Un cierto futuro incierto

La pretensión de imaginar el futuro probable o posible es una tentación irresistible para pensadores, académicos, ensayistas y también periodistas (Mercado tampoco se excluye de esta manía). Sea por darle alguna certidumbre al porvenir, sea porque el presente es difícil de descifrar, los pronósticos abundan, especialmente cada vez que comienza el año.

15 mayo, 2009

Algunos, los menos, resultan al final acertados. La inmensa mayor&iacute;a, equivocados. Afortunadamente, la fragilidad de la memoria ayuda a disimular esa pobre actuaci&oacute;n.<br />
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La cuesti&oacute;n es si el ejercicio tiene alguna utilidad, o solamente proporciona un placer de lectura (y de escritura) con independencia de su grado de acierto. En lugar de avizorar lo que puede traernos 2009, hagamos un esfuerzo por situarnos a finales de 2007 o en los primeros d&iacute;as de 2008 (publicado en Mercado en enero de 2009).<br />
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&iquest;Qui&eacute;n hubiera pronosticado entonces que el orgulloso Gobierno de los Kirchner tendr&iacute;a su primera y grave derrota despu&eacute;s de cinco meses de enfrentamiento con el campo por las retenciones rurales? &iquest;O que despu&eacute;s de un primer semestre donde el precio de los productos b&aacute;sicos que exportamos lleg&oacute; a l&iacute;mites nunca superados, los valores colapsar&iacute;an en el segundo, llegando a finales de a&ntilde;o a niveles de subsuelo?<br />
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Un barril de petr&oacute;leo que toc&oacute; los US$ 140, se derrumb&oacute; hasta a menos de US$ 40. La soja perdi&oacute; la mitad de su valor en cuesti&oacute;n de meses. &iquest;Alguien se hubiera atrevido a pronosticar en esas fechas la ca&iacute;da de los grandes bancos de inversi&oacute;n estadounidenses &ndash;quebrados o absorbidos&ndash;; que las tasas de inter&eacute;s globales estar&iacute;an en torno a cero; o que el resurgimiento keynesiano bendecir&iacute;a la inyecci&oacute;n masiva de fondos por parte de los Gobiernos, en un festival de intervenci&oacute;n estatal en todo el planeta?<br />
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Solamente Nouriel Roubini y algunos pocos m&aacute;s, que nunca gozaron de buena prensa. Lo cierto es que si uno recorre el archivo de los medios de comunicaci&oacute;n, se advierte un primer semestre dominado por precios de las materias primas en la estratosfera, por bancos centrales luchando a brazo partido contra el flagelo de la inflaci&oacute;n, con creciente temor por menor ritmo de crecimiento en las econom&iacute;as centrales y con los mercados emergentes reafirmando la teor&iacute;a del &ldquo;desacople&rdquo;, es decir &ldquo;lo que les pasa a ellos no nos afectar&aacute; a nosotros&rdquo; (&iquest;suena familiar?).<br />
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En cambio, en el segundo semestre el fantasma de Malthus dej&oacute; lugar al renacimiento de Keynes. Los Gobiernos de los pa&iacute;ses centrales dejaron de hablar de los &ldquo;<em>fundamentals</em>&rdquo; e inyectaron fondos que triplicaron el d&eacute;ficit de Estados Unidos y de varios pa&iacute;ses europeos. Se dej&oacute; de hablar del peligro de Hugo Ch&aacute;vez o de Vladimir Putin; nadie se rasg&oacute; las vestiduras por la aparente estatizaci&oacute;n de la banca y de varios sectores industriales en apuros en las grandes econom&iacute;as. Hasta China, el largo milagro econ&oacute;mico, debi&oacute; admitir que el crecimiento econ&oacute;mico ser&iacute;a menor y que no lograba escapar &ndash;como tampoco India y el resto de Asia&ndash; al contagioso virus occidental. <br />
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De pronto, los bancos centrales &ndash;y las inefables calificadoras de riesgo&ndash; se olvidaron de la inflaci&oacute;n y comenzaron a marcar los peligros de la recesi&oacute;n y la depresi&oacute;n. Lo curioso no es &uacute;nicamente el violento cambio de fortuna en tan pocos meses. Lo es la escu&aacute;lida explicaci&oacute;n de lo que ocurr&iacute;a. Los conformistas de ayer se convirtieron en s&uacute;bitos profetas del Apocalipsis. Los poqu&iacute;simos que en verdad hab&iacute;an acertado se volvieron todav&iacute;a m&aacute;s prudentes.<br />
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Nunca como hasta ahora hab&iacute;amos tenido la dimensi&oacute;n exacta de lo que significa la globalidad. Y de c&oacute;mo enfrentar una crisis financiera planetaria. El mercado no pudo salvar a los bancos y los Estados debieron acudir al rescate. Los organismos reguladores debieron admitir que hay un sistema financiero paralelo, no regulado, y ahora miran ansiosos a los <em>hedge funds</em>, derivados financieros y todos los productos de la arquitectura especulativa cuyo tama&ntilde;o exacto se desconoce. Puede que la tradicional hegemon&iacute;a de los pa&iacute;ses centrales se est&eacute; fracturando. Pero todav&iacute;a no tenemos idea cierta de lo que surgir&aacute; en su reemplazo.<br />
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&iquest;Y por casa c&oacute;mo andamos? &iquest;Qu&eacute; dijo en tanto <em>Mercado</em>? Muy poco, es cierto. Pero al menos podemos rescatar estos p&aacute;rrafos de la edici&oacute;n de diciembre de 2007:<br />
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&ldquo;Algunos analistas estadounidenses coinciden en que es la crisis m&aacute;s grave de los &uacute;ltimos 50 a&ntilde;os. M&aacute;s moderado, Mart&iacute;n Redrado, presidente del Banco Central argentino, advierte que es la m&aacute;s profunda de la &uacute;ltima d&eacute;cada y que continuar&aacute; todav&iacute;a por un buen tiempo, impulsada por la situaci&oacute;n de las hipotecas en ese pa&iacute;s&rdquo;.

