Cómo se llega a la nueva economía

Mientras en el mundo muchos países analizan cómo incorporarse de lleno a la llamada nueva economía, en la Argentina cuesta lograr consenso para una estrategia de largo plazo, que permita hacia el 2010 llevar la calidad de vida de nuestra población a niveles comparables con los que hoy tiene el europeo medio. Por Domingo F. Cavallo

2 junio, 2010

<p>Mientras en el mundo muchos pa&iacute;ses analizan c&oacute;mo incorporarse de lleno a la llamada <i>nueva econom&iacute;a</i>, en la Argentina cuesta lograr consenso para una estrategia de largo plazo, que permita hacia el 2010 llevar la calidad de vida de nuestra poblaci&oacute;n a niveles comparables con los que hoy tiene el europeo medio.</p>
<p>En el &uacute;ltimo quinquenio hemos sido testigos de c&oacute;mo los avances tecnol&oacute;gicos en computaci&oacute;n, en sistemas de redes y telecomunicaciones, se han integrado entre s&iacute;, mientras otros sectores de la econom&iacute;a incorporaban internamente esos progresos, modificando formas tradicionales de producir, financiar, comprar y vender bienes y servicios preexistentes.</p>
<p>El pa&iacute;s que hizo el bosquejo m&aacute;s n&iacute;tido de esa <i>nueva econom&iacute;a</i> fue Estados Unidos, y logr&oacute; un significativo salto de productividad. No s&oacute;lo contaba con recursos humanos (locales e <i>importados</i>) sino tambi&eacute;n con un marco macroecon&oacute;mico estable y un ambiente desregulado y amigable para el desarrollo de nuevos emprendimientos.</p>
<p>En el per&iacute;odo '91/'96, la econom&iacute;a estadounidense creci&oacute; levemente por encima de 2,5% promedio anual. En cambio, en la etapa '97/2000, el PBI est&aacute; aumentando en t&eacute;rminos reales cerca de 4,5% anual promedio. La productividad de los factores de la producci&oacute;n virtualmente se duplic&oacute; si se compara el segundo per&iacute;odo con el primero.</p>
<p>Vale decir, la <i>nueva econom&iacute;a</i> no es un eslogan, sino que, en esta etapa, implic&oacute; una aceleraci&oacute;n del crecimiento tendencial que mostraba ese pa&iacute;s.</p>
<p><b><i>El reino del rev&eacute;s</i></b></p>
<p>Lamentablemente, en la Argentina las cosas ocurrieron al rev&eacute;s. Entre los a&ntilde;os 1991 y 1996 la econom&iacute;a creci&oacute; aproximadamente a un promedio de 6% anual (pese a que en el per&iacute;odo se computa la recesi&oacute;n de 1995, originada en el <i>efecto tequila</i>). En cambio, en la etapa del '97 al 2000, la variaci&oacute;n promedio es del orden de 2,5% anual. Mientras la productividad de los factores creci&oacute; cercana a 4% en el primer per&iacute;odo, en el segundo este guarismo se redujo a una cuarta parte aproximadamente.</p>
<p>La Argentina que crec&iacute;a a un ritmo de 6% anual no era expresi&oacute;n del fen&oacute;meno de la <i>nueva econom&iacute;a</i>. Era, simplemente, la consecuencia de una serie de cambios estructurales que dieron impulso a la inversi&oacute;n y a mayores niveles de producci&oacute;n en sectores tradicionales. Este fue el resultado de la introducci&oacute;n de la estabilidad que trajo aparejada la convertibilidad, la desregulaci&oacute;n, las privatizaciones y la apertura de la econom&iacute;a.</p>
<p>Para sostener el crecimiento en la segunda parte de los '90, la Argentina necesitaba nuevas locomotoras. Una de ellas es la mayor diseminaci&oacute;n de la tecnolog&iacute;a, que forma parte del fen&oacute;meno de la <i>nueva econom&iacute;a</i>. Pero el ambiente econ&oacute;mico result&oacute; cada vez menos apropiado.</p>
<p>Lo que se registr&oacute; fueron retrocesos en materia de desregulaci&oacute;n (y/o buenas regulaciones) y de privatizaciones, excesivo crecimiento del gasto p&uacute;blico, financiado con mayor presi&oacute;n tributaria y endeudamiento estatal que, al superar ciertos l&iacute;mites, afect&oacute; la calificaci&oacute;n crediticia y el riesgo pa&iacute;s. En ese ambiente, result&oacute; imposible seguir creciendo a buen ritmo, ni absorber los efectos de los <i>shocks </i>externos.</p>
