EE.UU., el fin de una etapa y la gran incógnita

El año anterior marcó el final de una era para la principal economía del mundo. Luego de 8 años y dos mandatos, Barack Obama dejó la presidencia del país, para dar paso a una experiencia, que a priori, parece muy distinta. Y no sólo en estilos personales o partidos de pertenencia.

22 febrero, 2017

Desde el punto de vista político, vale la pena resaltar que durante la segunda presidencia de Obama los Demócratas siempre fueron minoría en el Senado. En tanto que, desde la segunda mitad de su primera presidencia, los Republicanos siempre fueron el partido mayoritario en la Cámara de Representantes (Diputados). Al menos, en las tres cuartas partes finales, las dos presidencias de Obama estuvieron caracterizadas por la necesidad de negociar y buscar consensos. 

En cambio, ahora al inicio de la presidencia de Donald Trump, los Republicanos sí tienen control de ambas cámaras. Aunque, habrá que ver qué rol les toca jugar: si el de facilitadores de las iniciativas del Ejecutivo o el de amables contendores y limitadores de las mismas.Vale la pena resaltar que esa es en el fondo la gran incógnita: que Trump sea presidente. El de los exabruptos de la campaña, las declaraciones polémicas y las premisas abiertamente proteccionistas y antiinmigración. O veremos una versión más moderada, dada la responsabilidad de convertirse en el 45º presidente de los EE.UU. y un esquema institucional que aseguró la continuidad de la democracia durante más de dos siglos y un cuarto.

En segundo lugar, porque el mix de políticas promete ser muy distinto. La mayor parte de las dos presidencias de Obama estuvieron caracterizadas por un entorno de política monetaria expansiva y fiscal en progresivo ajuste, luego de la fuerte expansión que experimentó en 2009-2010.

Desde la segunda mitad de la primera presidencia de Obama, con el surgimiento y posterior apogeo del “Tea Party“, los debates en torno al techo del endeudamiento (2011), los recortes automáticos de gasto (enero 2013), los cierres temporarios del gobierno federal (octubre 2013), el constante rechazo republicano al “Obamacare” y los igualmente sostenidos reclamos de recortes presupuestarios y reducciones de impuestos, se fue produciendo un progresivo, pero igualmente sostenido, ajuste fiscal, cuya principal evidencia fue la reducción del déficit federal, como resultado de un esfuerzo relativamente parejo entre reducción del gasto e incremento de los ingresos, principalmente, tributarios. Aunque, los primeros llevaron levemente la delantera.

En particular, el déficit fiscal federal pasó de alcanzar un nuevo máximo de -9,8% del PIB para la serie post segunda guerra mundial, durante el primer año de la primera presidencia de Obama (2009), como resultado en buena parte de la ley de Estabilización Económica de Urgencia de 2008 (3 de octubre 2008 – George W. Bush) y al paquete de estímulo fiscal (la ley de Reinversión y Recuperación de 2009, 17 de febrero 2009 – Barack Obama), para cerrar el último año fiscal de su segunda presidencia casi al mismo nivel que lo había hecho el último año fiscal de su predecesor republicano: George W Bush (-3,2% en 2016 vs -3,1% en 2008).

 

Ajuste del déficit

 

Ese ajuste del déficit federal (acumulado de unos 6,6 puntos del PBI), comenzó a insinuarse recién en el año fiscal 2011 y se acentuó a partir de 2012, luego que los Demócratas perdieran el control de, primero, la cámara de representantes y, luego, del Senado. De esta manera, el déficit promedió un nivel de -8,4% del PIB durante el primer período presidencial de Obama, para luego pasar a uno de -3,1% promedio durante el segundo.

La relación entre gasto neto del gobierno federal y el PIB, que también había alcanzado un nuevo máximo para la serie post segunda guerra mundial durante 2009 (24,4%), acumuló un retroceso de 3,5 puntos entre 2009 y 2016 (años fiscales). En la vereda de enfrente, el ratio entre los ingresos del gobierno federal y el PIB se incrementó 3,1 puntos durante el mismo período, cerrando el año fiscal 2016 en 17,75%.

En tanto, la Reserva Federal (FED) mantuvo una política monetaria marcadamente expansiva durante los dos mandatos de Obama, que recién comenzó a ajustar durante la última mitad de su segundo mandato.

En particular, por un lado, la FED sostuvo su tasa de referencia (Fondos Federales) inalteradamente en mínimos históricos (0-0,25% nominal anual) desde antes del arranque de la primera presidencia de Obama (20-1-2009) y hasta el 19 de diciembre de 2015, cuando incrementó levemente el rango objetivo a 0,25%-0,5% nominal anual. Para recién volver a incrementar el rango objetivo el pasado 14 de diciembre de 2016 (0,5%-0,75% nominal anual).

