Disputa por el uso de transgénicos en Italia

Liderados por los premios Nobel, Levi Montalcini y Dulbecco, más de un millar de científicos se manifestaron en contra de las prohibiciones del ministro verde, y denunciaron un intento de bloquear la experimentación.

12 febrero, 2001

(EFE).- La prohibición impulsada por el ministro verde de Agricultura de Italia, Alfonso Pecoraro, de investigar con organismos genéticamente modificados ha puesto en pie de guerra a los científicos de este país que, liderados por dos famosos premios Nobel, se manifestarán el próximo martes en Roma.

“No se puede poner cerrojos al cerebro y, por tanto, a la investigación científica”, advierte con rotundidad la octogenaria Premio Nobel de Medicina Rita Levi Montalcini.

Con el mismo énfasis su colega y también Premio Nobel Renato Dulbecco denuncia el intento de “amordazar” a la biotecnología, más allá de las medidas de precaución que comparte y cree necesarias.

Junto a Rita Levi Montalcini y Dulbecco más de un millar de científicos han firmado el documento “Libertad para la ciencia” en el que denuncian un intento programado de bloquear la experimentación.

Armados con esta munición dialéctica, la flor y nata de la ciencia italiana tiene previsto manifestarse el próximo día 13 en Roma con el objetivo de “salvar de una muerte segura a la investigación, cuyo fin es mejorar la calidad de vida y luchar contra las enfermedades”.

La rebelión de tan ilustres personajes ha desatado las iras del ministro ecologista de Políticas Agrarias y Forestales, el joven Alfonso Pecoraro Scanio, y de su partido Los Verdes, una de las ocho formaciones que apoyan al Gobierno de centroizquierda del Olivo.

“Estoy en contra de la investigación que no está atenta a las consecuencias sobre el ambiente y la salud, porque creo que la ciencia debe ser libre, pero no perjudicar a los ciudadanos”, declara Pecoraro Scanio.

Y va más allá el ministro, con insinuaciones destinadas a levantar ampollas como la que sitúa las protestas en un guiñol “agitado por las multinacionales del sector que persiguen más la filosofía del beneficio que la de la investigación”.

Pecoraro considera “una verdadera ofensa” atribuir al Gobierno o a su partido la voluntad de bloquear el progreso y matiza que la prohibición de cultivar vegetales transgénicos en campo abierto ha sido decidida por unanimidad por el Parlamento.

En defensa del ministro salió de inmediato la líder de los Verdes italianos, Grazia Francescato, con la amenaza de contestar a la anunciada manifestación del martes con otra.

“Movilizaremos a más de un millar de científicos que comparten nuestra posición sobre el tema, porque nosotros no somos oscurantistas, estamos contra la ciencia loca”, afirma Francescato.

Contesta Rita Levi Montalcini que la investigación genética es “demasiado importante como para dejarla sólo en manos de políticos, sobre todo si se trata de personas que han hecho una elección de fe abrazando de modo intransigente ideologías ecologistas”.

La premio Nobel de Medicina junta alimentos transgénicos y células madre y critica lo que llama “impulsos conservadores de católicos y ecologistas que impiden la investigación destinada a mejorar la calidad de vida y a vencer a la enfermedad”.

La protesta de los científicos italianos coincide con la prevista aprobación el miércoles por el Parlamento Europeo de la directiva comunitaria sobre organismos genéticamente modificados llamada, según los expertos, a abrir el camino a una verdadera revolución en la agricultura.

Una revolución que en Italia divide a investigadores y políticos, enfrascados en una pugna que ha servido a Silvio Garanttini, director del instituto farmacológico Negri, para poner el dedo en la llaga de la escasez de recursos destinados a este menester por el Estado.

“Italia, señala, es un país desastroso, con un tercio de investigadores en comparación con Inglaterra y unos fondos similares a los que dispone Grecia”, cifrados en 2000 en 0,8% del Producto Bruto Interno (PBI).

(EFE).- La prohibición impulsada por el ministro verde de Agricultura de Italia, Alfonso Pecoraro, de investigar con organismos genéticamente modificados ha puesto en pie de guerra a los científicos de este país que, liderados por dos famosos premios Nobel, se manifestarán el próximo martes en Roma.

“No se puede poner cerrojos al cerebro y, por tanto, a la investigación científica”, advierte con rotundidad la octogenaria Premio Nobel de Medicina Rita Levi Montalcini.

Con el mismo énfasis su colega y también Premio Nobel Renato Dulbecco denuncia el intento de “amordazar” a la biotecnología, más allá de las medidas de precaución que comparte y cree necesarias.

Junto a Rita Levi Montalcini y Dulbecco más de un millar de científicos han firmado el documento “Libertad para la ciencia” en el que denuncian un intento programado de bloquear la experimentación.

Armados con esta munición dialéctica, la flor y nata de la ciencia italiana tiene previsto manifestarse el próximo día 13 en Roma con el objetivo de “salvar de una muerte segura a la investigación, cuyo fin es mejorar la calidad de vida y luchar contra las enfermedades”.

La rebelión de tan ilustres personajes ha desatado las iras del ministro ecologista de Políticas Agrarias y Forestales, el joven Alfonso Pecoraro Scanio, y de su partido Los Verdes, una de las ocho formaciones que apoyan al Gobierno de centroizquierda del Olivo.

“Estoy en contra de la investigación que no está atenta a las consecuencias sobre el ambiente y la salud, porque creo que la ciencia debe ser libre, pero no perjudicar a los ciudadanos”, declara Pecoraro Scanio.

Y va más allá el ministro, con insinuaciones destinadas a levantar ampollas como la que sitúa las protestas en un guiñol “agitado por las multinacionales del sector que persiguen más la filosofía del beneficio que la de la investigación”.

Pecoraro considera “una verdadera ofensa” atribuir al Gobierno o a su partido la voluntad de bloquear el progreso y matiza que la prohibición de cultivar vegetales transgénicos en campo abierto ha sido decidida por unanimidad por el Parlamento.

En defensa del ministro salió de inmediato la líder de los Verdes italianos, Grazia Francescato, con la amenaza de contestar a la anunciada manifestación del martes con otra.

“Movilizaremos a más de un millar de científicos que comparten nuestra posición sobre el tema, porque nosotros no somos oscurantistas, estamos contra la ciencia loca”, afirma Francescato.

Contesta Rita Levi Montalcini que la investigación genética es “demasiado importante como para dejarla sólo en manos de políticos, sobre todo si se trata de personas que han hecho una elección de fe abrazando de modo intransigente ideologías ecologistas”.

La premio Nobel de Medicina junta alimentos transgénicos y células madre y critica lo que llama “impulsos conservadores de católicos y ecologistas que impiden la investigación destinada a mejorar la calidad de vida y a vencer a la enfermedad”.

La protesta de los científicos italianos coincide con la prevista aprobación el miércoles por el Parlamento Europeo de la directiva comunitaria sobre organismos genéticamente modificados llamada, según los expertos, a abrir el camino a una verdadera revolución en la agricultura.

Una revolución que en Italia divide a investigadores y políticos, enfrascados en una pugna que ha servido a Silvio Garanttini, director del instituto farmacológico Negri, para poner el dedo en la llaga de la escasez de recursos destinados a este menester por el Estado.

“Italia, señala, es un país desastroso, con un tercio de investigadores en comparación con Inglaterra y unos fondos similares a los que dispone Grecia”, cifrados en 2000 en 0,8% del Producto Bruto Interno (PBI).

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