<p>El a&ntilde;o 2000 deber&iacute;a haber marcado un punto de inflexi&oacute;n, para volver a colocar a la econom&iacute;a en el sendero del crecimiento din&aacute;mico. Sin embargo, eso no ocurri&oacute;. Al margen de anuncios a&uacute;n por concretar en materia de telecomunicaciones, y de un recorte de gastos impuesto por las circunstancias antes que por las convicciones, no se advierte un fen&oacute;meno generalizado de profundizaci&oacute;n de reformas estructurales. El gobierno comenz&oacute; mal, con subas de impuestos y ninguna simplificaci&oacute;n a favor de los nuevos emprendimientos; luego intent&oacute; algunas correcciones, pero a&uacute;n no se ven criterios claros que permitan asegurar que la econom&iacute;a argentina habr&aacute; de sumarse al fen&oacute;meno de la <i>nueva econom&iacute;a</i>.</p>
<p><b><i>Quebrar la inercia</i></b></p>
<p>El Producto Bruto per c&aacute;pita de la Argentina puede estimarse en torno a los US$ 7.800 para este a&ntilde;o 2000. Un crecimiento sostenido del orden de 6% anual (en t&eacute;rminos reales) y considerando bajos niveles de inflaci&oacute;n y un aumento de la poblaci&oacute;n en l&iacute;nea con la tendencia de los &uacute;ltimos a&ntilde;os, llevar&iacute;an el PBI per c&aacute;pita del 2010 a unos US$ 14.000.</p>
<p>Este es el nivel que registraba Espa&ntilde;a un par de a&ntilde;os atr&aacute;s, y alcanzarlo implicar&iacute;a fuertes mejoras en la calidad de vida de la poblaci&oacute;n. Es una meta que s&oacute;lo puede lograrse con una serie de medidas que configuren una verdadera pol&iacute;tica de crecimiento, retroalimentada, a su vez, por avances sustanciales en materia de educaci&oacute;n, seguridad, justicia, salud.</p>
<p>Desde otro &aacute;ngulo, se trata de inducir la interacci&oacute;n entre crecimiento, mayor empleo y mejoras sustanciales en la distribuci&oacute;n del ingreso. Necesariamente, el avance debe darse en forma simult&aacute;nea en todos los frentes.</p>
<p>Pero para eso se necesita quebrar la inercia impuesta por varios a&ntilde;os de freno e involuci&oacute;n de las reformas estructurales. El tema es que el tiempo perdido obliga a multiplicar el esfuerzo. En este sentido, debe subrayarse que la convertibilidad no se defiende con palabras edulcoradas, sino con una serie de acciones concretas que devuelvan a la econom&iacute;a argentina la capacidad de crecer en productividad al ritmo acelerado de la primera parte de los '90.</p>
<p>Ser&iacute;a contradictorio plantear estos objetivos mientras una buena parte de la actividad empresaria en la Argentina sigue condenada a la informalidad, por regulaciones inapropiadas y por una pol&iacute;tica fiscal y laboral que la empuja en esa direcci&oacute;n. La informalidad inhibe el acceso al mercado de capitales y al cr&eacute;dito, impidiendo de ese modo el salto de la vieja a la nueva econom&iacute;a.</p>
<p>De modo que una simplificaci&oacute;n de la legislaci&oacute;n y de las normas a cumplir, junto con una reducci&oacute;n de la presi&oacute;n tributaria, son requisitos para recrear un ambiente favorable a la producci&oacute;n de bienes y servicios y a la inversi&oacute;n. Sin ellos, la nueva econom&iacute;a ser&aacute; s&oacute;lo un espejismo. Y la responsabilidad de lograrlo excede a la jurisdicci&oacute;n nacional, porque el federalismo involucra la decisi&oacute;n de provincias y municipios.</p>
<p><i>Domingo F. Cavallo es Diputado nacional. Presidente del partido Acci&oacute;n por la Rep&uacute;blica. Ex ministro de Econom&iacute;a. </i></p>

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