Mejores ciudades para vivir y para trabajar

Es un nuevo fenómeno mundial: el auge y poder de las grandes ciudades. Hay que pasar revista a los atributos de las llamadas smart cities. Los centros globales hacen frente a problemas que superan a las naciones.

23 mayo, 2016

Esta es la primera vez en toda la historia de la humanidad que hay más gente viviendo en la ciudad que en el campo. El cálculo que hace Ivo Daalder, holandés y presidente del Chicago Council on Global Affairs y asesor de Obama durante su primera campaña presidencial, es que para el año 2050, dos tercios de toda la humanidad, 6.500 millones de personas, vivirán y trabajarán en ciudades. A modo de comparación, en 1950 había menos de 1.000 millones en las ciudades del mundo.

Claro que no todas las ciudades son iguales. Por encima de todas brillan las ciudades globales, primeras en comercio, artes y educación. Ellas son las que tienen la posibilidad, la aspiración y la capacidad para moldear no solo la economía del mundo sino también las ideas, su cultura, sus políticas y su futuro. Buenos Aires, por ejemplo, aspira a pertenecer a este grupo aristocrático.

Son un imán que atrae negocios, talento, inversiones e innovaciones. Los grandes actores no estatales del momento no son Al-Qaeda ni el Estado Islámico; tampoco grandes empresas como Apple o Google. Es en las ciudades donde se encuentra el verdadero poder.

Hoy la política internacional se está comenzando a parecer a la liga hanseática del medioevo. Como las ciudades no son soberanas son más independientes para tomar medidas que estimulan el cambio. 

Son, en realidad, las que manejan la economía mundial. Las 600 ciudades más grandes del mundo representan más de 60% del PBI global. Las primeras 20 alojan la tercera parte de las grandes corporaciones y casi la mitad de sus ingresos combinados. Al frente de todas está Tokio, en población, en empuje económico y en número de grandes casas matrices. Le siguen Nueva York, Londres y París.

Aunque las ciudades solo cubren 2% de la superficie terrestre, consumen 78% de la energía y son las responsables de 60% de todas las emisiones de gases de invernadero. Pero mientras las naciones siguen debatiendo sobre qué van a hacer para detener el cambio climático las ciudades más grandes y más importantes se están poniendo de acuerdo y ya están actuando.

Medidas concretas

Uno de esos esfuerzos es el C40, un grupo formado por 75 grandes ciudades que reúne e intercambia información para tomar medidas concretas sobre cambio climático. De muchas formas diferentes están haciendo cosas concretas para detener el calentamiento global, desde instalar iluminación eficiente en las calles hasta mejorar el transporte público. 

También están buscando políticas extranjeras propias. Shanghai tiene su propia oficina de asuntos extranjeros, mientras San Pablo ya estableció algo así como relaciones diplomáticas con muchos estados. Esas naciones, a su vez, tienen representaciones en la ciudad que son más fuertes que las que tienen en la propia capital, Brasilia. 

Grandes capitales, como Londres, Tokio y París forman parte de las políticas extranjeras de sus gobiernos nacionales. Pero las ciudades globales que no son asiento de gobierno nacional, como Chicago o Shanghai, cada vez necesitan más crear políticas exteriores propias coordinando el compromiso global de sus empresas, centros académicos, instituciones culturales y cuerpos civiles en formas que beneficien a la ciudad y sus ciudadanos en su totalidad. Tienen mayor orientación estratégica, más corporación y mejor coordinación del compromiso global que constituiría el equivalente de una política exterior para Chicago. 

O sea, que las ciudades globales están manejando cada vez más los asuntos mundiales ?económicamente, políticamente, socialmente y culturalmente. Ya no son simplemente lugares para vivir. Han surgido como actores importantes en la escena global. Nueva York y Londres son centros financieros globales.

Los Angeles está en la cima del negocio mundial del entretenimiento. Hong Kong y Singapur son centros mundiales de comercio. San Pablo, Seúl y Chicago, con histórica experiencia en industria, se han convertido en centros globales de conocimiento industrial.

Pero aquí surgen, entonces, varias preguntas. ¿La concentración de actividad económica en las ciudades globales está alterando normas internacionales? ¿Cómo están posicionadas las ciudades globales para servir como centros de comercio global y qué rol juegan en las negociaciones internacionales de comercio?

Megaciudades

La humanidad siempre receló de las novedades que cambiaban el presente para bosquejar un futuro incierto. Cuando aquel futuro se volvía presente advertía finalmente que las ventajas de los cambios superaban las desventajas. La única diferencia entre aquel pasado y hoy es la velocidad con que se nos viene encima el futuro, dice un académico norteamericano que explica los peligros que ve y propone soluciones.

Para el profesor Greg Maryniak, vicepresidente de innovación en la Singularity University, hay un gran problema que deberían ser objeto de profundo análisis ahora: la energía y las ciudades.

Hablando en un simposio auspiciado por el departamento de energía de esa casa de estudios, sobre la necesidad de buscar una solución progresiva a las demandas energéticas de las próximas megaciudades. Su propuesta tuvo rasgos de ciencia ficción. Dijo que las necesidades energéticas de las próximas mega-ciudades se pueden solucionar con energía solar con base en el espacio.

Aquí, un extracto de su discurso:
“Hoy más de la mitad del mundo vive en ciudades y para 2050 se calcula que dos tercios del mundo estarán residiendo en zonas urbanas. En los últimos 25 años, el número de mega ciudades en el mundo creció de 10 a 28, donde habitan casi 500 millones de personas. Para 2030, se cree que habrá por lo menos 41 mega-ciudades. Pero el aumento y el crecimiento de esos centros tendrá su precio: las necesidades energéticas serán enormes. La manera en que se cubran esas necesidades posiblemente tendrá efectos negativos en el ambiente. Hoy, las cosas se ven oscuras, aunque 5,7% de la población global vive en mega?ciudades, su demanda de energía produce 12,6% de la basura sólida del mundo. 

Una solución sencilla será la energía solar con base en el espacio: una serie de satélites orbitando la tierra recolectarían energía del sol, la convertirían en forma de microondas y la enviarían a un colector en la superficie de la tierra.

 

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