¿Se ahogó el motor del despegue?
El hombre de campo argentino ya no es el que era (o el que el folclore instaló en la imaginación colectiva). Como dice uno de los expertos consultados en esta nota, "está más atento a los precios del mercado de Chicago que al color de la soja".Este nuevo productor incorporó a gran velocidad las innovaciones que le permitieron mantenerse en la carrera de la competitividad. La siembra directa y las semillas transgénicas marcaron un antes y un después en los rendimientos de las explotaciones.Sin subsidios ni seguros, los emprendedores agropecuarios argentinos aprendieron a asociarse con sus proveedores para obtener el financiamiento que la banca todavía les retacea, y a unirse entre sí para adquirir escala y mejorar su eficiencia. ¿Alcanza con esto para que el sector pueda convertirse en el motor del desarrollo argentino? Este es el interrogante central que recorre estas páginas. Algunos expertos dicen que el campo es eficiente tranqueras adentro, pero que el esfuerzo tiende a frustrarse cuando se enfrenta con las míticas barreras del costo argentino, presentes, por ejemplo, en la estructura del transporte y de los puertos. El panorama de desolación que instalaron las últimas inundaciones parecería destinado a ahogar, literalmente, la esperanza de recuperación que, como tantas veces en la Argentina, venía asomando de la mano de una cosecha récord. Resolver este recurrente problema requeriría dos cosas particularmente escasas en el país: inversiones en infraestructura y voluntad política. A pesar de todo, los expertos y productores consultados aquí manifiestan una confianza unánime en que las transformaciones son promisorias y duraderas, y no dudan en afirmar que el agro es uno de los sectores más competitivos de la economía. "Hasta el punto que es el único que no pide devaluación", apunta un periodista especializado.
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