”Ahora es que se aprecian con mayor claridad las turbulencias causadas por la crisis <em>subprime </em>de los últimos meses. El monto del desastre asciende a US$ 900.000 millones (casi cuatro veces el PBI argentino). Pero eso no es todo: el temor es que la crisis se extienda ahora a las tarjetas de crédito (para pagar cuotas de hipotecas y además por un hiperconsumo fogoneado, la gente se endeudó en exceso). El total acumulado de la deuda pendiente en plásticos es de US$ 915.000 millones, algo más que la estimada para la de hipotecas”.<br />
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”Todo indica que hay gran responsabilidad de buena parte del sistema financiero, que hasta bien declarada la crisis siguió comprando deuda <em>securitizada </em>con deuda <em>subprime</em>, proceso que provocó ingentes pérdidas en los balances trimestrales de los bancos. Y de paso, escandalosos despidos en la cúpula de muchas organizaciones (aunque siempre con jugosas indemnizaciones)”.<br />
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Entonces, ¿qué se puede pronosticar para 2009, sin caer en los excesos denostados?<br />
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Para empezar hay que distinguir entre los que sí acertaron y los que no. Entre los primeros, el caso más notable es el del economista de origen turco Nouriel Roubini, profesor de la Universidad de Nueva York.<br />
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Hace años que viene pronosticando con absoluta precisión lo que está pasando en estos momentos, de modo que merece un crédito.<br />
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La gran mayoría de los opinantes eran los que creían que, o no habría crisis, o que sería de corto tiempo y de reducido impacto. Casi todos ellos sostienen ahora que todas las medidas asumidas por los Gobiernos permitirán superar la instancia.<br />
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No es precisamente la idea de Roubini. A su juicio, las burbujas –es decir, que habrá más de una– serán evidentes en 2009.<br />
La mayoría sostiene que los activos financieros cayeron tan bajo, que ya tocaron fondo. Roubini cree que seguirán bajando. Que las ganancias corporativas caerán a niveles sin precedentes; que el mundo financiero estará todavía peor antes de mejorar; especialmente si el derrumbe de los <em>hedge funds</em> obliga a vender los títulos a cualquier precio, provocando una cascada de colapsos.<br />
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Su pronóstico es definitivo: en Estados Unidos será la peor recesión en muchas décadas y durará al menos dos años completos. Si es que no pasa lo mismo que en Japón, donde el estancamiento duró toda la década del 90. A su juicio, la recesión será mundial, tanto en las economías centrales como en los países emergentes. La recuperación será lenta y anémica. <br />
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Si bien el récord de aciertos de Roubini es impresionante, ojalá que esta vez esté equivocado.

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