Un nuevo modelo para pensar y hacer ciencia

Los sistemas de salud en el mundo tienen el desafío de garantizar el acceso a nuevos medicamentos y, al mismo tiempo, gestionar que ese acceso sea en forma eficiente y con un costo que no sea deficitario para el Estado.

30 enero, 2017

Por Ignacio Demarco (*)

 

El principal inconveniente hoy es que si bien muchos laboratorios públicos y privados tienen el potencial de desarrollar terapias innovadoras, la industria de la biotecnología médica está dominada por un pequeño número de grandes empresas debido a los altísimos costos de investigación y desarrollo (I+D), sumando al riesgo inherente de esta actividad. Esta alta inversión en investigación se traslada luego a los precios y no contribuye al acceso de los pacientes a tratamientos para distintos tipos de cáncer, enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoidea y enfermedades poco frecuentes.

En respuesta a estos desafíos, la cooperación público-privada propone un modelo que permite que las habilidades y los activos de cada sector se compartan en busca de desarrollos de nuevas y mejores terapias. Como parte de esta asociación, el sector público contribuye con científicos y médicos calificados y su experiencia en la identificación de nuevos blancos terapéuticos, así como en desarrollos preclínicos y clínicos, mientras que las empresas contribuyen con su capacidad en procesos industriales de acuerdo a normas internacionales de calidad, recursos económicos, gestión de proyectos, y marketing y ventas.

Tan importante como compartir los recursos es que cada socio, además, comparte los riesgos y la recompensa potencial si el nuevo medicamento llega al mercado. Así, esta cooperación permite que lo que se descubrió en el laboratorio trascienda el mundo de la ciencia básica y se convierta en un tratamiento concreto para mejorar la vida de los pacientes.

Este modelo de asociación creció mucho a escala global, y la Argentina no es la excepción.

En los últimos años, se fueron creando en el país diversos instrumentos de promoción y financiamiento de proyectos de cooperación público-privada en el área de la salud como el FONTAR (Fondo Tecnológico Argentino), el FonCyT (Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica) y el Instituto Nacional del Cáncer, entre otros.

En línea con este estímulo desde las agencias estatales, desde hace más de dos décadas, Grupo Insud impulsa la vinculación público-privada a través de un Consorcio de Investigación, Desarrollo, e Innovación (I+D+i) que involucra a más de 100 investigadores de diversas empresas y la comunidad científica como el Conicet, la Universidad de Buenos Aires, la Universidad de Quilmes y la Academia Nacional de Medicina, entre otros. Actualmente, este Consorcio está trabajando en diversas áreas de investigación. Una de las principales son las terapias innovadoras en cáncer, con moléculas que se encuentran en distintos estadios de desarrollo.

 

Pasos a cumplir

 

En este nuevo modelo de cooperación, hay ciertos pasos que es necesario cumplir, para no fallar en el intento. El primero, sin duda, consiste en elegir a los socios cuidadosamente. Aquí no sólo deben ponderarse la experiencia y habilidades de los socios públicos y la capacidad de dirección y financiamiento de los privados, sino que es crucial que los intereses estén alineados. Los desarrollos biotecnológicos desde el laboratorio hasta el mercado toman tiempo, y estas sociedades deberán mantenerse firmes a lo largo de muchos años. En el aspecto formal, debe constituirse un contrato detallado y transparente, donde se describan las responsabilidades, los riesgos y los beneficios para cada socio, así como también un método claramente definido de resolución de disputas.

También es importante hacer un plan de negocios que describa claramente cuál es el tratamiento que se va a desarrollar, los costos aproximados, el potencial de mercado y la propuesta de capitalización del proyecto, es decir, el financiamiento a través de instrumentos del Estado, que sólo cubre un porcentaje menor de los gastos de desarrollo. A veces, una idea que parece muy buena a primera vista, resulta poco rentable o impracticable cuando se la analiza en detalle. Por eso, es clave identificar la oportunidad y los desafíos desde el comienzo del proyecto.

Además, se recomienda que el consorcio sea gerenciado desde el lado privado por una persona que diseñe y haga cumplir metas de desempeño y que mantenga el foco puesto en lograr que ese desarrollo se concrete, ya sea a través de la comercialización del producto a futuro, o por su venta en desarrollo a otra compañía. Hoy más que nunca, un proyecto clínico que avanza lento es un producto que “muere en el intento”.

 

Y no hay que olvidar que no se trata sólo de obtener rentabilidad, los resultados del desarrollo de una nueva terapia impactarán de forma positiva en las instituciones públicas y las empresas, pero también en los pacientes, la comunidad científico-médica y el Estado.

(*) Líder de Proyecto de Grupo Insud.

 

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