Por el otro lado, la FED desplegó durante la mayor parte de ambas presidencias el programa de expansión o flexibilización cuantitativa, que tuvo tres ediciones (QEI, QEII y QEIII), iniciándose hacia noviembre de 2008, para recién finalizar a fines de octubre de 2014 y acumular compras de activos por más de US$ 4.500.000 millones.

Hubo una primera etapa de política fiscal y monetaria muy expansivas, los dos primeros años de la primera presidencia y, luego, el esquema de política económica estuvo caracterizado por un proceso de ajuste progresivo en el frente fiscal y expansión sostenida por el lado del frente monetario. El último recién comenzó a insinuar una corrección progresiva durante los dos últimos años del segundo mandato.

Los resultados económicos fueron positivos, en el sentido que EE.UU. logró salir de la recesión, hilar siete años consecutivos de crecimiento y bajar la tasa de desempleo abierto a niveles comparables a la pre-crisis, aun cuando la mayor parte del mundo desarrollado aún sigue luchando para salir de la recesión.

En particular, el PIB acumuló siete años de crecimiento ininterrumpido desde la crisis, promediando en 2016 un nivel 15,6% superior al piso de 2009 y 12% por encima del máximo precrisis (2007) Y lo hizo en un contexto de niveles de inflación por debajo de los promedios históricos: el incremento acumulado por el IPC desde 2009 fue de 11,7%, lo que implica una tasa promedio anual de sólo 1,6%. En tanto, que 2016 cerraría en torno a 2%. El promedio histórico para los últimos 70 años es de 3,4% anual.

Respecto del mercado laboral, entre diciembre de 2016 y el mismo mes de 2009 el nivel de empleo del sector no agrícola acumuló un incrementó de 15,5 millones de puestos. Si la comparación se realiza con 2007, el incremento acumulado es de 6,9 millones. Es decir, no sólo se recuperaron los puestos destruidos durante la crisis; además ya se generaron poco menos de 7 millones adicionales. La tasa de desempleo abierto cerró 2016 en 4,7%, muy en línea con los mínimos pre crisis de mediados de 2007 (4,4%) y más de 5 puntos por debajo del máximo de 10% alcanzado en octubre de 2009.

Sin embargo, esos resultados fueron, al mismo tiempo, desalentadores. La tasa de crecimiento del producto se mantuvo muy por debajo de los promedios históricos (al punto que al período ya se lo denomina la gran desaceleración), la tasa de participación económica se redujo significativamente, incrementándose la población pasiva (en parte explicado por el envejecimiento de los “baby boomers“), y el ritmo promedio mensual de creación neta de puestos de trabajo del sector no agrícola se ubicó por debajo del límite histórico de 200.00 posiciones. Además, el ratio de deuda/PBI se incrementó sostenidamente, alcanzando nuevos e impensados máximos.

Respecto de la relación deuda pública federal versus PIB, vale la pena subrayar que se ubicó en torno a 104,7% durante el tercer trimestre de 2016, frente a un nivel pre crisis de 62,84% (cuarto trimestre 2007) y un máximo histórico previo de 65,1% (segundo trimestre 1995).

 

Productividad

 

Buena parte de esa desaceleración del producto respecto de los promedios históricos, de lo que se deriva un menor ritmo de generación de puestos de trabajo, se explica por el escaso dinamismo de la productividad. Entre 2009 y 2016 la productividad multifactorial del sector privado promedió un ritmo de crecimiento promedio anual de 0,8%, frente al 1,6% que había promediado en los seis años previos a la crisis financiera (2001-2007) y también muy por debajo del dinamismo promedio de los últimos 67 años (1,3% anual).

En ese sentido, la nueva propuesta encarnada por Trump y sintetizada en su eslogan de campaña (“Make America Great Again“) implica un cambio significativo en el mix de política económica, con un retorno del sesgo expansivo al frente fiscal y una política monetaria en sendero de corrección mucho más franco y decidido, ya que se prevén mayores presiones inflacionarias.

Hace muchos años que los Republicanos vienen propiciando en el Congreso reducciones en las tasas del impuesto sobre la renta de las personas físicas y las sociedades. En su campaña, el ahora Presidente no solo propuso importantes recortes de impuestos, sino también aumentos de algunos rubros de gasto público. En particular, en defensa e infraestructura. Ergo, hay algo que parece estar claro: el frente fiscal se tornará más expansivo, mediante una combinación de más gasto y menor presión impositiva.

 

 

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