Cambio climático y opciones morales

Los efectos del calentamiento global persistirán por cientos de años. Desde el punto de vista de la ética, las generaciones actuales deberían comenzar a pensar en cuáles son sus responsabilidades y obligaciones para ayudar a salvaguardar el futuro lejano. 

11 abril, 2013

Una de las principales características del cambio climático pasa bastante desapercibida para el público general: las altas temperaturas y otros efectos inducidos por crecientes niveles de dióxido de carbono en la atmósfera persistirán por mucho tiempo. Hace rato que los científicos saben que el carbono liberado durante la quema de combustibles fósiles tiene a quedar en la atmósfera por largos períodos, incluso siglos. Pero en los últimos años, los investigadores han calculado que los cambios, que incluyen mayores temperaturas, son más persistentes todavía: aun si las emisiones  se terminaran de repente y los niveles de dióxido de carbono cayeran gradualmente, las temperaturas se mantendrían elevadas  por mil años o más. El termostato de la tierra está siendo cada vez más elevado y no hay manera previsible de hacerlo retroceder. 
Es precisamente la naturaleza de largo plazo del problema lo que vuelve tan urgente la necesidad de que reduzcamos las emisiones lo más rápido y radicalmente posible. Para tener una chance lógica de cumplir con la meta internacionalmente aceptada de mantener el calentamiento a 2º C o menos, las emisiones deben reducirse drásticamente en los próximos años. Para 2050 deberán reducirse a la mitad con respecto a niveles de 2009.
La disparidad entre el momento en que debemos actuar y cuándo se verán los beneficios derivados de esa acción explica por qué el cambio climático es un problema tan espinoso política y económicamente. ¿Cómo se convence a la gente y a los gobiernos de que hay que invertir para un futuro muy lejano? No es un problema de fácil resolución para los políticos que están enredados en necesidades inmediatas y acuciantes. Pero como lo que está en juego es la definición y comprensión de nuestras responsabilidades ante las futuras generaciones, nuestra acción (o inacción) sobre el cambio climático cae directamente sobre el ámbito de la moral y la filosofía política. 
En los últimos años  creció el número de autores que se dedican  a ahondar en estas cuestiones.  ¿Qué lineamientos éticos deberían seguir los economistas cuando evalúan los costos actuales frente a los beneficios futuros?¿Cómo deberíamos sopesar los riesgos de cambios catastróficos que trae el calentamiento global? ¿Podría la geoingeniería ser ética? ¿Cómo afecta el cambio climático nuestra percepción del mundo  y nuestro rol futuro en él? Las conclusiones a que llegan  tienen muchos matices  y pueden llevar a definiciones esotéricas de términos como “justicia” o “bien moral”. Pero sus razonamientos suelen brindar agudas explicaciones de los problemas políticos más graves. 
Valor a futuro
En su libro Climate Matters: Ethics in a Warming World, John Broome, un filósofo moral de la Universidad de Oxford, explica los métodos y argumentos que nos ayudan a entender las implicancias éticas del calentamiento global y demuestra por qué este razonamiento puede ofrecer una percepción profunda sobre cómo deberíamos actuar.  A Broome le interesa evaluar los juicios éticos que hacen los economistas. “Hace, digamos, 50 años los economistas admitieron que la economía está basada en supuestos éticosâ€, dice. “pero muchos de ellos parecen haberlo olvidado en décadas recientes. Creen que lo que hacen  se encuentra en una ‘zona más allá de la éticaâ€. Y eso no es así, como lo evidencia el cambio climáticoâ€. Aunque la gente sea más rica en el futuro, el cambio climático podría reducir la calidad de sus vidas.
Uno de los temas más controversiales en análisis económico de una política de cambio climático es cómo sopesar el costo de implementar cambios ahora con los beneficios que van a obtener las generaciones futuras, o el daño que van a evitar. Podría suponerse que deberíamos hacer todo lo posible ahora, pero eso probablemente estaría mal, sugiere Broome, porque la acción extremadamente radical tendría consecuencias  tan negativas para los que viven hoy que los efectos se sentirían por generaciones. Broome busca la forma de equilibrar esos factores en una forma éticamente responsable para terminar diciendo que los economistas, en general, están en lo correcto al adoptar el llamado análisis de costo beneficio para evaluar acciones en cambio climático. Pero subraya que son fundamentales los supuestos éticos que sostienen esos análisis, y que los economistas por lo general los ignoran o malinterpretan. En definitiva, el punto es si las evaluaciones económicas cuantitativas deben incorporar plenamente principios morales. 
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