Contra la pobreza: ¿aspirina o bisturí?

La lucha contra la pobreza en el Conurbano –que es donde se concentra el 80% de la existente en el país- ha sido y es infructuosa... y lo seguirá siendo en tanto no demos un golpe de timón. Para rectificar el rumbo, primero debemos saber qué parte de la derrota se debe a la ineficiencia e ineficacia de las políticas sociales (PPSS).

6 octubre, 2016

Por Alberto Ford

O, como se conjetura en este trabajo, a la propia existencia del Conurbano bonaerense (“el conurbano”), el principal exponente de un desequilibrio territorial ya estructurado.
La disyuntiva planteada se fundamenta en datos de la dura realidad. A pesar de haber utilizado una cantidad de opciones en PPSS, más que un aumento o disminución temporal de los índices–habitualmente determinados por vaivenes macroeconómicos que poco hablan de la verdadera situación en los hogares- los resultados han ido confirmando una cristalización de la pobreza.
En la búsqueda de mejores condiciones de existencia, las familias pobres migran hacia las villas y asentamientos del Ãrea Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Lo hacen en una proporción de 2 a 1 a favor del conurbano con relación a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). En destino las espera una vida hogareña y barrial igualmente riesgosa… pero con algunas facilidades que antes no tenían: acceso a la salud y educación en forma gratuita, conseguir un plan, cartonear y/o hacer changas.

Proveniente del Impenetrable formoseño, una mujer del tercer cordón razonaba así: “aquí vivo tan mal como allá pero por lo menos puedo llevar a mis hijos al hospital”. La brecha en la “calidad de vida” no solo atrae en el interior, también lo hace en los países vecinos. Ese flujo incesante retroalimenta la concentración poblacional, y el desequilibrio territorial se incrementa.

 

Para el populismo, más que un problema a resolver, el conurbano es una ventaja . Si el objetivo perseguido es persistir y crecer como fuerza política -primordialmente en ese entorno – se necesita que se mantengan la pobreza, la marginalidad y la exclusión. Se evita así la dispersión de los votos al especular con la dádiva que genera clientelismo. Pruebas al canto: recientemente, por iniciativa de un diputado camporista, fue instituido el “día nacional de la identidad villera” como si los habitantes de la miseria tuvieran que sentirse orgullosos de su condición.
La pobreza es un conglomerado de índole compleja; un sistema multidimensional que puede ser representado por un poliedro con muchas facetas. Se puede distinguir, en primer lugar, la familia directamente afectada, pero también el entorno donde la pobreza se manifiesta.

Están los intereses que se ponen en juego: políticos encarnados en los punteros, de los sucesivos eslabones de las burocracias a cargo de la implementación de los programas sociales (diseño, ejecución, evaluación) y hasta el medio académico que destina muchas horas al estudio de la misma. Por último y no menos importante, la opinión pública y la de los medios sobre uno de los aspectos de mayor incidencia en la marcha y el futuro de nuestra sociedad.La diversidad de puntos de vista hace posible abordar el flagelo de la pobreza en sus distintos aspectos. 

Preocupa, obviamente, el tema del hábitat lo que se refleja en propuestas relacionadas a la vivienda. No menos importante es la atención que se le presta a la cuestión referida a la ocupación, o sea, de qué manera deberían vivir los beneficiarios de programas sociales si estos cesaran con sus prestaciones.

Por razones de tiempo y espacio, aparece una nueva dimensión: la formación del cuarto cordón, que no haría más que agregar una constelación de nuevas necesidades. Por último, no podía faltar la propia concepción de las políticas sociales; si son solo asistenciales o creadoras de oportunidades de progreso. En lo que hay acuerdo es en que algo hay que hacer, no dejar que las cosas vayan siguiendo espontáneamente sus propios derroteros; es decir, se debe impedir que la pobreza se cocine en su propia salsa como sería, por ejemplo, no hacer nada para morigerar las penurias en asentamientos y villas buscando, con esos mecanismos perversos y autoritarios, desalentar las migraciones desde el interior o países vecinos o lucrar con situaciones anómicas.

Una salida por la positiva nos dice que se deben mejorar las condiciones de vida en los lugares de origen de las familias, el NOA, el NEA, Paraguay y Bolivia, para retener la población y recuperar una parte de la que ya se ha ido. Eso implica generar fuentes de trabajo mediante la federalización productiva, acceso a una vivienda digna, fuerte inversión en salud y educación. Y agregar unas cuantas décadas de acción ininterrumpida en ese sentido; o sea, políticas de estado. Muchas de las personas que viven miserablemente en el conurbano, las de más edad, es triste decirlo pero es así: morirán sin haber podido poner una flor en las tumbas de sus antepasados que yacen en el terruño. Contrario sensu, entre las familias más proclives al cambio y con ansias de progreso, con políticas creíbles y una comunicación de nuevo tipo, se debe incentivar el vuelo de la imaginación para movilizar las expectativas.

 

La reconfiguración territorial y poblacional no necesariamente implica el masivo traslado de personas ni que obren de inmediato las reubicaciones de las familias que libremente opten por iniciar una nueva vida. Haciendo un símil con el tablero de un aeropuerto: las luces se prenden y apagan pero están siempre en el mismo lugar; sin embargo esas olas visuales contienen información que comunicada fehacientemente facilita la toma de decisiones en el momento oportuno.

Las familias pueden ir haciendo sus cálculos y los programas anti-pobreza intensificando sus propuestas las que deben ser cada vez más tentadoras y atractivas. Empero, el tiempo insumido hasta el logro de resultados sustentables, implica que hay un mientras tanto en el que se debe asistir a las familias para que su situación no empeore a límites denigrantes, capacitarlas y convencerlas de que algo nuevo es posible; que muchas cosas se están modificando en el escenario global por más alejadas que parezcan de su dura cotidianeidad. No es infrecuente –por parte de políticos, académicos y gente de medios-la ilusión (que rara vez muestran los beneficiarios) de que en esos contextos degradados la asignación de recursos por medio de intervenciones estatales bobas, principalmente pero no solo subvenciones y planes, pueda ir abriendo un camino de soluciones. Los duros datos de las estadísticas y sobre todo la observación en el terreno, demuestran cuál es el verdadero impacto de eficacia (ni hablar de la eficiencia) de las políticas sociales en curso aunque se enmascaren los resultados especulando con la efectividad del relato.

Por lo que se está viendo, escuchando y leyendo en estos últimos tiempos, el qué hacer amerita un debate más fino y fructífero en el ámbito de la oposición. No olvidar que hasta ahora el conurbano ha sido un agujero negro con capacidad suficiente como para fagocitarse las mejores intenciones.

 

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