Las relaciones del conocimiento con la sociedad

A fines de la década de los ´90, los países que producían conocimiento accedían al bienestar de sus comunidades y al ejercicio pleno de sus derechos. Los países que no podían producir e incorporar conocimientos se exponían al estancamiento económico, a la pobreza crónica y a un futuro sin esperanzas. Por Ricardo A. Ferraro.

25 mayo, 2010

<p>A fines de la d&eacute;cada de los '90, la Argentina enfrentaba una encrucijada: &iquest;c&oacute;mo ingresar al conjunto de las sociedades y econom&iacute;as del conocimiento, &uacute;nica manera de preservar su independencia en un mundo globalizado? Era f&aacute;cil comprobar que, ya entonces, la producci&oacute;n de conocimientos diferenciaba a los pa&iacute;ses, a sus modos de producci&oacute;n de bienes y servicios y a la calidad de vida de su gente. Quienes los produc&iacute;an acced&iacute;an al bienestar de sus comunidades y al ejercicio pleno de sus derechos. Los pa&iacute;ses que no pod&iacute;an producir e incorporar conocimientos se expon&iacute;an al estancamiento econ&oacute;mico, a la pobreza cr&oacute;nica y a un futuro sin esperanzas. Algunos pa&iacute;ses ingresaban al mundo con mejor desarrollo si se planteaban desaf&iacute;os decisivos con un objetivo posible. Era el caso de la Argentina.</p>
<p>El gobierno elegido a fines de 1999 le asign&oacute; importancia cr&iacute;tica a este tema en el marco de un proyecto de Naci&oacute;n. Esa visi&oacute;n prospectiva y las angustias colectivas de esos momentos compartieron, sin embargo, un sustento com&uacute;n: la participaci&oacute;n de un sistema cient&iacute;fico-tecnol&oacute;gico eficiente, proveedor de los conocimientos y las habilidades demandadas por un pa&iacute;s que necesitaba trazar su propio perfil competitivo en un mundo sin fronteras, caracterizado por el avance acelerado y la complejidad creciente de las tecnolog&iacute;as.</p>
<p>Era decisivo, por lo tanto, que la comunidad comprendiera el valor del conocimiento y la participaci&oacute;n que tienen la ciencia y la tecnolog&iacute;a en la mayor parte de los problemas que afectan a la gente, como individuos y como miembros de su sociedad. Era necesario tambi&eacute;n entender que la calidad de los sistemas cient&iacute;fico-tecnol&oacute;gicos de un pa&iacute;s determina su desarrollo sustentable y sus posibilidades de una lucha eficaz contra la inequidad y la exclusi&oacute;n social.</p>
<p>La situaci&oacute;n que se daba a fines de la d&eacute;cada de los '90 se revirti&oacute; totalmente: a partir de la dimensi&oacute;n de los desaf&iacute;os y de la convicci&oacute;n colectiva con que se los debe enfrentar para superarlos, los cient&iacute;ficos se volcaron a dedicar m&aacute;s esfuerzos &shy;a pesar de sus escasos recursos&shy; a difundir, divulgar y explicar qu&eacute; hacen, c&oacute;mo trabajan y para qu&eacute; sirve lo que hacen. La gente les prest&oacute; atenci&oacute;n, y les pregunt&oacute;, y opin&oacute;.</p>
<p>Algunos episodios sucedidos a comienzos del 2000 favorecieron esas acciones; por un lado, la difusi&oacute;n de los resultados del Proyecto del Genoma Humano esperanz&oacute; a algunos y alarm&oacute; a otros, pero para todos fue una clara demostraci&oacute;n del enorme poder de la investigaci&oacute;n cient&iacute;fica para mejorar la calidad de vida y para provocar reflexiones y debates sobre sus consecuencias econ&oacute;micas, &eacute;ticas y pol&iacute;ticas. Por otra parte, la incorporaci&oacute;n de un investigador argentino a la Academia de Ciencias de Estados Unidos &shy;muchas veces, la antesala al Nobel&shy; y el triunfo en la competencia internacional por venderle un reactor nuclear a Australia demostraron que, con continuidad y recursos, podemos.</p>
<p><b><i>Acuerdos fundamentales</i></b></p>
<p>Esta nueva relaci&oacute;n entre la sociedad y los constructores de conocimientos permiti&oacute; acuerdos sobre la funci&oacute;n del Estado en una sociedad a la que le importan los conocimientos y le otorg&oacute; legitimidad a importantes aumentos en los presupuestos para estas actividades.</p>
<p>Tambi&eacute;n la dirigencia argentina cumpli&oacute; con su parte. Asumi&oacute; que la globalizaci&oacute;n es un fen&oacute;meno mucho m&aacute;s complejo, rico y peligroso que la simple ca&iacute;da de las barreras comerciales; que la aceleraci&oacute;n del desarrollo y de la diseminaci&oacute;n tecnol&oacute;gica ofrece grandes oportunidades y enormes amenazas; que este mundo exige decisiones r&aacute;pidas y que, se sepa o no, se quiera o no, siempre se toman decisiones, ya sea por acci&oacute;n o por omisi&oacute;n &shy;como los pecados&shy; con la diferencia, no menor, de que cuando las decisiones se toman por omisi&oacute;n no se puede aprender de la experiencia.</p>
<p>La elite dirigencial verific&oacute; que las econom&iacute;as de los pa&iacute;ses m&aacute;s industrializados se fundamentan, cada vez m&aacute;s, en conocimientos e informaci&oacute;n y que se reconoce que son estos elementos los que impulsan a la productividad y al crecimiento econ&oacute;mico. Por eso en el 2010 prestan particular atenci&oacute;n a la funci&oacute;n de la informaci&oacute;n, la tecnolog&iacute;a y el aprendizaje en los resultados econ&oacute;micos y saben que en esta nueva econom&iacute;a la educaci&oacute;n es la l&iacute;nea de corte que divide a los ricos de los pobres.</p>
<p>Pol&iacute;ticos y empresarios aprendieron, tambi&eacute;n, que una mala gesti&oacute;n puede desfigurar o destruir una buena intenci&oacute;n y hasta una buena pol&iacute;tica.</p>
<p>Es f&aacute;cil verificar las ventajas de la nueva relaci&oacute;n entre la sociedad y el conocimiento en la Argentina del 2010, porque la simple extrapolaci&oacute;n de la situaci&oacute;n del 2000 &shy;cuando, para algunos, ni la ciencia ni la tecnolog&iacute;a eran consideradas herramientas importantes para la transformaci&oacute;n y cuando otros conceb&iacute;an que una pol&iacute;tica que descansara en el mercado era la garant&iacute;a de la excelencia educativa, mientras permit&iacute;an que lo p&uacute;blico se asociara con un espacio en continua degradaci&oacute;n&shy; nos hubiera llevado a una Argentina invivible.</p>
<p><i>Ricardo A. Ferraro es Profesor titular de Pol&iacute;tica Tecnol&oacute;gica en la UBA y autor de varios libros. Coordina el Programa Conocimiento y Sociedad de la Vicepresidencia de la Naci&oacute;n. </i></p>

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