. En otro rincón, Stiglitz (comisión de la ONU para reforma financiera) y Krugman proponen que quienes han contaminado el sistema paguen por su limpieza o se creen mecanismos para liquidar bancos antes de que se hipertrofien. <br />
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<p>En suma, en 2009 y por vez primera en sesenta a&ntilde;os, las econom&iacute;as centrales se contrajeron en t&eacute;rminos de producto bruto interno y PB por habitante. Probablemente, 2010 repita ambas tendencias. En algunos sentidos, la crisis es internacional pero &iquest;existen remedios en esa escala?. Economistas como Joseph Stiglitz (Nobel 2001) o Paul Krugman (Nobel 2008) abrigan serias dudas. <br />
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El primer problema consiste en frenar la espiral descendente y reimpulsar econom&iacute;as golpeadas. Durante colapsos como el de bienes ra&iacute;ces japoneses (1991, aun no resuelto en otros planos) o la crisis cambiaria iniciada en el sudeste asi&aacute;tico (1997/8, que golpe&oacute; a Rusia, Turqu&iacute;a, Argentina, etc.), el crecimiento de Occidente permiti&oacute; una recuperaci&oacute;n bastante veloz. <br />
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Pero, en esta emergencia, la saturaci&oacute;n de derivativos y sus contratos derivados -surgidos en 1971 al desaparecer la convertibilidad oro/d&oacute;lar- y una extrema desregulaci&oacute;n (pa&iacute;ses perif&eacute;ricos en los 90, luego Gran Breta&ntilde;a, Irlanda, Islandia, Europa oriental) expuso a ahorristas, inversores y bancos a riesgos sist&eacute;micos graves.<br />
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Seg&uacute;n el Banco Asi&aacute;tico de Desarrollo, por ejemplo, la contracci&oacute;n de activos financieros globales lleg&oacute; a US$ 50 billones (millones de millones) en 2008, vale decir el PB mundial del mismo a&ntilde;o. Con menos riqueza y cr&eacute;dito congelado, los gastos personales o empresarios se redujeron, la gente perdi&oacute; empleo y los gobiernos recaudaron menos, tanto en ese a&ntilde;o como en el siguiente.<br />
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Si bien la banca en Asia oriental y meridional hab&iacute;a eludido los inescrutables instrumentos especulativos creados por la codicia anglosajona &ndash;como los pases de cr&eacute;ditos en insolvencia-, sus econom&iacute;as dependen bastante de exportaciones a Occidente. Los bancos centrales de China, Jap&oacute;n, Surcorea y Taiwan financian la econom&iacute;a estadounidense, adicta al endeudamiento por falta de ahorro interno, como modo de protegerse de una crisis monetaria como la de 1997/8 o de sostener estrategias orientadas a la exportaci&oacute;n.</p>
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<p><strong>Combinación mortífera</strong></p><p>Tasas referenciales cerca de cero en EE.UU., gente demasiado pobre o endeudada para seguir gastando alegremente y baja demanda internacional (los vaivenes de materias primas sólo reflejan sus propios mercados especulativos) son una combinación letal. Los gobiernos deben pues fomentar déficit para financiar proyectos, generar trabajo y permitir que la población vuelva a comprar. Exactamente, la píldora envenenada que la Eurozona no quiere deglutir.</p><p>Por eso, Washington, apoyado por el sindicalismo mundial, pedía hace pocos meses al grupo de los 20 elevar gastos y déficit. Cuanto más coordinada sea la respuesta, mayores serán los estímulos en juego y menor peligro habrá de recaer en soluciones nacionales o estrategias excluyentes. Por ejemplo, el “grupo de dos” conformado en julio de 2008 por China y EE.UU., amenazado en 2009/10 por innecesarios roces en torno de un santón tibetano y el separatismo en Xinjian.</p><p>El Fondo Monetario Internacional ha propuesto a varias potencias –sin respuesta hasta el momento- destinar 2% de cada PBI a planes de estímulo. Pero, hasta fin de 2009, las economías prósperas han asignado en promedio 1,3%, menos que las emergentes, señalaba la Organización Internacional de Trabajo. Otra fuente indica que EE.UU. aportará este año 2,7%, China 3,6% y Japón 2%, pero los trece socios mayores de la Unión Europea no pasarán de 0,8%.</p><p>Nada funcionará bien en tanto el sector financiero norteamericano no se ponga seriamente en orden, vía la reforma financiera impulsada por Barack Obama. El plan de subsidios fiscales de Timothy Geithner (secretario del Tesoro), orientado a promover inversión privada en activos tóxicos “es una gran desilusión”, ha dicho Krugman. “Si efectivamente funcionase, lo haría con lentitud, sin transparencia, expuesto a abusos y podría resultarles a los contribuyentes más caro que estatizar bancos insolventes”.</p><p>No obstante, aun si estímulos más consistentes y banca saneada sacasen al mundo de esta depresión psicológica, la crisis ya cumplió su obra. Así, demostró que el modelo anglosajón (basado en el monetarismo neoclásico de Milton Friedman) está agotado. “Se vino abajo otro dios trivial”, sostenía nadie menos que el Financial Times, aludiendo al neoconservadurismo sin contralor, promovido por Margaret Thatcher y Ronald Reagan en los años 80.<br /><br />Ahora, alguien como Jack Welch (ex presidente ejecutivo de General Electric) reniega de una frase suya –“las empresas sólo deben dedicarse promover dividendos para los accionistas”- y la califica como “la idea más idiota del mundo”. Este tipo de debates, ahora, recala en el grupo de 77, tras pasar por la asamblea anual de la ONU sin pena ni gloria, salvo otra exhortación a combatir el hambre. <br /> </p>

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